«Me he convertido en soberano del mundo
plantado ante tu puerta como un pobre vagabundo.
Mi amor vuela debajo de mi piso
cual ave del paraíso».
(Versos a Roxelana, Soleimán, traducción de Samper Pizano)
Como he repetido tantas veces durante estos últimos meses, vivimos en una especie de limbo, un tiempo que se eterniza, azotados por la pandemia que no quiere convertirse en endemia y por una dictadura sanitaria que juega con la mente de los chilenos encerrándolos o liberándolos a su amaño, pero sin dar razones para su errático actuar. Esta semana, sin ir más lejos nos han sorprendido con la salida de cuarentena -programada para hoy- de diez comunas de la Región Metropolitana. La razón, un misterio, salvo que graciosa y generosamente han decidido darle un poco de libertad, quizás la idea de libertad, a zonas que han permanecido hasta tres meses encerradas. Es gracioso, por decir lo menos, porque sino habría que ponerse a llorar a gritos, que las autoridades sanitarias jueguen con la salud mental y física de los chilenos. A raíz de ello, y pese a que había estudiado otra temática para escribir esta semana, encontré que ni mi cabeza, menos mi espíritu, está para temas dolorosos y decidí viajar al Imperio Otomano, allá por la primera mitad del 1500 donde vivió Roxelana, “La gran emperatriz de oriente”, la amada de Soleimán el magnífico, su única esposa legítima, aquella que le dio seis hijos y que llegó a ser la mujer más poderosa dentro del imperio Otomano. Una historia digna de Las mil y una noches.
Roxelana significa procedente de Roxolania, una región del antiguo reino de Polonia. Se cree que su verdadero nombre era Aleksandra Lisovska y que era originaria de Rohatyn, una población del oeste de Ucrania, entonces parte de Polonia; su fecha de nacimiento es desconocida, aunque se cree que nació en 1505. Siendo aún adolescente, fue capturada por los tártaros en una de sus razias y vendida como esclava en Estambul, con apenas 15 años.
En algún momento fue presentada al príncipe heredero Soleimán, que en 1520 sucedió a su padre como sultán; según los cronistas otomanos, cuando este subió al poder Roxelana ya era su concubina. Soleimán la apreciaba por su conversación y porque, al igual que él, componía poesía; pero se desconocen más detalles de su relación inicial, ya que nadie se esperaba la importancia que adquiriría. Se la apodó Hürrem que se podría traducir como «alegre» o «sonriente», “gozosa”, según cuenta la estadounidense Leslie Pierce, autora de «El harén imperial: mujeres y soberanía en el Imperio Otomano» (The Imperial Harem: Women and Sovereignty in the Ottoman Empire).
Soleimán sorprendió a su corte casándose oficialmente con Hürrem (una esclava) y creando un título ex profeso para ella, el de haseki sultan, “única favorita” y así pasó de tener cientos de concubinas en el harén a la monogamia por amor.
Bajo el seudónimo de Muhibbi, Solimán compuso innumerables poemas, muchos de ellos dedicados a Hürrem Sultan, entre ellos,
«Trono de mi mihrab solitario, mi bien, mi amor, mi luna.
Mi amiga más sincera, mi confidente, mi propia existencia, mi sultana, mi único amor.
La más bella de las bellas…
Mi primavera, mi amada de rostro alegre, mi luz del día, mi corazón, mi hoja risueña…
Mi flor, mi dulce, mi rosa, la única que no me turba en este mundo…
Mi Estambul, mi Karamán, la tierra de mi Anatolia,
Mi amor que vale más que todo lo contenido en Roma,
Mi Badakhshan, mi Bagdad y mi Jorasán
Mi mujer de hermosos cabellos, mi amada de ceja curvada, mi amada de ojos peligrosos…
Cantaré tus virtudes siempre
Yo, el amante de corazón atormentado, Muhibbi con los ojos desbordados de lágrimas, yo soy feliz.»
«Se casó con ella, la llevó a vivir en sus habitaciones en el legendario Palacio Topkapi, centro de la vida política, la hizo madre de seis de sus hijos y la convirtió en su principal consejera», describe Daniel Samper Pizano, en su libro «Camas y famas, las más raras y genuinas historias de amor». Su fama traspasó las fronteras y fue conocida por artistas de toda Europa. Es así como Tiziano pintó sus retratos más famosos y escritores del Siglo de Oro español como Quevedo y Lope de Vega la mencionaron en sus obras. Por si fuera poco, inspiró una de las sinfonías de Franz Joseph Haydn. ¿Habrá existido una historia más increíble que la de una muchacha vendida como esclava y que llegó a convertirse en la emperatriz de uno de los mayores imperios de la época? Con ella se inició la era de los sultanatos de las mujeres en el Imperio Otomano.
Sin embargo, no todo fue amor y rosas en la vida de Roxelana… también se la conoce por su inteligencia, astucia y una pizca de crueldad. Se cuenta que poco a poco, Roxelana se las arregló para alejar a los amigos y familiares cercanos que aconsejaban a Soleimán. Primero se deshizo de su concubina Mahidevran Gülbahar aprovechando la rivalidad que existía entre ellas y la leyenda afirma que en un encuentro en el palacio Topkapi, ésta se lanzó sobre Roxelana enceguecida por los celos y le arañó la cara dejándole “surcos sangrientos”.
«Por la noche, Soleimán pidió que le llevaran a Roxelana y ésta, hábilmente, le mandó decir que se avergonzaba de que la viera porque ‘la otra’ la había arañado hasta dejarla impresentable», cuenta Samper Pizano. Como era de esperar, el sultán se enfureció y expulsó de la ciudad a su antigua amante.
«Incluso se adentró en la política exterior del sultanato, con aprobación de Soleimán, que la supo utilizar como arma de simpatía y seducción para abrir puertas», dice Samper Pizano en su libro.
«Su inteligencia, educación, fuerza de voluntad y otros talentos le permitieron no solo sobrevivir en el populoso mundo del imperio Otomano, sino salir triunfante y convirtieron a Roxelana en una de las mujeres más influyentes en la historia de este imperio, tanto que también sus sucesoras disfrutarían de un tratamiento semejante. Empezó así un período de más de un siglo conocido como “el sultanato de las mujeres”, en el que las madres y esposas de los sultanes ejercieron un gran poder en la corte otomana.
Y es que Soleimán desafió siglos de tradiciones de corte por aquella mujer de la que, al parecer, estaba realmente enamorado. Lo establecido y normal era que las concubinas permanecieran en contacto con el sultán hasta tener un hijo. Tras ello, el gobernante no volvía a acostarse con ellas y, una vez cumplida la mayoría de edad del hijo, si este era varón, se le enviaba a gobernar alguna provincia del imperio y su madre le acompañaba. Sin ser una ley, esta era una tradición importante en el harén otomano e intentaba impedir que la mujer que le diera más hijos ejerciera mayor influencia sobre él.
Roxelana también logró triunfar en la cuestión del heredero al trono, aunque el heredero natural y al que varios altos cargos de la corte apoyaban era Mustafá, el primogénito de Soleimán, pero todos cayeron en desgracia uno tras otro, algunos por motivos fundados y otros a causa de Hürrem. Mustafá fue acusado de formar parte de un complot para hacerse el poder y ejecutado por orden de su propio padre en 1553; y su madre, Mahidevran Gülbahar, desterrada a una provincia lejana. Así, el cuarto de los hijos de Hürrem pasó a ser el heredero y a convertirse en el próximo sultán con el nombre de Selim II.
La lucha por el poder nos deja ver la cara más despiadada de Hürrem, pero esta crueldad no era cosa rara y quizás resultaba imprescindible para sobrevivir en la corte otomana. Por el contrario, en su actividad pública se destacó por la realización de actividades útiles para la gente común y financió hospitales, madrazas, baños públicos y comedores para los pobres; no solo en la capital sino en lugares de importancia simbólica. Entre sus obras más destacadas se encuentra una mezquita, dos madrazas, una fuente y un hospital para mujeres cerca del mercado de esclavos de las mujeres (Avret Pazary) en Constantinopla. El hecho de que fuera el tercer edificio más grande de la capital, después de los complejos de Mehmed II (Fatih) y Süleyman (mezquita de Suleimán), da testimonio del gran estatus de Hurrem. También construyó complejos como las mezquitas en Adrianópolis y Ankara.
Como si fuera poco, encargó un baño público, los Baños de Roxelana, para servir en las abluciones de la comunidad de fieles de la cercana mezquita de Santa Sofía y en Jerusalén estableció en 1552 el Haseki Sultan Imaret, un comedor de beneficencia pública para alimentar a los pobres y los necesitados que alimentaba al menos a 500 personas dos veces al día.
Esta inteligente y bella mujer manejó en forma brillante la política exterior del imperio y Soleimán utilizó sus talentos para lograr importantes acuerdos con estados extranjeros, entre ellos, Polonia.
Hürrem Haseki Sultan, o Roxelana (o la bruja rusa, como la apodaron sus enemigos), es recordada en la Turquía moderna y en el mundo, y su vida ha sido como ya mencionamos antes, el tema de muchas obras artísticas y ha pasado a la historia como la «Gran Sultana». Tres años después de la muerte de Hürrem, el autor francés Gabriel Bounin escribió una tragedia titulada La Soltane sobre el papel de Hürrem Sultan en la muerte de Mustafá. Esta tragedia marca la primera vez que los otomanos fueron introducidos en la literatura europea (Francia).
En 1644 se elaboró un juego de cartas donde aparece la imagen de la sultana y bajo su imagen se leen siete líneas descriptivas en francés, «Femme de Solimán Empereur des Turcs» (Esposa de Soleimán el Magnífico, emperador de los turcos) y «cruelle» (cruel) escrito arriba en la derecha del boceto.
Hürrem Sultan murió en abril de 1558 y fue enterrada en un magnífico mausoleo en la Mezquita de Soleimán y reposa junto al de su esposo el sultán, quien murió ochos años después y dispuso que su propio mausoleo debía ser adyacente al de su esposa, voluntad que fue respetada por su hijo.
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Excelente historia, entre romántica y cruel. Maravillosos los versos del sultán. Gracias Cristina.