Piñera en diálogo

por La Nueva Mirada

Por Marcelo Contreras

Sebastián Piñera está más que consciente que mantiene desacuerdos fundamentales con la oposición respecto de la agenda más relevante de su programa de gobierno y que sus esfuerzos por dividirla y generar mayorías circunstanciales, para tan siquiera aprobar la idea de legislar, han fracasado.

Sebastián Piñera está más que consciente que mantiene desacuerdos fundamentales con la oposición respecto de la agenda más relevante de su programa de gobierno y que sus esfuerzos por dividirla y generar mayorías circunstanciales, para tan siquiera aprobar la idea de legislar, han fracasado.

En buena medida porque el conjunto de partidos que configuran el arco opositor han establecido algunos criterios comunes en torno a dichas propuestas oficiales. Como ocurre con la pretendida reforma tributaria (defendiendo su progresividad y la recaudación fiscal), el proyecto de reforma previsional ( separando el reajuste a las pensiones mínimas del proyecto de reforma del sistema de pensiones, introduciendo mayor competencia en la administración de los fondos, así como un  reajuste menos gradual de las pensiones, etc.) y también en  los reparos al proyecto de “Admisión justa”, que busca modificar la ley de inclusión escolar aprobada durante la pasada administración, como al de control de identidad a los mayores de 14 años.

Precisamente por estas razones es que el mandatario ha asumido el riesgo de convocar, por primera vez y en forma personal,  a los jefes de los partidos de oposición a un diálogo directo en torno a esta agenda, prescindiendo de su equipo político.

Una apuesta arriesgada, como ha advertido la coalición oficialista, en la que tan sólo el mandatario  puede tomar los créditos si el esfuerzo fructifica y se acercan posiciones que permitan avanzar. Cualquier intento de utilización mediática de la iniciativa o de aprovechamiento político, tan solo podría revertirse en contra del Presidente. Y sería muy nocivo para el país.

Una apuesta arriesgada, como ha advertido la coalición oficialista, en la que tan sólo el mandatario  puede tomar los créditos si el esfuerzo fructifica y se acercan posiciones que permitan avanzar. Cualquier intento de utilización mediática de la iniciativa o de aprovechamiento político, tan solo podría revertirse en contra del Presidente. Y sería muy nocivo para el país.

También la oposición está desafiada en esta invitación al diálogo con un ánimo constructivo y propositivo, para expresar no tan sólo convicciones sino también propuestas, pensando en el interés superior del país y de los sectores que busca representar. Con el firme propósito de buscar acuerdos pero sin eludir las diferencias y la necesaria confrontación de ideas.

El diálogo y la búsqueda de acuerdos entre el gobierno y la oposición constituyen una dimensión esencial  de la política en democracia, que ciertamente no excluye la confrontación de ideas, con la voluntad no de imponer los puntos de vista propios sino escuchar y en lo posible  acoger otros  para  acuerdos posibles. Un diálogo que no puede dramatizar  la resolución de las diferencias por las reglas de mayorías y minorías que establece la democracia y que constituye una dimensión componente de la política.

Salvo el Partido Comunista, que ha comunicado que no concurriría a este diálogo en el caso de ser invitado, reiterando que en democracia, el espacio natural para ese diálogo y la búsqueda de acuerdos entre el gobierno y la oposición es el parlamento, los demás jefes de los partidos de oposición han aceptado la invitación, apostando a se trate de un esfuerzo genuino de Piñera por acercar posiciones y buscar acuerdos posibles en temas tan relevantes como la reforma tributaria, el actual sistema de pensiones, la seguridad ciudadana o los temas educacionales, sin descartar que este esfuerzo se pueda extender a otras áreas tan relevantes y necesarias para el país como la política hacia los pueblos originarios, la reforma de las Fuerzas Armadas y Carabineros, o la política exterior del país.

El diálogo y la búsqueda de acuerdos entre el gobierno y la oposición constituyen una dimensión esencial  de la política en democracia, que ciertamente no excluye la confrontación de ideas, con la voluntad no de imponer los puntos de vista propios sino escuchar y en lo posible  acoger otros  para  acuerdos posibles. Un diálogo que no puede dramatizar  la resolución de las diferencias por las reglas de mayorías y minorías que establece la democracia y que constituye una dimensión componente de la política.

Tanto Chile Vamos, como sectores del empresariado han insistido en que no se pueden hacer concesiones que desnaturalicen los proyectos y traicionen el programa de gobierno ofrecido al país, estrechando los márgenes de negociación para el Ejecutivo. Pero ningún gobierno, y uno que no cuenta con mayorías parlamentarias, puede pretender imponer al pié de la letra todas y cada una de sus promesas de campaña o programas de gobierno, sin considerar la opinión no tan sólo de la oposición o del parlamento, sino de un amplio movimiento social que levanta sus propias demandas y reivindicaciones.

Tanto Chile Vamos, como sectores del empresariado han insistido en que no se pueden hacer concesiones que desnaturalicen los proyectos y traicionen el programa de gobierno ofrecido al país, estrechando los márgenes de negociación para el Ejecutivo. Pero ningún gobierno, y uno que no cuenta con mayorías parlamentarias, puede pretender imponer al pié de la letra todas y cada una de sus promesas de campaña o programas de gobierno, sin considerar la opinión no tan sólo de la oposición o del parlamento, sino de un amplio movimiento social que levanta sus propias demandas y reivindicaciones.

Y tal como se ha reiterado hasta el cansancio, el parlamento, con la misma base de  legitimidad del gobierno, no es un buzón y la mayoría de los proyectos de ley salen mejorados de su tramitación, con el aporte de la oposición. Así ha sucedido  en el pasado, inclusive en los cortos períodos en donde el oficialismo ha tenido mayoría en el parlamento, y así debe seguir ocurriendo en el futuro. Es cómo funcionan los sistemas democráticos.

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