El intento por confundir con la opción plebiscitaria del maestro y filósofo de 95 años, rebotó en pleno rostro de Cristián Warnken:”Cuando yo era chico, amarillos le decían a chuecos y traidores” recordó Soublette. Otra farsa de similar origen indignó a Fernando Paulsen y a los creadores de la Franja del No de 1988. Impudicias que tienen precedentes históricos.
El poder mediático normaliza lo impresentable hasta que su desmesura termina desnudándolo. En contraste, la respuesta de Gastón Soublette tiene que ver con el poder de la decencia, naturalmente irrebatible pero más que vulnerada en momentos cruciales de la historia de nuestro país. Por lo mismo no es tan extraño la recurrencia de episodios como los protagonizados por amarillos y similares, apostando por la impunidad y provocando algo más que repulsion ciudadana.
Ciertamente no es novedoso y abundan evidencias para sostener que ante disyuntivas trascendentales para el futuro del país, la derecha económica y política suele esconder su genuino rostro, recubriéndose con un siempre disponible y funcional ropaje ajeno.
Tras ser elegido Presidente de la República con apoyo del Partido Comunista, en 1948 Gabriel González Videla – a quien Pablo Neruda había dedicado: “El pueblo lo llama Gabriel” – impuso la denominada Ley Maldita que significó persecución, restricción de libertades y, naturalmente, el desafuero y obligada clandestinidad de Neruda. En 1958, ante el riesgo de que en la elección presidencial fuera elegido Salvador Allende, la derecha alentó y financió la postulación de Antonio Zamorano, “el Cura de Catapilco”, un ex sacerdote “progresista” que consiguió un escuálido 3,6% de los votos, exactamente la diferencia que permitió la elección de Jorge Alessandri. El curita pasó a la historia y, en 1973, reapareció apoyando públicamente el golpe militar y la instalación de Augusto Pinochet.
En la actual campaña plebiscitaria los rostros más genuinos de la derecha – partiendo por su reciente abanderado presidencial J. A. Kast y los más emblemáticos de la diestra nacional – han concedido el primer plano a disidentes de la ex Concertación y ansiosos de pantalla con Warnken a la cabeza amarilla.

Esa ansiedad irrefrenable de protagonismo que lo hizo tropezar con la piedra del maestro Soublette, es la misma del puñado de disidentes concertacionistas que se vistió con ropa ajena en su publicidad por el Rechazo, emulando groseramente la franja del No en el plebiscito de 1988, que derrotó a la dictadura, provocando la consecuente indignación de Fernando Paulsen y sus entonces creadores Ignacio Agüero, Jaime de Aguirre, Juan E. Forch, Eugenio García, Eduardo Tironi, Eugenio Tironi y Juan Gabriel Valdés.
El maestro Soublette, sin jubilación decente, continúa, a sus 95 años, enseñando y dando lecciones como buen sabio de la tribu, marcando una distancia sideral con la ansiedad de amarillos y negacionistas en busca de un destino que resolverán sus patrones, hoy alentándolos desde sus cómodas sombras.