Por Jaime Gazmuri
Académico de la Universidad de Talca
El Presidente Piñera, acompañado de su Ministro de Relaciones Exteriores, ha convocado a La Moneda a todos los ex Ministros de esa cartera, con el objetivo de discutir la agenda de la política exterior e intentar construir acuerdos transversales, que le restituyan el carácter de política de Estado. En efecto, desde la recuperación de la Democracia a comienzos de los 90, la política exterior del país contó con un sólido apoyo de las principales fuerzas políticas y sociales.
No siempre hubo completa unanimidad, pero si acuerdos ampliamente mayoritarios. Ello permitió superar en un tiempo brevísimo el severo aislamiento internacional que Chile sufrió durante la prolongada dictadura de Pinochet, recuperando prestigio y presencia en todos los escenarios internacionales, tanto regionales como globales. La Diplomacia chilena jugó un papel activo en los procesos de integración y conservación de la paz en América Latina, en la inserción del país en la economía global y en temas prioritarios en la agenda multilateral, desde la crisis climática, a la agenda social, los derechos humanos y la preservación de los océanos.
Ello condujo a que chilenos dirigieran organismos o misiones internacionales, en una proporción bastante mayor a la que correspondería al tamaño del país. Es el caso de la Secretaría General de la OIT, que sirvió Juan Somavía por dos periodos; de José Miguel Insulza a cargo de la OEA durante dos mandatos; de Michel Bachelet, como encardada de ONU Mujeres y ahora del Consejo de DDHH de la ONU; de Juan Gabriel Valdés y Mariano Fernández como jefes de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH).
Ello condujo a que chilenos dirigieran organismos o misiones internacionales, en una proporción bastante mayor a la que correspondería al tamaño del país.
Todos ellos, con excepción de la ex Presidenta Bachelet, actual Alta Comisionada para los DDHH, forman parte del Foro Permanente de Política Exterior, organización que se constituyó en abril de este año y que reúne a un elenco de personas con una vasta experiencia en el diseño e implementación de la política exterior de Chile desde el Gobierno, el Parlamento, la diplomacia, los organismos multilaterales y la academia, comprometidos con los ejes centrales de lo que se constituyó en esta esfera como política de Estado.
El Foro, en Carta Abierta dirigida al Presidente de la República, manifestó “su preocupación por la tendencia al abandono de esta larga tradición diplomática manifestada en varias ocasiones por la política exterior de su Gobierno”. Dicha tendencia se ha manifestado en múltiples episodios, comenzando por el desafortunado viaje del Presidente a Cúcuta para forzar el ingreso de ayuda humanitaria a Venezuela, en una iniciativa patrocinada por la Administración de Trump, que además de amenazar con una intervención militar, calculaba que la operación desencadenaría el derrumbe del Gobierno de Maduro en un brevísimo plazo.
Se acentuó con la no suscripción del acuerdo de Escazú sobre acceso a la justicia en asuntos ambientales, del que Chile junto con Costa Rica habían sido copatrocinadores y el de Marrakesh sobre migraciones, finalizando con la abstención en el Consejo de DDHH de las Naciones Unidas para la resolución que patrocina una comisión investigadora de las denuncias sobre los innumerables ajusticiamientos ilegales amparados por el Gobierno de Filipinas.
Todas estas posturas del actual gobierno expresan un evidente abandono de varios principios centrales en nuestra tradición diplomática.
Todas estas posturas del actual gobierno expresan un evidente abandono de varios principios centrales en nuestra tradición diplomática: la solución pacífica y negociada de los conflictos internacionales; el multilateralismo como el espacio para defender los intereses de los países de tamaño medio como Chile y la primacía de la defensa Derechos Humanos. En todos los casos citados, las explicaciones del Gobierno han sido inconsistentes o contradictorias, y a veces simplemente basadas en afirmaciones falsas. Ha sido evidente, además, la tensión entre la Cancillería y los asesores internacionales del Presidente instalados en la Moneda. Todo ello ha roto el consenso que en las últimas décadas ha caracterizado la política exterior de Chile.
En todos los casos citados, las explicaciones del Gobierno han sido inconsistentes o contradictorias, y a veces simplemente basadas en afirmaciones falsas.
El país navega en un escenario internacional complejo, incierto, pleno de nuevos desafíos que requieren una diplomacia sólida, coherente y activa, que cuente con un amplio respaldo nacional. Hoy en día, tal diplomacia está manifiestamente debilitada. Es indispensable reponerla si queremos enfrentar, entre muchos otros, problemas de la envergadura de las tensiones a la que ya estamos sometidos por la disputa comercial y geopolítica entre los Estados Unidos y China, o la crisis migratoria generada por el colapso de la economía y la sociedad venezolanas, que requiere soluciones a nivel regional y sustantivo apoyo multilateral.
El país navega en un escenario internacional complejo, incierto, pleno de nuevos desafíos que requieren una diplomacia sólida, coherente y activa, que cuente con un amplio respaldo nacional.
La conversación iniciada por el Presidente y su nuevo Canciller abre una oportunidad para regenerar amplios acuerdos en política exterior. Para ello, es indispensable rectificar posiciones. Un buen comienzo sería que Chile suscribiera el Acuerdo de Escazú, teniendo a la vista la importante Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP25) que se realizará en diciembre próximo en Santiago de Chile.
Un buen comienzo sería que Chile suscribiera el Acuerdo de Escazú, teniendo a la vista la importante Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP25) que se realizará en diciembre próximo en Santiago de Chile.
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También debemos tener en cuenta el apoyo al gobierno autoritario que se instaló en Brasil.