Por José Bengoa
“La ciencia por una buena razón, se impacienta con las definiciones confusas y las nebulosas confusiones de los tipos lógicos, pero al intentar evitar estos peligros, ha excluido la discusión de cuestiones de primera importancia, a decir verdad, de importancia primaria” Gregory Bateson. El temor de los ángeles.
Una de las historias que uno recuerda en estos días de silencio y encierro domiciliario es la “cuarentena” voluntaria de Karl Jung, el psiquiatra suizo, escondiéndose al frente de Zurich en el Lago de esa ciudad, para iniciar un proceso de autoconocimiento, que lo llevó casi a la locura. En esa torre fue construyendo su alocada relación de la salud mental y la alquimia.
Una de las historias que uno recuerda en estos días de silencio y encierro domiciliario es la “cuarentena” voluntaria de Karl Jung
Las principales cuestiones que tienen que ver con el alma humana, dice, nos sobrepasan. Por ello el principio de la duda es el más adecuado, deja siempre “intacta la cosa”. El estudio sobre la alquimia es un tratado complejo, hermético como el tema que trata. La Alquimia vendría a ser una figuración del psicoanálisis pre “científico”. Es el equivalente del mundo onírico, de los sueños en su relación tortuosa con el estado de conciencia, a la pura razón, en este caso era el opuesto de la teología o de la religión oficial. Es el mundo que durante toda la Edad Media ha sido rechazado, reprimido, ocultado, en fin, el otro mundo. Es un mundo donde las paradojas no se resuelven como en el mundo de la vigilia, de la conciencia y la racionalidad. La paradoja se puede observar, pero no resolver. En el momento que se resolviese la paradoja se acaba su encanto y se acaba la alquimia misma.
La Alquimia vendría a ser una figuración del psicoanálisis pre “científico”.
En el momento que se resolviese la paradoja se acaba su encanto y se acaba la alquimia misma.
Las religiones, en las que creen los seres humanos de este mundo contemporáneo, son puras paradojas. Mientras más paradojales sean los dogmas, más sagrados son. Lo maravilloso siempre reside en lo paradojal, en lo contradictorio. Esas personas que tienen las “cosas claras”, suelen ser las más aburridas, las menos atrayentes, nada “sagrado” las hace deseables. En cambio, aquellas personas que se debaten en la contradicción, en la paradoja de la vida, son como la Traviatta, dignas de veneración. ¿Por qué los hombres y las mujeres buscan en lo oculto y lo paradojal, por qué se meten en problemas irresolubles? Porque allí reside la magia de lo sagrado, nos dice el maestro analizando el alma humana a través de la Alquimia.
Las religiones, en las que creen los seres humanos de este mundo contemporáneo, son puras paradojas.
Porque allí reside la magia de lo sagrado, nos dice el maestro analizando el alma humana a través de la Alquimia.
La experiencia en lo personal es inevitable. Cada cierto tiempo uno encuentra a una persona que expresa una coherencia completa, que bebe agua mineral, no come más allá de lo establecido, hace los ejercicios necesarios, piensa adecuadamente y opina con sobriedad. Esa experiencia me aterra. Normalmente pienso que se trata de una persona no solamente muy poco interesante, sino peligrosa. Probablemente en el momento en que yo esté bebido y excedido en las palabras, pienso para mis adentros, él o ella va a mantener la sobriedad y de manera injusta, conocerá de los meandros y rincones de una persona que no tiene cuidado de sí misma.
En el mundo occidental, a partir de los tiempos de la Ilustración, especialmente, se trató de clarificar las paradojas o simplemente negarlas. Más aún, el pensamiento moderno trató de acabar con las paradojas, tanto en la ciencia, en la lógica, conceptos “claros y distintos”, en las clasificaciones, en la moral, en las costumbres, como decía Gregory Bateson en el epígrafe. Y esa ha sido la gran frustración del mundo moderno, agrego yo. Como en el momento actual. Porque se creyó que era posible superar las paradojas, clasificar lo bueno y lo malo, lo racional y lo irracional, lo justo y lo no justo, incluso lo bello y lo feo. Nada de eso resultó. La razón se golpea obstinadamente con la sinrazón y la no explicación. Dice Jung que, según su experiencia, en la medida que se profundiza en el inconsciente, en las profundidades del alma humana, las paradojas se multiplican, los contrarios se atraen, se unen de una manera insoportable para el ser consciente.
“El bien y el mal están tan cercanos el uno del otro, próximos o juntos, como dos mellizos univitelinos”
Es por eso que el inconsciente es arcaico, no obedece a las estructuras racionales impuestas desde hace pocos siglos, se relaciona con los “arcanos” y “arquetipos” más profundos del “inconsciente colectivo”, y allí el bien y el mal son como dos gemelos. Y agrega en una libre traducción, “la realidad del mal y su incompatibilidad con el bien separan los elementos contrarios y conducen irrevocablemente a la crucifixión y a la puesta en suspenso de todo lo que uno vive”. Se vuelve insoportable el vivir. El ser humano en su nivel de consciencia no puede soportar que el bien y el mal convivan del modo más íntimo imaginable dentro de nosotros mismos. No puede soportar que los contrarios se atraigan, que no se los pueda separar. Busca a través de la imitación del bien externo, suprimir la unidad indisoluble.
Se vuelve insoportable el vivir. El ser humano en su nivel de consciencia no puede soportar que el bien y el mal convivan del modo más íntimo imaginable dentro de nosotros mismos.
La alquimia fue el intento, pre “científico” quizás, pero hermoso e imaginativo, de buscar la unión de los contrarios. La esencia de la conciencia, en cambio, es la diferenciación. Para realizar el estado de conciencia es necesario separar los contrarios, separarlos los unos de los otros y esto es, dice Jung “contra natura”. Porque en la naturaleza, en el estado de naturaleza, los contrarios se tratan de juntar, se buscan, más aún “los extremos se tocan”, y eso ocurre también en el inconsciente en particular en el arquetipo de la unidad, del “yo”, del sentido de las cosas, del sentido de uno mismo. Uno busca una totalidad. La alquimia se ocupa de encontrar el germen de la unidad que está escondido en el caos. Por cierto, no es fácil descubrirlo.
El sentido de las cosas, el objetivo final de la vida y todo ese asunto que nos enloquece en forma permanente., sobre todo en la soledad del aislamiento, es dice el maestro, “un asunto indiscernible y caótico”. Solamente agregaría, progresivamente se van multiplicando las “indicaciones” que precisan la existencia, que la vuelven más sencilla. Ese camino nunca es en línea recta es cómo un círculo dice al comienzo, y luego agrega que es un “espiral”. Como tenemos una suma tan grande de materiales simbólicos es imposible saber qué orden tienen las cosas; es como si los sueños tuvieran un principio ordenador, a menudo no lo tienen, son superposiciones, círculos que se reiteran, elipses que van y vienen y al final en el mejor de los casos un espiral, en que las circunferencias adquieren una cierta lógica, pero que no se sabe a dónde van a llegar.
El sentido de las cosas, el objetivo final de la vida y todo ese asunto que nos enloquece en forma permanente., sobre todo en la soledad del aislamiento, es dice el maestro, “un asunto indiscernible y caótico”.
Dice, «hay que confesar, sin embargo, que los contenidos arquetípicos del inconsciente colectivo, esto es las costumbres, la moral, lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer, aparecen a menudo en los sueños y en las fantasías bajo mascaras grotescas y la mayor parte de las veces nos inspiran terror«.
«hay que confesar, sin embargo, que los contenidos arquetípicos del inconsciente colectivo, esto es las costumbres, la moral, lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer, aparecen a menudo en los sueños y en las fantasías bajo mascaras grotescas y la mayor parte de las veces nos inspiran terror«.
Qué duda cabe que nos inspiran terror. La posibilidad rota de que los contrarios no se unan más, que en el nivel de lo consciente rechacemos el sentido del mal unido al del bien, que no nos satisfagamos nunca a nosotros mismos, es un asunto terrorífico. La persona se ve a sí misma como desquiciada, soñando lo que niega en el estado de vigilia, deseando lo que la razón le dice que no debe hacer, sufriendo por no poder conciliar sus almas gemelas univitelinas, lo bueno y lo malo, el deseo y la lívido.
Las ciencias modernas están cerradas a la paradoja. Y eso es grave ya que allí se deposita quizá lo más propio del alma humana, lo psíquico que es paradojal, lo sagrado, que define en buena medida a lo psíquico y a lo social, y lo social mismo que es permanentemente un juego inaprensible de los contrarios. Jung nos anima en este estudio a observar las paradojas sin tratar de amenazarlas de muerte, sin destrozarlas, sin reprimir de tal suerte su existencia que se pierda el valor, la riqueza de la cosa que conduce a la curiosidad que sentimos por ella y de allí a la sabiduría, quizá único camino de acceso.
Las ciencias modernas están cerradas a la paradoja. Jung nos anima en este estudio a observar las paradojas sin tratar de amenazarlas de muerte
En estos días terribles para la conciencia y sobre todo la “normalidad”, bien vale pensar en abrirse a las paradojas, que a veces son las que determinan la vida de los humanos.
En estos días terribles para la conciencia y sobre todo la “normalidad”, bien vale pensar en abrirse a las paradojas, que a veces son las que determinan la vida de los humanos.