“Puentes levadizos”, cuando el espíritu supera la memoria. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

Miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, el poeta chileno Pedro Lastra publicó una obra con motivo de los 90 años cumplidos este 2022.

Con un prefacio que corresponde a Diego Maqueira, quien también estuvo a cargo de la edición e imaginación de “Puentes levadizos” (2022) se enciende este texto de Pedro Lastra (1932) de tan solo doce poemas. Todos ellos provienen de otros libros como “Poesía completa” (Editorial UV, 2016) y “Cuaderno de la doble vida” (Editorial Pfeiffer, 2019).  Esta vez vuelve a publicar con Pfeiffer en una cuidada edición con un tiraje de doscientos ejemplares firmados por el autor y encuadernados de singular manera con cobre e hilo naranjo. Hasta ahora el libro ha transitado entre Santiago y Valparaíso y quizás hacia donde más llegará en un futuro cercano. Lo cierto es que vale la pena detenerse un momento en los versos, especialmente en su poema principal:

Puentes levadizos

¿Quién es este monarca sin cetro ni corona
extraviado en el centro de su palacio?
Los inocentes pajes no están más
(ahora cada uno combate por un reino
sin dueño todavía). Las damas de la corte
preparan el exilio.
¿De quién pues esta mano
inhábil, estos ojos que solo ven fronteras
indecisas o el viento
que dispersa los restos del banquete?
Llegué tarde, no tengo
nada que hacer aquí,
no he reconocido los puentes levadizos
y ése que se tendía
no era el que yo buscaba.
Me expulsarán los últimos centinelas despiertos
aún en las almenas: también ellos preguntan
quién soy, cuál es mi reino.
   

Qué se entiende, qué se respira en estos versos. En la poética de Lastra existe la luz y la oscuridad. El rey permanece perdido, agazapado, sin poder, sin valor. Hay una desesperanza total, reina la tristeza, la indecisión. Es tal la angustia que el protagonista no ha reconocido los puentes levadizos. Un monarca que no reconozca sus propios puentes ya no es tal y debe, por lo mismo, relegarse, culparse porque sabe que está llegando a su fin. Las alternativas se han terminado.

El resto de los poemas del libro deambulan, con justa razón, por espacios, puntos de negación y luz que a veces también abriga la esperanza de la refundación como en “El exilio o el reino” donde los que habitan un paraíso imaginario piensan que si un dios furibundo los echa, pueden renacer en un nuevo mundo bajo las aguas sin días y sin noches. Es tal la fortaleza que el amor puede renovarlo todo, iluminar lo que no se ve y estrechar los caminos.

En Lastra existe una huella sobre los tiempos, sobre el avance de la civilización y su construcción. Hay fuerza, hay garra, hay vehemencia. “El futuro está claro/ pero el presente es imprevisible”, lo señala en su poema “Carta de navegación”. En “Punto de fuga” la muerte llega de algo o de alguien envuelta en minutos que se desvanecen como sombra en la sombra. El terror y el horror de lo que no se domina, lo que permaneces ahí, escondido en la oscuridad.

Diego Maqueira, encargado de la selección de poemas en “Puentes levadizos”, escribe sobre un mundo dentro de otro, en el prefacio del texto:

(…) En esta primera versión de carácter restringido,

el curso que les propongo es seguir un orden

de secuencia de lectura de doce poemas precisos

del total de la obra en verso de Pedro Lastra.

Todos ellos como pasajes unidos entre sí y conectados sin cuerdas (…)

La unión invisible, la conexión trasparente entre los textos es la mayor fortaleza de “Puentes levadizos”, una obra que deja con ganas de más, de explorar otro poco, de aventurarse dentro de la luz y la oscuridad de Lastra, un poeta capaz de bajar por el peor de los precipicios para luego elevarse y salir a flote, rasgando la tierra y la claridad, escarbando cimientos y raíces, explorando las cosas desde el centro.

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