La votación que aprueba el paso al Senado del proyecto del 10% de los Fondos de Pensiones (el título es más largo, pero a quién le importa), se acaba de realizar. En la televisión veo a una diputada bailando bajo una capa de superheroína, y a otros parlamentarios levantando dedos, puños o manos, y las más planificadas, desplegando sus carteles de NO+AFP. El bloque oficialista-oficialista (o sea, los que siguieron las instrucciones del gobierno, apenas una treintena) desaparece de la sala (o de mi pantalla). Unos celebran, otros ponen cara de asistir a un evento de extrema gravedad. Ellos ya habían hecho su show el día anterior, en la Moneda, con una comparecencia prusiana, rígida y tan rigurosamente formateada, que uno terminaba preguntándose si quienes estaban ahí era los humanos de verdad o unos clones de los mismos. La algarabía era absoluta. Me pareció una página remarcable, por una razón muy simple: evidencia la tragicomedia de la política en nuestro país.
Unos celebran, otros ponen cara de asistir a un evento de extrema gravedad.
uno terminaba preguntándose si quienes estaban ahí era los humanos de verdad o unos clones de los mismos.
Más allá de que estos meses de emergencia sanitaria han sido, desde lo político, un estado de permanente crispación matizado por momentos centrales de acuerdos, pareciera que no hay capacidad alguna para distinguir los planos en cada conversación. En estos días se discute el apoyo a la “clase media” (es decir, a personas con ingresos entre $650.000.- y $2.000.000.-, aproximadamente) que se han visto perjudicados con la pandemia. Hay consenso absoluto en que su situación es grave y se requiere una ayuda. Tratándose de un segmento altamente endeudado, uno de sus principales problemas es el pago de los compromisos, lo que pone en riesgo, ciertamente, patrimonios relevantes como colegios, planes de salud, casas o autos. Por alguna razón difícil de entender, el gobierno se resiste a generar transferencias directas y la gran propuesta salvadora, es un nuevo crédito para hacer frente a las deudas. Suena tan paradójico que da para decirle al gobierno “mejor no me ayude, compadre”. Recién después de su primera derrota en la Cámara la semana pasada, aparece con una propuesta que entrega alguna liquidez a los posibles beneficiados. Desde la oposición, aparece un proyecto que sugiere que los ciudadanos, en situación de emergencia nacional, podemos sacar hasta el 10% de los ahorros en los Fondos de Pensiones. Sobre este proyecto, se ha dicho hasta el cansancio –incluso desde sus propios patrocinadores- que no es lo mejor pero que, comparado con lo que ofrece el gobierno, es una alternativa real para las familias hoy.
Suena tan paradójico que da para decirle al gobierno “mejor no me ayude, compadre”.
Entonces, pareciera que el país ha tenido que elegir entre dos males. Y, desde una mirada simple, es un absurdo. Sin embargo, a juzgar por la felicidad de unos y el encono de los otros, parecieran transarse otros conflictos. Me queda la impresión de que hay una distancia entre los textos que se enuncian y los subtextos que se están comunicando. Bastante del verdadero tema en discusión puede inferirse de la declaración corporativa de los gremios empresariales de Chile. En ella, sostienen que con el proyecto que comentamos “se está incubando una estocada a las pensiones de los trabajadores y trabajadoras chilenos”. ¿De verdad les preocupa el futuro de las pensiones en Chile? Nada en la historia del empresariado chileno hace pensar que eso ha sido un tema de preocupación para ellos. Más aún, han defendido nuestro actual sistema a pesar de las evidencias de su fracaso después de treinta años funcionando. Pero profundicemos en la declaración de los empresarios. A reglón seguido, agregan que el proyecto atentaría con la facultad del presidente de tener “iniciativa exclusiva” en temas previsionales, ya que la Cámara, en el uso de sus facultades, decide por una amplia mayoría, un cambio constitucional que modifica esa facultad. Supongamos que la afirmación de los empresarios sea exacta, ¿cuál es el problema de modificar la constitución? Me parece que los empresarios en estas materias no se equivocan y saben que el marco constitucional vigente, con sus quórums elevadísimos incluso para modificar las políticas sociales, garantiza –no las pensiones de los trabajadores que, como todos saben, son miserables- sino el control del poder por parte de los grupos económicos. Lo que ellos ven en juego es un cambio en el tablero, y en eso tienen razón. Pero este cambio no está pasando de manera torcida ni oblicua. Hubo una mayoría que, además, está respaldada en el sentir mayoritario de los chilenos y chilenas.
“se está incubando una estocada a las pensiones de los trabajadores y trabajadoras chilenos”. ¿De verdad les preocupa el futuro de las pensiones en Chile?
Hubo una mayoría que, además, está respaldada en el sentir mayoritario de los chilenos y chilenas.
Esta reacción empresarial frente a la pérdida de poder es la que denuncia Nicolás Eyzaguirre en su libro Desigualdad, donde sostiene que no hay futuro en Chile si no se comparte el poder político, y especialmente se liberan las trabas para que la sociedad pueda democráticamente realizar los cambios. No habríamos tenido estallido social, creo, si el poder político no hubiese tenido las amarras que impuso la constitución de la dictadura. Es lamentable que por no avanzar con más resolución en los cambios terminemos enmascarando las discusiones de fondo: las pensiones en Chile no van a mejorar porque se resguarde el ahorro del sistema de capitalización individual. Y eso ya lo debieran saber los empresarios: el sistema no chorrea, solo acumula. El subtexto de la declaración de los empresarios habla, de verdad, de resguardar las bases del sistema económico chileno que, como sabemos, se encuentra en una profunda crisis, básicamente de equidad y dignidad. El sistema de protección social en Chile no existe. La pandemia ha puesto en evidencia algo que siempre hemos sabido: no solo la educación es desigual en nuestro país; lo es también la salud, el uso de la ciudad, las áreas verdes, el ocio, etc. Ese es el sistema que los empresarios ven amenazado. Y si la mayoría de los chilenos quisiera cambiarlo, ¿qué harán? ¿Llevarse fuera de Chile su riqueza? ¿O tendrán que reducir sus ganancias producto de una enfermedad que ha golpeado fuerte al país? Esa es la verdadera opinión que debieran entregar los empresarios: ¿qué tan dispuestos están a pagar más impuestos para que el sistema de protección social sea de más y mejor cobertura? ¿O no lo van a hacer porque solo los mueve el máximo beneficio?
Y eso ya lo debieran saber los empresarios: el sistema no chorrea, solo acumula.
¿qué tan dispuestos están a pagar más impuestos para que el sistema de protección social sea de más y mejor cobertura?
Todos tenemos un compromiso para octubre. Allí deberemos abordar los subtextos que a cada momento se nos cruzan en las discusiones de la contingencia. Y esa discusión es sin vetos ni verdades intocables. El plebiscito deberá ser un evento profundamente democrático, o habremos perdido una oportunidad crucial para restituir la cohesión social y procurarnos un nuevo pacto social, político y económico para mirar hacia el futuro y no hacia el pasado. A propósito de esta aprobación, algún dirigente político habló de “proceso constituyente de facto y en marcha” y un senador afirmaba que con esto “se adelanta el proceso constituyente”. Ojalá que no lleguemos al punto donde el tema constitucional deba resolverse de facto. El desafío para nuestro país es tener tal vez por primera vez, una constitución gestada, generada y validada democráticamente. Nada le gustaría más a quienes quieren que nada cambie, que la política se embarque en un intento de modificación constitucional de facto. Confiemos en octubre.
3 comments
Excelente artículo de Antonio Ostornol, muy claro! Deberíamos ver artículos de él, más a menudo! Muchas gracias!!
Adhiero, oportuna y necesaria reflexión.
Lúcida lectura de este momento histórico