“Redman” y la verdadera trascendencia del héroe. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

La última novela del escritor y periodista chileno, Marcelo Simonetti, cuenta la historia de un reportero que trabaja como redactor en una revista de papel cuché. Una nota sobre unos profesores en la periferia de Santiago lo conecta con el Chile verdadero y cambia su perspectiva de ver la vida.

Recuerdo cuando estaba en primero o segundo medio, parado en el patio de maicillo del colegio. Conversaba de manera despreocupada con unos compañeros y de pronto siento que me tiran suavemente los pantalones a la altura de rodilla. Desconcertado, miré hacia abajo y vi a un par de niños de primero básico que necesitan de mi atención “Ayúdanos a sacar la pelota”, me dijeron con sus vocecitas agudas. Efectivamente, unos sesenta metros más allá, arriba de un árbol, estaba una pelota de fútbol. Inmediatamente los acompañé y después de empinarme, estirar los brazos y sacudir las ramas del naranjo, logré sacar el balón. En segundos, unos veinte niños aplaudían con entusiasmo mi hazaña. Debo reconocer que sonreí y me sentí un héroe para ellos, posiblemente el único que por altura podía ayudarlos en ese momento. Esa imagen se me vino a la mente después de leer “Redman”, la última novela de Marcelo Simonetti (1966), porque en ella el escritor y periodista chileno propone, a través de su relato, la figura del héroe que lucha por los más desposeídos, por los que realmente necesitan ayuda. La trama de la obra gira en torno a Teo Santos, un periodista que trabaja en una revista de papel cuché, acostumbrado a un ritmo burocrático, donde lo más interesante es viajar a destinos atractivos como el Caribe o la Patagonia.

Todo cambia cuando tiene que hacer una nota sobre unos profesores en la periferia de Santiago y se da cuenta que existe un mundo distinto, una realidad con necesidades, heridas abiertas, un espacio donde su profesión realmente puede cumplir un rol de denuncia y búsqueda que él mismo, se da cuenta, no ha estado haciendo. En el mundo de Santos se cuela Martínez, uno de los profesores entrevistados y quién le abre los ojos ante un Chile adormecido, mutilado, acostumbrado a vivir de despojos, de las migajas que los más afortunados le entregan por obligación a los más desposeídos.

En ese camino de descontento aparecen los rayados de denuncia firmados por Redman como el superhéroe que nadie ve, pero del que todos hablan. Consciente o inconscientemente, Simonetti sigue en su obra los diecisiete pasos del periplo del héroe establecidos por el escritor Joseph Campbell en su obra “El héroe de las mil caras” (1949). De esta forma, existe en todos los personajes un desarrollo y un crecimiento, especialmente en Teo Santos, que los lleva a participar en retos, tentaciones, abismos y transformaciones en medio de lo conocido y desconocido para llegar a sus respectivos destinos. 

Al igual que en otras de sus novelas como “El fotógrafo de Dios” (2009) y “Dibujos de Hiroshima” (2020), Simonetti en “Redman” entrega con destreza señales, búsquedas, intrigas y secretos que muchas veces solo se revelan al final del texto. Todos estos detalles hacen que el lector se sienta comprometido y jamás pierda el interés de seguir dando vuelta las páginas hasta llegar al desenlace.

Los niños del colegio que me pidieron ayuda hoy deben tener cerca de cuarenta años ¿Se acordarán del gigante que les rescató su pelota en un recreo? Lo dudo. “Redman” con su ironía y compromiso, me trajo a la mente, guardando las distancias, esa escena que viví en mi adolescencia en el patio del colegio. Vaya que es reconfortante sentirse héroe. Al menos por unos minutos.

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