Termina diciembre y a la hora del análisis queda siempre en la retina personal lo bueno y lo malo. Esta vez quiero, dentro de un año diferente para todos, rescatar uno de los aspectos positivos, lo que verdaderamente se debe atesorar y guardar con muchas ganas. Hace un año fui invitado a colaborar con “La Mirada Semanal”. Yo estaba un poco alejado de la redacción de artículos culturales, pero el desafío era interesante porque me permitía volver a escribir sobre temas que me atraen. Los libros y las artes visuales volvieron a aparecer automáticamente como una necesidad permanente en mí. Nunca se habían ido, pero volví a tener la oportunidad de explayarme, informarme. De creer en mi capacidad para generar temas culturales de manera sistemática. Ya antes me había enfocado en cumplir la meta de leer uno o dos libros de narrativa al mes y lo estaba logrando.
Al volver a escribir sobre literatura y artes visuales me reencontré con los placeres infinitos de los textos de mi biblioteca, con mis autores favoritos. Gocé con el realismo sucio de Fante, Bukowski y Carver. Releí a Salinger, me entusiasmé con la poesía de Baudelaire, Holderin y Blake; con la lucidez de Thoreau. Me encandilé con la pintura abstracta de Kandinski, Pollock y el surrealismo de Magritte. Conocí a Benito Cereno en la novela de Melville y redescubrí a Poe con sus cuervos de Baltimore, entre muchos otros autores.
Gocé con el realismo sucio de Fante, Bukowski y Carver. Releí a Salinger, me entusiasmé con la poesía de Baudelaire, Holderin y Blake; con la lucidez de Thoreau. Me encandilé con la pintura abstracta de Kandinski, Pollock y el surrealismo de Magritte. Conocí a Benito Cereno en la novela de Melville y redescubrí a Poe con sus cuervos de Baltimore, entre muchos otros autores.
Dedicarme de nuevo a redactar artículos culturales ha sido un viaje mágico que me recuerda que, además del mundo laboral y familiar, existe el motor de los libros como una esencia permanente que no se termina, que no se acaba y que constantemente se está renovando. Tener una columna semanal me ha obligado a buscar, investigar y pensar que no todo lo actual es lo que realmente está vivo, que siempre puede haber una excusa para hablar del pasado y evocar a artistas del talento de Mondrian, Goya, Lam o Hopper, por nombrar algunos. Lo importante está en que, al revivirlos, además de contar una historia sobre ellos, se intenta rendirles un pequeño homenaje.
En este año distinto aprendí también a que las cosas se pueden hacer a distancia y que los temas son inagotables. Los libros van a estar ahí pase lo que pase con la misma energía de siempre. Antes me gustaba mucho leer en el metro, mientras iba y volvía del trabajo. Esperaba esos momentos de soledad y aparente calma para abrir mis libros y volar con la imaginación hacia otros mundos. Con la pandemia y el teletrabajo, mis hábitos cambiaron y la relación con mi biblioteca personal se hizo más cercana y permanente. Puedo ver los libros todo el día y consultarlos a cualquier hora, aunque los mejores espacios para leer y escribir para mí siempre son en la mañana temprano y en la tarde noche. ”No hay amigo más leal que un libro”, decía el escritor Ernest Hemingway.
Cada columna que escribo para “La Mirada Semanal” es una renovación, una búsqueda. A veces siento que el fenómeno de “la cachetada al lector” -cuando este se sorprende a última hora con el desenlace inesperado de una historia- lo vivo en carne propia al revisar la obra de un artista o autor. “Escribo sobre lo que creo”, fue una frase que dije una vez en un taller literario en el que participé décadas atrás. El profesor y mis compañeros me miraron atónitos. Parecía que nunca nadie se había atrevido a decir eso y menos en un lugar de esa índole.
Es verdad: escribo sobre lo que creo, lo que me interesa, porque la voz personal e íntima tiene relevancia, porque dentro de la labor que tengo como comunicador es fundamental expresar y formar opinión, sea buena o mala.
Ahora que termina el año y todos esperamos que el nuevo llegue con mejores bríos verifico que son más de 40 los artículos que he escrito y se han publicado en “La Mirada Semanal”. Es la pasión literaria la que me hace estar pendiente, pensando y contando los días, las horas y los minutos para escribir sobre temas que brotan desde adentro, que aparecen en los sueños y en cientos de páginas impresas, que se esconden detrás de pequeños espacios, de miradas, de conversaciones, de profundas oquedades. Son las tremendas ganas de marcar presencia para decir las cosas y transmitir lo que uno piensa. Tal vez son esos los detalles que motivan y, finalmente, logran que la lucha por conseguir la felicidad sea siempre la misma.
Tal vez son esos los detalles que motivan y, finalmente, logran que la lucha por conseguir la felicidad sea siempre la misma.