Presidente Piñera. Algo más que debilidades al desnudo

por La Nueva Mirada

Sebastián Piñera no ha demostrado liderazgo para enfrentar la crisis sanitaria, la emergencia social y la compleja situación económica que enfrenta el país, generada no tan sólo por la pandemia sino también por la tensión social que arrastraba el país. Es más que evidente que ambas situaciones han terminado por desbordar la capacidad del mandatario para constituirse en líder que concite cohesión al interior de su propio sector y menos en la oposición.

Su promesa de “tiempos mejores” ha terminado por constituirse casi en un sarcasmo, teniendo a la vista la situación que hoy vive el país. Poco o nada queda del programa de gobierno que Piñera prometiera al país. Su gabinete ha sufrido múltiples modificaciones, incluido el equipo político y económico, en sus dos primeros años de mandato. Y aún no logra redefinir con claridad los grandes objetivos para la segunda mitad de su mandato.

Su promesa de “tiempos mejores” ha terminado por constituirse casi en un sarcasmo

 Sus pretensiones de asumir un liderazgo regional ya habían naufragado en Cúcuta, cuando insensatamente concurrió para participar en el abortado intento de Guaidó por ingresar ayuda humanitaria a Venezuela. Y nadie se acuerda hoy en día de PROSUR, que países lo integran y para qué sirve. De la “mediación” que le encargaran algunos países europeos respecto de la amazonia, más vale no acordarse.

 Sus pretensiones de asumir un liderazgo regional ya habían naufragado en Cúcuta,

De la “mediación” que le encargaran algunos países europeos respecto de la amazonia, más vale no acordarse.

Nunca logró dimensionar la profundidad del conflicto social que explotó en la cara de su gobierno, intentado reducirlo a una cuestión de orden público- que el gobierno ha manejado desastrosamente, al igual que lo hiciera con el conflicto en la Araucanía- generando severos informes de organismos internacionales sobre graves violaciones a los derechos humanos en nuestro país.

Nunca logró dimensionar la profundidad del conflicto social que explotó en la cara de su gobierno,

La famosa “agenda social” con la que Piñera intentó dar respuesta a las demandas ciudadanas fue del todo insuficiente y es preciso darle el crédito a la oposición por mejoras en su tramitación parlamentaria.

En la actual crisis sanitaria optó por empoderar a su controvertido ministro de salud para diseñar y conducir la estrategia ante la pandemia. Una estrategia que hasta ahora se protege con una abusivo control mediático y cifras presentadas como éxito, aún cuando los cuestionamientos cunden desde instancias médicas y sociales, abriéndose un complejo flanco en torno a las cifras oficiales que desde el miércoles 29 incluyen a los asintomáticos (así los casos suben casi un 50%) en una medición diaria aún muy por debajo de las potencialidades existentes para realizar exámenes. La baja letalidad, como ocurre en otros países de la región, pareciera blindar los vacíos cuando se coincide en que los momentos más críticos de la pandemia están por venir en los próximos meses.

En la actual crisis sanitaria optó por empoderar a su controvertido ministro de salud para diseñar y conducir la estrategia ante la pandemia. Una estrategia que hasta ahora se protege con una abusivo control mediático y cifras presentadas como éxito

los momentos más críticos de la pandemia están por venir en los próximos meses.

Sebastián Piñera dialoga poco y escucha menos. Probablemente escucha a sus más fieles allegados, entre ellos a Cristián Larroulet, férreo defensor de la ortodoxia neoliberal. Y a algunos ministros (pocos). Agrega parcialmente a su esposa y algunos de sus amigos empresarios. No mucho más.

Los niveles de apoyo del mandatario cayeron estrepitosamente, hasta marcar menos de dos dígitos. Un verdadero record en la región. Tan sólo comparables con los de Nicolás Maduro. Su nombre se transformó en un verdadero ícono de las protestas, con rayados que lo sindicaban como asesino o dictador, exigiendo su renuncia. Incluso algunos parlamentarios exploraron la inédita posibilidad de impulsar una acusación constitucional en su contra. La irrupción de la pandemia, con el obligado control de la agenda pública y los derechos ciudadanos limitados le han permitido un respiro parcial en las encuestas que, ciertamente, puede leerse como una suerte de veranito de San Juan.

Con los partidos de su coalición mantiene prudente distancia. Tan sólo los convoca para llamarlos al orden y requerir apoyos específicos. Jamás para consultarlos, ni siquiera informarlos respecto de decisiones trascendentes, lo que le ha valido más de una crítica y reproche desde sus filas.

Así ocurrió con el sorpresivo anuncio del mandatario para que los trabajadores públicos retornaran a sus labores, se reabrirían los malls y los estudiantes retomarían sus clases presenciales, enfatizando que el país debía asumir “una nueva normalidad”.

Anuncios que debió matizar casi inmediatamente ante el fuerte rechazo de los trabajadores, de sectores de la oposición y el propio oficialismo, girando, a su estilo, al slogan del retorno seguro, gradual y con las debidas medidas de resguardo. Sabido es que el papel aguanta todo, más aún en tiempo de restricciones y estados de excepción.

Sabido es que el papel aguanta todo, más aún en tiempo de restricciones y estados de excepción.

Sabe Dios en que estaría pensando Piñera cuando decidió bajarse en la Plaza Italia (o de la Dignidad) para posar sonriente frente a las Cámaras. Desde luego no fue a saludar a los carabineros que la custodiaban. Pero lo cierto es que fue interpretada como toda una imprudencia y provocación.

La relativización del cronograma institucional

No son pocos los sectores de derecha que apuestan por abortar el proceso constituyente ya acordado y establecido con nuevas fechas por la pandemia. En verdad la mayoría, En especial el acuerdo suscrito por Chile Vamos y una mayoría de partidos de oposición para redactar una nueva constitución en una hoja en blanco, sin ninguna seguridad de que se puedan preservar los principios más caros para los sectores conservadores.

Andrés Allamand fue uno de los primeros en alertar acerca de los riesgos del acuerdo tal cual fuera redactado. Incluso intento detener a Mario Desbordes al momento de suscribir el acuerdo, sosteniendo que debía debatirse en la bancada. Fue el motivo para que se cambiara de la opción apruebo, que inicialmente aseguró tener, por la del rechazo, sumando a la mayoría de los parlamentarios y figuras histórica de RN, adoptando la consigna de rechazo reformista, con todo tipo de argumentos, cada uno más sofisticados que el otro, Desde los plazos muy largos, hasta el costo del proceso.

La pandemia entregó la justificación necesaria para reprogramar el cronograma institucional, pero aquello no le parece suficiente. Como afirmara el columnista Gonzalo Rojas hace unas semanas, el verdadero objetivo es modificar el acuerdo del 15 de noviembre, eliminado aquello de la “hoja en blanco”.

Todo sirve a ese propósito. Desde la propuesta de tomar como base el proyecto de nueva Constitución enviado por el gobierno de Michelle Bachelet al Congreso, hasta redefinir nuevamente el cronograma, en atención a la emergencia sanitaria, o la grave situación económica que previsiblemente enfrentará el país en los próximos meses.

De manera bastante inconsulta e imprudente Piñera, en un guiño a los sectores que están por la opción del rechazo al proceso constituyente, se sumó a esta estrategia, sosteniendo que muy probablemente esta situación económica obligaría a reconsiderar dicho cronograma.

Las reacciones no se han hecho esperar ante la evidente contradicción en los esfuerzos del gobierno por retomar una nueva normalidad y sus dudas acerca del cronograma institucional.

la evidente contradicción en los esfuerzos del gobierno por retomar una nueva normalidad y sus dudas acerca del cronograma institucional.

Mario Desbordes, timonel de RN y una de las caras de la derecha que se manifiesta por la opción de aprobar el proceso constituyente, fue enfático. “tan solo razones sanitarias podrían justificar una nueva modificación del cronograma constitucional”.

Por su parte, la oposición logró aglutinarse para rechazar en su conjunto la posibilidad de cambiar el cronograma acordado y que ello tan sólo podría ser resuelto a fines del mes de julio, teniendo a la vista la condición sanitaria que en ese entonces deba enfrentar el país.

El impacto social de la pandemia

Tan relevante como la emergencia sanitaria que hoy enfrenta el país es el impacto social que implica la crisis, con más de un millón trescientos mil empleos perdidos o suspendidos, muchas empresas al borde de la quiebra, además de las que enfrentan severas crisis para asegurar su viabilidad futura. Y tan grave como lo anterior, millones de chilenos con empleos precarios o informales, sin fuentes de ingresos.

Un significativo número de alcaldes, de diversos sectores políticos, han alertado de los riesgos de una verdadera “pandemia social”

Un significativo número de alcaldes, de diversos sectores políticos, han alertado de los riesgos de una verdadera “pandemia social”, aludiendo al impacto que genera la crisis sanitaria en los sectores más vulnerables del país y que podrían derivar en nuevas manifestaciones sociales como las que ya han empezado a generarse, aun bajo el estado de emergencia constitucional.

nuevas manifestaciones sociales como las que ya han empezado a generarse, aun bajo el estado de emergencia constitucional.

Como en ocasiones anteriores, la respuesta del gobierno está por debajo de las necesidades y requerimientos sociales. La renta familiar de emergencia es inferior al salario mínimo, El llamado bono Covid 19, equivalente a $ 50.000, es apenas simbólico y el conjunto de la ayuda anunciada para enfrentar la crisis social, reforzar los servicios sanitarios y proteger las fuentes laborales, está muy  por debajo del esfuerzo que el país- ciertamente desde los grupos más privilegiado en la desigual escala económica de Chile -está en condiciones de hacer frente a una de las crisis más severas que ha enfrentado a lo largo de su historia.

Como en ocasiones anteriores, la respuesta del gobierno está por debajo de las necesidades y requerimientos sociales.

está muy  por debajo del esfuerzo que el país- ciertamente desde los grupos más privilegiado en la desigual escala económica de Chile -está en condiciones de hacer frente a una de las crisis más severas que ha enfrentado a lo largo de su historia.

El agobio

Es como el día de la marmota. Especialmente para los miles de chilenos que deben vivir en cuarentena. Un día es igual al anterior, pese a todos los esfuerzos por hacerlo diferente. Algunos, ciertamente una minoría, tiene la suerte de poder hacer teletrabajo o estudiar desde sus hogares. Una experiencia nueva, que requiere de mínimas condiciones y que no siempre es posible compatibilizar con las labores domésticas, que obligatoriamente se comparten. O el cuidado de hijos que lleva muy mal el encierro obligatorio.

Las malas noticias se agolpan. Se viven días de temor, aislamiento e incertidumbre, esperando que las autoridades sanitarias entreguen un nuevo parte de infectados y fallecidos. Recibimos un verdadero bombardeo de noticias verdaderas o falsas a través de las redes sociales, cada una más alarmante o preocupante que la otra.

Las malas noticias se agolpan. Se viven días de temor, aislamiento e incertidumbre, esperando que las autoridades sanitarias entreguen un nuevo parte de infectados y fallecidos.

 Nos enteramos del avance de la pandemia en el mundo, golpeando duramente la economía de los países desarrollados y con mayor razón las economías emergentes. Todo apunta a una depresión mayor a la de 1929.

Se afirma que más de un millón trescientas mil personas se encuentran desempleadas o con sus contratos suspendidos.

 Las autoridades, sin poder establecer fechas de cuánto puede durar, insisten que lo peor está por venir, pese a lo cual anuncian planes de retorno – ¿seguro? – para trabajadores públicos y privados, los colegios y comerciantes. Graduales y con las medidas de seguridad que se requieran, como se ha visto exigido a precisar el gobierno, pero ineluctable (ineludible, inevitable, irremediable, forzoso, obligatorio). Tan sólo el proceso constituyente y el cronograma electoral podrían verse afectados por esta “nueva normalidad”, en donde deberemos convivir con la amenaza del virus y la incertidumbre respecto del futuro inmediato.

 Todo aquello no puede menos que traducirse en agobio. Más que difícil es imaginar cómo se puede vivir en aislamiento social por los próximos 12, 18 o 24 meses, que muchos estiman que podría durar la emergencia. Sin contacto físico con los padres, abuelos, hijos o nietos. Con los amigos, los compañeros o vecinos, Con mascarillas y guardando prudente distancia de la gente. Con cuarentenas recurrentes.

Hoy, como nunca se requiere no tan sólo de un sólido liderazgo que marque un camino que permita visualizar una luz al final del túnel, sino que genere unidad de propósitos, cohesión y colaboración nacional. Que asuma con fuerza y decisión el drama que hoy viven millones de chilenos. No tan sólo el sanitario sino también social y material.

Hoy, como nunca se requiere no tan sólo de un sólido liderazgo que marque un camino que permita visualizar una luz al final del túnel, sino que genere unidad de propósitos, cohesión y colaboración nacional.

Y esa es una tarea que le corresponde al gobierno y en especial al jefe del Estado. Sebastián Piñera no ha estado a la altura de esos desafíos y de poco o nada sirve intentar endosar esa responsabilidad a la oposición que, con sus más que conocidos límites y debilidades continúa al debe en el desafío mayor para enfrentar la crisis multisistémica del país.

Sebastián Piñera no ha estado a la altura de esos desafíos

No por nada esa es la verdadera definición de liderazgo.

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