Por Mario Valdivia V.
(Re spectare: mirar hacia atrás; miramiento)
Cuidamos por respeto a nuestra con vivencia ciertas normas en nuestro comportamiento mutuo. Respetamos nuestra amistad, respetamos nuestra relación de pareja, respetamos nuestra relación padre-hijo…; cuidamos la ética que las norma.
Y debido a que las respetamos, cuidamos la ética que norma las prácticas respectivas.
No solo nuestra particular relación, sino que respetamos la amistad como institución, lo mismo que la relación de pareja y la de familia. No somos tan originales como a veces creemos. Heredamos tradiciones de relacionamiento, instituciones históricas de amistad, pareja, familia… Cuidamos, preservamos y modificamos esas instituciones, ensayando y proponiendo nuevas posibilidades, porque las respetamos. Y debido a que las respetamos, cuidamos la ética que norma las prácticas respectivas.
También nos relacionamos de acuerdo con la ley. Si no cuidamos las leyes por respeto a las instituciones políticas que compartimos, sino que las obedecemos por temor, tendremos con ellas una relación desapegada y descomprometida. Si calculamos que no seremos sorprendidos haciéndolo, no las obedeceremos. No hay estado de derecho que pueda funcionar así, vigilando a sus ciudadanos con desconfianza y armado hasta los huesos para conseguir obediencia. Es fundamental respetar nuestras instituciones estatales para cuidar las leyes como normas propias.
No hay estado de derecho que pueda funcionar así, vigilando a sus ciudadanos con desconfianza y armado hasta los huesos para conseguir obediencia.
Y no se trata de un problema de la sociedad o el estado; es personal. En un mundo de relaciones exclusivamente legales, las identidades posibles son solo dos: inocente o culpable. Si le agregamos relaciones transaccionales, hay dos más: ganadora o perdedora. El resto corresponde a los roles posibles en la división del trabajo, nuestro currículo. O sea, yo soy culpable o inocente, ganadora o perdedora, y una determinada profesión. Poca individualidad ¿no?
En ausencia de instituciones fundamentales que respetemos, no existe fundamento para cuidar normas éticas en nuestras prácticas colectivas.
En ausencia de instituciones fundamentales que respetemos, no existe fundamento para cuidar normas éticas en nuestras prácticas colectivas. Virtudes éticas como el coraje, la integridad y la generosidad no tienen espacio para ser reconocidas, así como no nos avergüenzan defectos como la cobardía, el abuso de poder, la inconsecuencia. El yo con virtudes características no tiene posibilidades de ser. La vida se empobrece, la individualidad se embota.
El yo con virtudes características no tiene posibilidades de ser. La vida se empobrece, la individualidad se embota.
Lo peor es que ocurre en una sociedad que, según se asegura, tiene todo para producir individuos libres: relaciones transaccionales liberales y relaciones políticas democráticas.