El histórico triunfo electoral de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales de Colombia en su tercer intento por llegar al Palacio de Nariño lo sitúa en el podio desde el cual los nuevos mandatarios de izquierda latinoamericanos deben enfrentar la complejidad que caracteriza a los problemas globales y nacionales del siglo XXI. Solo falta que el elenco se complete con el triunfo de Lula en Brasil para que, a partir de 2023, nuestra región enfrente conjuntamente, con nuevos dirigentes y una nueva perspectiva, sus antiguos y nuevos desafíos.
La realidad es dinámica y no se detendrá para esperar que la nueva izquierda latinoamericana temple sus armas para enfrentarla a partir de enero del 2023. Por el contrario, los inevitables conflictos que se vayan suscitando constituirán seguramente desafíos globales y regionales propios del siglo XXI, aunque con especificidades nacionales que deben ser atendidas prioritariamente. Un buen ejemplo de ello es el reciente conflicto desatado en nuestro país por el acuerdo del directorio de la Corporación Nacional del Cobre, CODELCO, de iniciar el proceso de cierre definitivo de la planta de fundición de Las Ventanas debido a los elevados índices de contaminación que produce su actividad en la zona.
Si bien el conflicto referido pareciera ser específicamente nacional, presenta varias facetas que nos exigen contemplarlo con una perspectiva global y regional que nos conduce finalmente a la necesidad de repensar la integración latinoamericana.
El deterioro medioambiental y sus nocivos efectos en la salud de los seres vivos, en la biodiversidad, en los océanos y en todo lo que nos rodea es un fenómeno global que constituye una preocupación central de los principales organismos internacionales y de los Estados, siendo uno de los temas prioritarios de los programas de gobierno y de las políticas públicas de los representantes de la nueva izquierda latinoamericana, singularmente en los casos de los gobiernos de Gabriel Boric y de Gustavo Petro. Pero al sostener la necesidad de repensar la integración latinoamericana en 2022, el tema de la protección de un medioambiente sano nos conduce a repensar nuestra condición común de países de minería metálica y de exportadores de dichos metales sin procesar hacia los países industrializados. O bien de exportadores de petróleo sin refinar.

Compelidos por los múltiples desafíos de la guerra de invasión iniciada por Rusia en contra de Ucrania, los países miembros de la Unión Europea se encuentran reexaminando sus políticas energéticas y su dependencia extrema del gas y del petróleo proveniente de Rusia. La urgencia de este reexamen no los aleja de las investigaciones que realizan centros de estudio y universidades en torno a la necesidad de importación de minerales metálicos para enfrentar en los próximos años los requerimientos con fechas fijas que les permitan reconvertir sus sistemas de movilidad. Para 2035, la Unión Europea ha acordado reemplazar totalmente los vehículos con motores de combustión interna basada en energéticos fósiles por vehículos eléctricos. Ello implica que deberán multiplicar enormemente su consumo de metales necesarios para la elaboración de partes de los vehículos eléctricos. Litio y cobre, en especial, pero también cobalto, manganeso, níquel y tierras raras. Y estos metales constituyen un elevado porcentaje de las exportaciones latinoamericanas, ya que teniendo en cuenta los costos ambientales de la industria extractiva las empresas europeas no se plantean iniciar explotaciones mineras en su territorio. Tampoco lo hace China, nuestro principal mercado de exportación de cobre.
Las reflexiones anteriores ilustran la urgencia de repensar la integración latinoamericana en sus múltiples facetas. El conocimiento acabado y compartido de nuestras realidades nacionales como países de industria minera extractiva de los metales claves para la transición energética del siglo XXI es, apenas, una de las asignaturas pendientes de dichos desafíos. Y no se trata de prohibir totalmente la actividad de la industria minera de metales, como lo hizo El Salvador en 2017, sino de reapreciar nuestras fortalezas regionales en el siglo XXI y coordinar nuestras estrategias comerciales en beneficio de nuestros pueblos.