Pluralismo y Pensar. Por Mario Valdivia V.

por La Nueva Mirada

Ser pluralistas no es un acto de buena voluntad hacia las demás. Una desapegada aceptación de otras formas de ser, que es necesaria para crear una convivencia valiosa. En el mundo actual, es fundamental para pensar.    

Pensar estratégicamente se orienta directamente hacia el futuro. Es lo que creo que hago cuando creo que pienso para preparar mis acciones. Y también las personas que conozco. Junto información, formulo, conceptualizo, modelo y esquematizo, anticipando   consecuencias hacia adelante. Procuro controlar los resultados de mis actos. Es obvio, ¿qué otra onda? Ahora, no parto de cero, por supuesto. Nadie lo hace. Me baso en el sentido común y la sensibilidad adquiridos durante años. Podría llamarlos narrativas maestras. Articulan las maneras de existir en sociedad que he adquirido, mis hábitos invisibles de reflexionar y sentir. A medias y ladeadas.

Pero si es cierto que el mundo actual no puede predecirse y se acabaron las certezas, pensar no puede consistir en informarme, calcular y tratar de atinarle a lo que viene. Tiene que ser una práctica diferente. Puede ser que haya que partir por darse cuenta de que lo inesperado no cae del cielo como surgencias de dimensiones ignotas, u obras de dioses de la creatividad y el capricho. Ocurre como resultado de las acciones de seres humanos que se mueven en sentidos comunes disjuntos al míos. En espacios sociales ortogonales, o que se topan poco o nada con este. Si soy derechista, tal vez en mundos de izquierda, si soy ingeniero, quizá en mundos poéticos, si soy cristiano devoto, posiblemente en universos budistas, si soy humanista, podría ser en mundos tecnológicos o científicos, si tengo cuarenta años, quizá en ambientes juveniles. Es desde mundos fundados en narrativas maestras disjuntas a las nuestras, que emergen eventos impredecibles y no imaginados. Hasta la pandemia actual, ese acto descarado de una naturaleza ciega estaba siendo anunciada por múltiples académicos y personas preocupadas por la ecología terrestre, mientras se preparaban vacunas virales de nuevo tipo.

Pienso que no hay que olvidar que estas narrativas, en tanto que textos, son solamente esquemas interpretativos articuladores superficiales, parciales y siempre desorientadores de maneras de vivir con otros en un espacio social. De maneras de ser que no pueden ser convertidas en texto. Por eso, no basta con enterarse de ellas, o quizá leer sobre ellas, hay que sumirse en la convivencia y apropiárselos. Al hacerlo, rearticulamos el espacio propio y nos rearticulamos a nosotros mismos.

Pensar ya no funciona como cálculo estratégico, sino como rearticulación. Creo yo. Consiste en enriquecer sistemáticamente la red de espacios sociales en los cuáles participamos. Mientras más disjuntos, posiblemente sea mejor. De allí emergerán   posibilidades no imaginadas y se anticiparán las contingencias antes que las demás.

Aprendí de niño que había que ser tolerante con las ideas ajenas. Más tarde, sustituí la tolerancia por el pluralismo, la aceptación de otras formas de ser. En ambos casos, el propósito era crear una convivencia decente. Hoy me consta que, sin pluralismo, sin una sistemática apropiación re – articuladora, no puedo pensar. Salvo calcular con más o menos precisión a partir de las premisas de quien ya soy. Las máquinas lo hacen cada vez mejor.               

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