Las encuestas más recientes reflejan una sostenida alza de Cristina Fernández y una pronunciada baja de Mauricio Macri (con una ventaja de seis puntos a favor de la ex mandataria). La inesperada posibilidad de que la ex mandataria gane en segunda vuelta, encendió todas las alarmas en el gobierno trasandino y generó una fuerte volatilidad en los mercados, con una caída bursátil del 4 % y un apreciable incremento del riesgo país.
Había que hacer algo. Y al Presidente no se le ocurrió nada mejor que convocar a un grupo de empresarios para suscribir un “pacto de caballeros” congelando, por seis meses (los mismos de la campaña presidencial), los precios de 64 artículos esenciales, en tanto que el gobierno se comprometía a replicarlo en las tarifas de los servicios básicos y tomar algunas medidas a favor de las PYMES.
Ciertamente medidas heterodoxas, a contra corriente de la inspiración neo liberal del gobierno, con claros objetivos políticos y electorales, recibidas favorablemente por los ciudadanos y críticamente en agentes económicos que dudan muy seriamente de su eficacia para contener el proceso inflacionario, que ya supera el 50 % sin señales para detenerse.
La inesperada posibilidad de que la ex mandataria gane en segunda vuelta, encendió todas las alarmas en el gobierno trasandino y generó una fuerte volatilidad en los mercados, con una caída bursátil del 4 % y un apreciable incremento del riesgo país.
El gobierno de Macri ha desnudado su incapacidad para ordenar la economía y la ansiada reactivación – como lo indican las cifras de crecimiento negativo, incremento de la cesantía (que se eleva al 10 %), la pobreza (se empina a un 35 %) – así como el control el déficit fiscal (6,5 %) y la deuda externa (cercana al 50 %), tras su cuestionada decisión de recurrir al auxilio del Fondo Monetario Internacional, de triste recuerdo para la mayoría de los argentinos.
Muchos culpan de este fracaso a la estrategia gradualista implementada por el gobierno de Macri para ajustar la economía, sin embargo las razones parecen ser bastante más complejas. Es bastante discutible que medidas de shock tuvieran viabilidad desde un punto de vista político y social para un gobierno que no tiene mayoría parlamentaria y la fuerte resistencia del justicialismo en sus diversas vertientes.
Ajustes ya se han aplicado. Disminuyendo fuertemente algunos subsidios a los servicios básicos, con reajustes salariales distantes del ritmo inflacionario y medidas para ajustar las cuentas fiscales. Con todo, los mercados están lejos de confiar en que el gobierno pueda retomar la senda de un crecimiento sostenible. Tampoco los inversionistas extranjeros, más allá de aplaudir algunas de las medidas asumidas por Macri, manifiestan confianza en una administración con vacilaciones y contradicciones en el manejo de la política económica. Y es más que evidente que el agro no puede sostener, por sí sólo, la recuperación económica del país.
De esta manera el gobierno parece haber agotado, con creces, el llamado “período de gracia” que la mayoría de los argentinos le concedió con la esperanza de reactivar la economía. Si hace algunos meses Mauricio Macri tenía la mejor opción para alcanzar la reelección, el escenario ha cambiado aceleradamente en corto tiempo.
El gobierno de Macri ha desnudado su incapacidad para ordenar la economía y la ansiada reactivación – como lo indican las cifras de crecimiento negativo, incremento de la cesantía (que se eleva al 10 %), la pobreza (se empina a un 35 %) – así como el control el déficit fiscal (6,5 %) y la deuda externa (cercana al 50 %), tras su cuestionada decisión de recurrir al auxilio del Fondo Monetario Internacional, de triste recuerdo para la mayoría de los argentinos.
Aquello explica que Cristina Fernández, acosada por numerosos procesos judiciales (el primero se inicia formalmente el próximo 21 de mayo), aparezca subiendo en las encuestas, con la expectativa de ganar las elecciones primarias obligatorias (PASO) para convertirse en la candidata presidencial del Kirchnerismo e incluso del justicialismo unificado, con la opción de imponerse en el balotaje al actual mandatario. Incluso con sus altos niveles de rechazo que muestran las encuestas.
Es más que improbable que Macri corra la misma suerte que, antes, numerosos ex mandatarios no peronistas experimentaron, forzados a renunciar sin poder completar sus mandatos. Pero resulta igualmente discutible su confianza en que volvería a ganar el balotaje con las mismas cifras que le dieron su anterior victoria (52 a 48 %). Las recientes encuestas muestran una realidad muy distinta. Hoy Macri no tan sólo perdería frente a Cristina Fernández, también enfrentando al ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, que vanamente intenta perfilarse como una tercera opción, al igual de lo que sucede con Sergio Massa, peronista disidente.
Todo aquello explica la apuesta del actual mandatario al implementar un heterodoxo y cuestionado plan de contingencia con el evidente propósito de recuperar terreno perdido y mantener vigente su opción en las elecciones de octubre. Una apuesta arriesgada y de última hora, de muy dudosa efectividad (los empresarios pueden ser muy caballeros pero son, ante todo, empresarios) e impacto electoral.
El sorprendente retorno de Cristina
La duda es si finalmente Cristina Fernández conseguirá materializar su candidatura, a pesar de los numerosos proceses judiciales que hoy enfrenta, con lapidarios testimonios (como el de su ex contador) y complejas evidencias en su contra (incluido los famosos cuadernos que llevaba el chofer que recolectaba las coimas) que le podrían impedir postularse nuevamente a la presidencia.
Hoy Macri no tan sólo perdería frente a Cristina Fernández, también enfrentando al ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, que vanamente intenta perfilarse como una tercera opción, al igual de lo que sucede con Sergio Massa, peronista disidente.
Lo verdaderamente sorprendente, especialmente para quienes no son argentinos, es que las numerosas acusaciones y contundentes evidencias de corrupción que la alcanzan junto a su familia, colaboradores y empresarios kirchneristas, no la hundan en las encuestas y, muy al contrario, le permitan subir y posicionarse como la candidata con la mejor opción para suceder a Macri.
Mientras sus más fieles partidarios y seguidores continúan sosteniendo que todas esas acusaciones constituyen una maniobra del gobierno, con la complicidad del poder judicial, para impedirle el ansiado retorno al poder, con el que siempre ha soñado.
Aquello puede ser entendible en los kirchneristas de corazón. Los que depositaron su fe en Néstor Kirchner y reconocieron como hazaña rescatar al país de la profunda crisis en que la sumiera el gobierno de Carlos Menem, gracias a una política heterodoxa, bastante populista y muy atrevida, que incluyó el default y el no pago a los llamados fondos buitres. Un liderazgo que sus seguidores traspasaron a Cristina Fernández, que llegó al poder de la mano de su marido y se presentó a la reelección.
Todo aquello explica la apuesta del actual mandatario al implementar un heterodoxo y cuestionado plan de contingencia con el evidente propósito de recuperar terreno perdido y mantener vigente su opción en las elecciones de octubre. Una apuesta arriesgada y de última hora, de muy dudosa efectividad (los empresarios pueden ser muy caballeros pero son, ante todo, empresarios) e impacto electoral.
Incluso puede ser entendible en amplios sectores populares beneficiados con las políticas asistencialistas del kirchnerismo. Pero resulta menos comprensible en la extendida clase media argentina, cuya calidad de vida se deterioró fuertemente en los últimos años, principalmente en aquellos más vulnerables, que volvieron a su condición de pobreza.
Las acusaciones de corrupción, tanto en el gobierno de Néstor Kirchner como en las dos administraciones de Cristina Fernández, son numerosas, involucrando a sus hijos, empresarios kirchneristas y altos funcionarios de gobierno, incluida la mítica figura de Julio de Vido, hombre de confianza de Néstor Kirchner, que luego se transformaría en la figura más influyente en el período de Cristina y a quien muchos sindican como el controlador de la trama de corrupción que involucra al pasado gobierno.
Tampoco los resultados económicos del gobierno de Cristina Kirchner fueron auspiciosos. Durante su administración se disparó la inflación, aumentó la cesantía y los índices de pobreza, sin registro de inversiones muy significativas, para terminar con una crisis que precipitó la derrota del candidato kirchnerista y el triunfo de Mauricio Macri, el primer representante de la derecha en ganar unas elecciones presidenciales en la Argentina en las últimas décadas.
La duda es si finalmente Cristina Fernández conseguirá materializar su candidatura, a pesar de los numerosos proceses judiciales que hoy enfrenta, con lapidarios testimonios (como el de su ex contador) y complejas evidencias en su contra (incluido los famosos cuadernos que llevaba el chofer que recolectaba las coimas) que le podrían impedir postularse nuevamente a la presidencia.
Tras el estrepitoso fracaso económico que hoy vive el país vecino, reflejado en una inflación que supera el 50 %, los altos índices de cesantía y pobreza, además del crecimiento negativo, puede entenderse la caída de Mauricio Macri en las encuestas. Más complejo es comprender el resurgimiento de Cristina Fernández y la ausencia de alternativas a estas dos figuras fuertemente desacreditadas por razones diversas. De allí que, considerando el alto porcentaje de indecisos y de aquellos que toman distancia de ambas alternativas, surja el debate respecto del eventual surgimiento de una nueva opción en el breve tiempo previo a la contienda presidencial.
Una elección polarizada y sin alternativas
En estricto rigor el oficialismo tiene una figura más competitiva que Macri para disputar la presidencia: la actual gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal (46 años), que supera al mandatario en sus niveles de apoyo en las encuestas, pero es altamente improbable que él decline su cuestionada opción a favor de su principal colaboradora.
Sumándose a los esfuerzos de Roberto Lavagna por convertirse en una tercera alternativa a las dos principales figuras políticas, se anota Sergio Massa, el peronista disidente, que no supera la barrera del 15 % en intención de voto en las encuestas.
De allí que, considerando el alto porcentaje de indecisos y de aquellos que toman distancia de ambas alternativas, surja el debate respecto del eventual surgimiento de una nueva opción en el breve tiempo previo a la contienda presidencial.
En este contexto la interrogante es lo que pueda resolver el justicialismo oficial, que tiene en algunos gobernadores sus principales cartas para disputar la presidencia, aunque hasta hora no marquen en las encuestas. Una alternativa es llevar un candidato a la primera ronda, buscando fortalecer su potencial electoral, La otra, temida por muchos, es que decida superar sus diferencias con el kirchnerismo y apoyar a Cristina Fernández, buscando la reunificación del viejo peronismo para volver al poder.
Las Primarias, obligatorias y simultáneas, para designar los candidatos presidenciales y parlamentarios deben realizarse el próximo 11 de agosto y todo indica que no arrojarán demasiadas novedades, Al menos en el terreno presidencial, confirmando las candidaturas de Mauricio Macri y Cristina Fernández, como otras disidentes del justicialismo, de sectores de izquierda y eventualmente un candidato del justicialismo oficial.
No es un dato menor la cantidad de votos que obtenga cada uno de los candidatos a la presidencia en estas primarias. Las encuestas proyectan una estrecha ventaja para Cristina Fernández sobre Mauricio Macri, anticipando una creciente tensión. Un eventual retorno de Cristina Fernández, convirtiendo al actual mandatario en un mero paréntesis, anticiparía un incierto futuro político para el vapuleado vecino trasandino.
Pocas esperanzas se pueden cifrar en una reelección de Mauricio Macri o el retorno de Cristina Fernández. Algo que no inquieta solo a un considerable sector de la población trasandina, como lo evidencian la volatilidad de los mercados y las expectativas de los organismos financieros internacionales.
La alternativa de “ordenar al país”, como ha prometido, cobrando viejas y nuevas cuentas a algunos de sus adversarios políticos, miembros del poder judicial y ex aliados que optaron por acogerse a la colaboración eficaz ante la justicia, aportando antecedentes sobre la corrupción que involucraba a Cristina, su familia y administración, explica la inquietud de un vasto sector de indecisos aún abiertos a la opción de una carta presidencial de última hora
Pocas esperanzas se pueden cifrar en una reelección de Mauricio Macri o el retorno de Cristina Fernández. Algo que no inquieta solo a un considerable sector de la población trasandina, como lo evidencian la volatilidad de los mercados y las expectativas de los organismos financieros internacionales.