Finalmente, el 12 de septiembre en la Asamblea de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) convocada para elegir al Presidente de la institución se impuso Mauricio Claver Carone, el candidato de la administración estadounidense. Las candidaturas de la ex Presidenta de Costa Rica Laura Chinchilla y la del economista argentino Gustavo Béliz habían sido retiradas en señal de protesta al no acogerse la petición de postergar la elección formulada por varios países, tanto de la región como europeos.
Se rompió de esta manera el compromiso no escrito, asumido en 1959 cuando se creó el Banco, de que su sede se establecería en Washington y su presidencia correspondería siempre a un latinoamericano, junto a un vicepresidente de los Estados Unidos. Este acuerdo ha estado vigente durante los sesenta años de su funcionamiento. Desde entonces todos los cuatro presidentes del Banco han sido connotadas figuras latinoamericanas, entre ellas un chileno, Felipe Herrera. El Gobierno de Trump rompió este compromiso generando un fuerte desequilibrio entre el principal socio de la institución y los países latinoamericanos que son los usuarios mayores de sus programas de desarrollo. La maniobra se consumó en un momento histórico en el que América Latina enfrenta su principal crisis económica y social en más de cien años y en el que el BID debería convertirse en una herramienta importante para colaborar con la reactivación y superación de la creciente pobreza y el desempleo provocada por la pandemia del coronavirus. Un amplio debate sobre el papel y la orientación del BID en estas nuevas circunstancias es indispensable. Así como la búsqueda del máximo acuerdo entre todos los países miembros en torno a ello.
El nuevo mandamás del BID aparece como la figura menos indicada para tales propósitos. No solo por ser norteamericano sino porque es una figura altamente divisiva, tanto en América Latina, como al interior del sistema político de los EE. UU. Claver Carone, hijo de español y cubana, era Director Senior de Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad de los EE. UU., lobista registrado de los grupos más extremistas de la comunidad cubana de Miami y sus principales figuras políticas nacionales, crítico acérrimo de la política de distensión con Cuba del Presidente Obama, partidario de la intervención en Venezuela y de contener la presencia económica de China en la región. Su gestión politizará al máximo la gestión de un organismo que debería mantener su tradición de solvencia técnica y financiera. Y ha despertado también fuertes resistencias al interior de su país. En primer lugar, porque la administración ha roto la tradición de no realizar nombramientos importantes en las postrimerías de su mandato, a semanas de la elección presidencial. También por sus posiciones en materia de política internacional. El Senador demócrata Leahy, influyente miembro del Comité de Contribuciones, en el que se aprueban los aportes al BID, ha sido severamente crítico de su candidatura. En un eventual y probable gobierno de Biden, la presidencia de Claver Carone arrastraría no solo la estela del cuestionamiento a la ilegitimidad de su origen, sino la animadversión del gobierno del principal accionista del Banco que dirige.
El nuevo mandamás del BID aparece como la figura menos indicada para tales propósitos.
Su gestión politizará al máximo la gestión de un organismo que debería mantener su tradición de solvencia técnica y financiera.
En un eventual y probable gobierno de Biden, la presidencia de Claver Carone arrastraría no solo la estela del cuestionamiento a la ilegitimidad de su origen, sino la animadversión del gobierno del principal accionista del Banco que dirige.
Pero esta verdadera humillación a la dignidad de América Latina no habría sido posible sin el concurso solícito y activo de muy importantes países de la región y la debilidad de casi todos ellos.
El sistema de elección del presidente del BID establece una doble condición: reunir el apoyo de 15 de los 28 países miembros de las Américas (26 de América Latina y el Caribe más Estados Unidos y Canadá) y más del 50% del denominado poder de sufragio que atribuye un porcentaje a cada país accionista del Banco, incluyendo a europeos, Japón y China, aunque con un porcentaje irrelevante. Así entrega el 50% a los países latinoamericanos y caribeños, distribuidos según sus aportes iniciales; el 30% a EE. UU.; el 4% a Canadá; el 5% a Japón y cerca del 11% a Europa. La otra condición es que la reunión de gobernadores, que es el organismo elector, tiene que alcanzar un quorum del 75% del poder de sufragio.
Con el apoyo inmediato de Brasil, Colombia, Uruguay, Ecuador, Haití, Canadá y varios otros consiguió más de los 15 países y el 50% del poder de sufragio.
Junto con presentar su candidatura el gobierno de Trump se aseguró de alcanzar ambos requisitos. Con el apoyo inmediato de Brasil, Colombia, Uruguay, Ecuador, Haití, Canadá y varios otros consiguió más de los 15 países y el 50% del poder de sufragio.
La maniobra despertó un muy amplio rechazo en América Latina y también en Europa. Múltiples voces pidieron la postergación de la elección. Como lo señaló Juan Somavía, Presidente del Foro Permanente de Relaciones Exteriores de Chile: “las razones son contundentes. Todos argumentan que la pandemia alteró las condiciones de la reunión misma y que se necesita un análisis sereno sin tensiones ajenas a la región sobre el papel del BID en la postpandemia. Esta movilización política no gubernamental, en la que el Foro Permanente de Política Exterior de Chile ha estado involucrado, tempranamente dio los argumentos y fue generando la atmósfera para que en las últimas semanas cuatro gobiernos se pronunciaran sucesivamente en favor de la postergación: Chile, México, Costa Rica y Argentina”
Una pléyade impresionante de exmandatarios, excancilleres, parlamentarios, académicos y personalidades, con variados y contundentes argumentos se pronunciaron por la postergación. A ello se sumó la voz de Josep Borrell responsable de las relaciones exteriores de la Unión Europea. La mayoría construida por Trump, por cierto, no accedió a tal propuesta.
En este escenario el único camino para impedir la elección en septiembre era que los cuatro países que concordaban en la postergación no concurrieran a la sesión del 12 de septiembre. La suma del poder de voto de ellos alcanza al 22,27%, sumados algunos países europeos permitían llegar al 25,1% necesario para postergar la reunión hasta después de la elección norteamericana y generar un escenario diferente en que se restituyeran los acuerdos que dieron origen al Banco. Desgraciadamente tal objetivo no pudo alcanzarse debido principalmente a la postura del gobierno mexicano para evitar una confrontación con la administración saliente de los EE. UU. Así solo se logró la abstención de cerca del 50% del poder de voto de los países de la región.
la postura del gobierno mexicano para evitar una confrontación con la administración saliente de los EE. UU.
En el intenso debate generado en América Latina, el exmandatario Ricardo Lagos planteó la tesis de que la elección de Claver Carone podría tener un vicio de nulidad. Su argumento se basa en una resolución de la ONU (73/203) que establece que “actos convertidos en costumbre por todas las partes de un acuerdo constituyen derecho”. Una opción para tener en consideración en la hipótesis de un cambio en el gobierno norteamericano y de que exista la voluntad en la región para recuperar, aunque sea en parte, la dignidad pisoteada.