El mensaje presidencial en horario estelar para la televisión cumplió poco más que las expectativas mediáticas que inquietaban previamente en La Moneda. En definitiva la cuidada puesta en escena, como el cerco policial para evitar algún desaguisado mayor consiguieron sus objetivos y el Presidente pudo leer, con ansiedad previsible, la pretendida cuenta de los casi 15 meses de su segundo mandato, cuando la atención mediática se había trasladado principalmente a la región del Bío Bío, por el tornado y tromba marina que tuvo que visitar un apresurado Piñera el día previo al gran evento.
Difícilmente el mandatario pudo imaginar que el escenario económico terminaría marcando los límites de la cuenta de su gestión.
Difícilmente el mandatario pudo imaginar que el escenario económico terminaría marcando los límites de la cuenta de su gestión. Las promesas de campaña han ido chocando con un inquietante escenario internacional –argumentación necesariamente auto limitada tras sus persistentes condenas a la anterior administración por recurrir a esos vaivenes condicionantes de magros resultados macroeconómicos – en medio de vacilaciones para impulsar sus anunciadas contrarreformas y la persistente presión para limpiar la cancha a los afanes reactivadores a gusto del gran empresariado.
Difícilmente el mandatario pudo imaginar que el escenario económico terminaría marcando los límites de la cuenta de su gestión.
En el citado contexto los esfuerzos por reafirmar, pese a las pobrísimas señales de los primeros cinco meses de 2019, la confianza en sobrias pero positivas cifras de crecimiento para la segunda mitad del año no estuvieron ausentes y fueron ratificadas con máximo empeño por el titular de Hacienda desde el mismo día de la cuenta presidencial.
Con su reconocida tentación por golpes mediáticos, al ritmo de las encuestas – a falta de pan, buenas son las tortas – Piñera apostó a un anuncio con garantizados aplausos, como la disminución de integrantes del Poder Legislativo (más allá de su viabilidad política y tiempos efectivos para procesarse con seriedad), eludió cualquier referencia a las cuestionadas dietas parlamentarias y, como se ratificaría al día siguiente con una preparada ceremonia, anunció el publicitado tren a la Quinta Región (que ciertamente requiere de opciones y condiciones aún verdes en su viabilidad).
Con su reconocida tentación por golpes mediáticos, al ritmo de las encuestas – a falta de pan, buenas son las tortas – Piñera apostó a un anuncio con garantizados aplausos, como la disminución de integrantes del Poder Legislativo (más allá de su viabilidad política y tiempos efectivos para procesarse con seriedad), eludió cualquier referencia a las cuestionadas dietas parlamentarias y, como se ratificaría al día siguiente con una preparada ceremonia, anunció el publicitado tren a la Quinta Región (que ciertamente requiere de opciones y condiciones aún verdes en su viabilidad).
Más allá de sus cálculos Piñera tropezó con una piedra previsible para algunos, pero poco soportable para el PDC, que había otorgado un complicado apoyo a la idea de legislar la reforma previsional. Relativizar el manejo de administración del 4% adicional, dejando interrogantes abiertas sobre la participación de las AFP s en alguna fase de la aplicación de la reforma, objetivo abierto y público de los actuales administradores de los fondos de pensiones, encendió la pradera en la falange y más allá de todas las garantías (unas más explícitas como las del ministro Blumel) abrió nuevas interrogantes e incertidumbres más que obvias para los defensores de “ni un peso más a las AFP”.
La certeza respecto de un ente fiscal que marque distancias absolutas de la gestión de los fondos por parte de las AFP se relativiza en la misma medida que se ha desvanecido cualquier opción de ahorro previsional colectivo.
La certeza respecto de un ente fiscal que marque distancias absolutas de la gestión de los fondos por parte de las AFP se relativiza en la misma medida que se ha desvanecido cualquier opción de ahorro previsional colectivo.
Así el ruido mediático programado por La Moneda para sortear los escollos del tiempo de “vacas flacas” que inquieta al equipo ministerial tropezó con una primera piedra por obra y gracia del incontenible verbo presidencial. Con todo, el escollo parece lejos de ser monumental, en la misma medida que las oposiciones continúan en una fase reactiva, marcadas por vacíos de conducción unitaria que pongan en aprieto real al Ejecutivo, con limitada potencialidad de una efectiva mayoría parlamentaria.
Así el ruido mediático programado por La Moneda para sortear los escollos del tiempo de “vacas flacas” que inquieta al equipo ministerial tropezó con una primera piedra por obra y gracia del incontenible verbo presidencial.
Quizás una de las señales más evidentes de la fragilidad opositora se expresa en el acentuado protagonismo del jefe de gabinete Andrés Chadwick, dejando atrás los efectos de sus responsabilidades evidentes en el caso Catrillanca, liderando las gestiones institucionales ante los otros debilitados poderes del Estado y marcando línea en el tratamiento del mal llamado tema indígena.
Quizás una de las señales más evidentes de la fragilidad opositora se expresa en el acentuado protagonismo del jefe de gabinete Andrés Chadwick, dejando atrás los efectos de sus responsabilidades evidentes en el caso Catrillanca, liderando las gestiones institucionales ante los otros debilitados poderes del Estado y marcando línea en el tratamiento del mal llamado tema indígena.
La impronta represiva se hace sentir en las decisiones del Ejecutivo en el marco de un vacío de política institucional, cuyos costos recaen más bien en las abortadas iniciativas de diálogo impulsadas por el ministro Alfredo Moreno. Las señales de fracaso evidente de la llamada consulta indígena en sectores más que relevantes de aquella población, anticipan resultados que no harán más que acentuar un clima de confrontación al que el Ejecutivo ha aportado lo suyo, entre otras iniciativas abriendo la opción de arriendo de tierras consideradas ancestrales por las comunidades.
Las señales de fracaso evidente de la llamada consulta indígena en sectores más que relevantes de aquella población, anticipan resultados que no harán más que acentuar un clima de confrontación al que el Ejecutivo ha aportado lo suyo, entre otras iniciativas abriendo la opción de arriendo de tierras consideradas ancestrales por las comunidades.
La acentuación de un clima de confrontación y violencia es resultado de los vacíos y retrasos institucionales acumulados por la débil gestión del Ejecutivo y una legislación que continúa negando los derechos ancestrales de los pueblos originarios, marcando uno de los retrasos más elocuentes del desarrollo democrático de nuestro país en el contexto internacional.
Nada más lejano de las prioridades que el mandatario intentó marcar en su reciente cuenta del 1 de junio. La apuesta mediática resbaló más allá de los fríos cálculos de La Moneda para esquivar sus precariedades y vacilaciones.
A fin de cuentas la desafiante gestión institucional y el empoderamiento de la línea dura encabezada por Andrés Chadwick – incluso en sus relaciones con el Poder Judicial – tiene como contrapartida la debilidad de oposiciones fragmentadas y erráticas, aún incapaces de contrarrestar una gestión precaria, mal evaluada por la mayoría de la población y en pleno período de “vacas flacas”.
A fin de cuentas la desafiante gestión institucional y el empoderamiento de la línea dura encabezada por Andrés Chadwick – incluso en sus relaciones con el Poder Judicial – tiene como contrapartida la debilidad de oposiciones fragmentadas y erráticas, aún incapaces de contrarrestar una gestión precaria, mal evaluada por la mayoría de la población y en pleno período de “vacas flacas”.