PÁGINAS MARCADAS de Antonio Ostornol. A pensar los proyectos. Una constitución para las mayorías .

por La Nueva Mirada

¡Y se cerraron las listas! Tal como en las profecías auto – cumplidas, la “oposición” inscribió dos coaliciones: una bien de izquierda y otra bien de centro izquierda. Por su parte, la derecha alcanzó un acuerdo para presentar una lista única, anteponiendo a las convicciones los cálculos electorales que, en un escenario de dos tercios, le favorece para sobre representarse y alcanzar una posición que le posibilite ejercer el derecho a veto sobre las mayorías, ejercicio que –ya lo sabemos- ha sido una de las claves de la política chilena durante los últimos decenios. Las preguntas, entonces y de una buena vez, debieran ser otras a partir de este escenario. Al menos para mí, hay dos. La primera es la siguiente: ¿es necesariamente malo que no haya ningún sector político que logre los dos tercios en la Convención Constitucional? Y la segunda, ¿existe realmente un acuerdo sustantivo entre esas listas de oposición, lo que significaría que, al no tener una sola candidatura, habría sido un verdadero crimen político?

¿es necesariamente malo que no haya ningún sector político que logre los dos tercios en la Convención Constitucional? Y la segunda, ¿existe realmente un acuerdo sustantivo entre esas listas de oposición, lo que significaría que, al no tener una sola candidatura, habría sido un verdadero crimen político?

Hay una variable que me parece muy interesante y que debiéramos tener sobre la mesa: si los partidos políticos chilenos (todos, de capitán a paje, y no me arriesgo a decir cuál es cuál) siguen enfrentando este proceso bajo los parámetros de la política de corto plazo y no se colocan en discusión los temas constitucionales de fondo, referidos básicamente a los mecanismos de equilibrio en el ejercicio y distribución del poder en Chile, los dos tercios serán un gran problema. Entrar en estas condiciones a la redacción de una nueva constitución, puede ser un zapato chino que, en lugar de permitirnos avanzar hacia una nueva institucionalidad más democrática, resulte en apenas un aplazamiento e intensificación de la conflictividad social, sin generar cambios significativos. Es lo que me imagino si predomina en el debate constitucional un escenario binario: izquierda / derecha, progresismo / conservadurismo, democrático / autoritario, etc. Como lo escribí hace un tiempo, no veo que exista “una sola oposición” (de hecho, hay dos listas, pero eso no agota las diferencias al interior de cada una), así como tampoco pareciera existir una sola  “derecha” (la unidad de última hora, todos sus voceros se encargaron de remarcarlo, fue un mero cálculo electoral). Por lo tanto, me parece fundamental que los convencionales que se elijan, al margen de si son militantes o independientes, debieran tener la capacidad de salirse de las lógicas políticas tradicionales, a las que nos acostumbró el sistema binominal. La lógica de la convención debiera ser diferente a la parlamentaria: su foco debiere estar en los temas a discutir, en los propósitos a alcanzar, en concordar los nuevos límites de lo posible en nuestro país. Tiendo a imaginar, por ejemplo, que la nueva constitución debiera consignar los derechos de la mujer y de los hombres a disponer con libertad de su cuerpo. ¿Cómo se traduce ese derecho en una política pública? No debiera ser materia constitucional, sino, precisamente, de leyes que el país, en su momento y con sus mayorías efectivas, determine. Si había un problema en la constitución anterior, era que las mayorías ciudadanas no podían hacerse efectivas en muchas materias porque estaban sometidas al “veto de la minoría”. Por lo mismo, serán fundamentales los mecanismos para garantizar el respeto a ese sentir ciudadano. ¿Cuáles serán esos mecanismos? Revisión de los quórums, iniciativa popular de ley, plebiscitos, etc. (me gusta creer que los “constitucionalistas” saben de esto). Para eso estará la Convención y los acuerdos que sea capaz de alcanzar, los que seguramente serán posibles si todos los elegidos se focalizan en el proyecto de país que le propongan a los ciudadanos para ser electos. Y dependerá también de la capacidad que estos delegados tengan de conversar y negociar los acuerdos. Creo que quienes asuman esta responsabilidad tendrán el desafío de hacer política con mayúscula, en grande, generosa y abierta, para lograr construir un nuevo pacto social e institucional que interprete a la mayoría de los chilenos.

Me parece que la división de la centroizquierda en dos listas (lo que disminuirá sus posibilidades electorales) tiene un fundamento real: no todos nos imaginamos el nuevo Chile de la misma forma.

La segunda pregunta que me surge después de la inscripción de las candidaturas es saber si hay proyectos comunes. Me parece que la división de la centroizquierda en dos listas (lo que disminuirá sus posibilidades electorales) tiene un fundamento real: no todos nos imaginamos el nuevo Chile de la misma forma. En esto, creo que hay algunos pocos temas de fondo que marcan diferencias más sustantivas. Por ejemplo: ¿hay acuerdo en que la soberanía popular debe expresarse a través del sufragio universal e informado, en una sociedad donde existen organizaciones y agrupaciones diversas que aspiran al poder?  Cuando algunos hablan de “recuperar la soberanía del pueblo”, ¿lo hacen pensando en la posibilidad de equilibrar los recursos y oportunidades de todas las fuerzas políticas para competir por el apoyo ciudadano en igualdad de condiciones? ¿O están pensando que el poder lo ejerza “el pueblo”, entendido este como fuerza desplegada en un determinado momento? Entre una y otra mirada, puede existir un mundo. Y seguro que, si avanzamos hacia otras discusiones claves, como las condiciones y límites de la propiedad, o la naturaleza y formas de gestión del estado, o los alcances y fronteras de la salud y la educación públicas, es muy probable que las diferencias se acentúen.

Desde mi perspectiva, el éxito de la nueva constitución no estará determinado por la instalación de la visión de un cierto sector respecto de cómo debe ser Chile y cómo tiene que funcionar.

Desde mi perspectiva, el éxito de la nueva constitución no estará determinado por la instalación de la visión de un cierto sector respecto de cómo debe ser Chile y cómo tiene que funcionar. El éxito estará determinado por la capacidad política de los convencionales para llegar a acuerdos que sean mayoritarios. Sospecho que esos acuerdos, dadas las naturalezas de los proyectos existentes en la sociedad chilena, necesitarán de mucha “cocina” (antiguamente, le llamábamos “muñeca”) en los pasillos del Palacio Pereira. Es mi esperanza y, cuando tenga que elegir en abril, analizaré con mucho cuidado los nombres, historias y pensamiento de los candidatos, especialmente respecto a la necesidad de acuerdos mayoritarios. La filiación política, que siempre es importante, espero que, en esta ocasión, tenga menos relevancia.

La filiación política, que siempre es importante, espero que, en esta ocasión, tenga menos relevancia.

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