Los matinales son apodados peyorativamente en nuestro país como “los programas para la dueña de casa”. Teoría que se desplomó como tantas cosas con esta pandemia porque confinados en el hogar hoy todos somos potenciales audiencia de este formato televisivo.
En tiempos “normales” (antes de la pandemia) los 4 matinales de nuestra televisión abierta promediaban 5,4 puntos de rating. Durantes estos meses de encierro, de abril a hoy, promedian 5,9. Es decir, hay un alza que se traduce en 85.800 personas más de las que habitualmente veían matinales. Un punto de rating equivale a 66.000 personas.
Los matinales ocupan el tercer lugar dentro de la programación que anota más puntos al rating de un canal. Primero están las teleseries, luego las noticias y en tercer lugar los matinales. Matices más, matices menos, esa es la regla.
No tengo nada contra los matinales. Es más, tuve una buena experiencia siendo comentarista de cultura y espectáculo en el Buenos Días a Todos de comienzos de los años 90. En un tiempo donde el formato cumplía una labor de entretención y servicio público en la televisión chilena. En lo personal el espacio que me tocó ocupar profesionalmente siento que se enmarcaba en la misión de entretención. Sí, la cultura es también un maravilloso pasatiempo.
No tengo nada contra los matinales. Es más, tuve una buena experiencia siendo comentarista de cultura y espectáculo en el Buenos Días a Todos de comienzos de los años 90. En un tiempo donde el formato cumplía una labor de entretención y servicio público en la televisión chilena. En lo personal el espacio que me tocó ocupar profesionalmente siento que se enmarcaba en la misión de entretención. Sí, la cultura es también un maravilloso pasatiempo.
Para no dar la lata describiendo lo que son los matinales porque todos los hemos visto (hasta el más intelectual ha pasado por allí y el que lo niegue sorry pero no le creo) me concentro en hacer un repaso al boleo de los contenidos clásicos del formato matinal criollo. A ver, tenemos lectura de los titulares de algunos diarios, de preferencia el tabloide LUN que nutre a los panelistas de temas no poco profundos como los últimos amoríos de tal con cual o el arrebato de algún futbolista en una noche de farra. Luego tenemos lecturas de horóscopos con un enfoque sistémico en el que participan desde charlatanes a psicólogos pasando por numerólogos, astrólogos, canalizadores de energía y gente más honesta y graciosa como la entrañable tía Yoli, la legendaria tarotista Yulanda Sultana. Otros de los condimentos históricos del matinal chileno son las campañas de servicio público (algunas muy loables por lo demás) las clases de cocina, las tandas de chacoteo, el repaso por los temas faranduleros, las intervenciones de especialistas que entregan toda clase de “tips”, tips para peinar a las mascotas, para adelgazar la cintura, para disminuir el abdomen; para hacerse mascarillas covid caseras. Luego están las rutinas guiadas de ejercicios para tonificar los músculos atrofiados en pandemia; los concursos; los consejos de bienestar; y suma y sigue y sigue y suma al infinito porque vaya que hay que tener “toyo” para llenar cinco horas de programación “en vivo y en directo” cada mañana de cada día hábil de la semana.
Con el tiempo los contenidos mencionados y el propósito (entretención y servicio) se han mantenido casi inalterables. Lo que ha cambiado es el formato. Y acá es donde aplica la expresión: ¡Danger! Las parejas de conductores de los años 90 desaparecen y entra un desfile de personajes donde al menos yo, confieso que no puedo distinguir quién hace qué. Emerge un tipo de reportero en terreno apodado “notero”. El notero, es hasta donde entiendo, el que va tomando el pulso de la calle desde el despunte del día y al cual le dan el pase desde el estudio cada cierto rato. El tipo se desplaza de un lado a otro de la ciudad a la velocidad del rayo. Aparece en la Vega Central, luego en el primer pejae de la ruta 68 y al poco rato pisando el barro de las poblaciones picando finito la cebolla. Qué manera de ser cebollero el notero de un matinal. Cuando no le da por hacerse el gracioso. Porque también existe esa clase de notero, el notero-payaso. ¡Y el peor de todos! El notero detective. Ese que siente y le hacen sentir desde el estudio que se encuentra en una auténtica misión imposible.
Con el tiempo los contenidos mencionados y el propósito (entretención y servicio) se han mantenido casi inalterables. Lo que ha cambiado es el formato. Y acá es donde aplica la expresión: ¡Danger!
Luego viene algo que me supera. Acá es donde los cambios aplicados al formato acabaron por deformar la puesta en escena. Me refiero a ese ejército de personas que copan el estudio del matinal donde ya no se sabe quien es quién y a pito de qué está ahí. No se sabe quién es conductor, quien invitado estable, quien va de opinólogo, quien es periodista y opinólogo a la vez, quien es conductor periodístico y quien como periodista hace de animador o de periodista conductor, quien va de panelista estable y quién de panelista inestable. A-go-ta-dor.
Luego viene algo que me supera. Acá es donde los cambios aplicados al formato acabaron por deformar la puesta en escena. Me refiero a ese ejército de personas que copan el estudio del matinal donde ya no se sabe quien es quién y a pito de qué está ahí. No se sabe quién es conductor, quien invitado estable, quien va de opinólogo, quien es periodista y opinólogo a la vez, quien es conductor periodístico y quien como periodista hace de animador o de periodista conductor, quien va de panelista estable y quién de panelista inestable. A-go-ta-dor.
Aterrizo finalmente en el punto que me indigna. El de los periodistas secuestrados por los matinales. Los mismos periodistas que veíamos conduciendo los noticieros, de pronto como por arte de magia aparecen a las 6 de la mañana en lugar de estar dando las noticias a eso de las 9 de la noche. O lo que es peor, los mismos que dan las noticias a eso de las 9 de la noche, forman parte del enjambre de conductores panelistas opinólogos del segmento de los matinales. Periodistas que han sido abducidos por los matinales probablemente con la pretensión de abrir espacios de “seriedad” en el segmento de entretención de la mañana. Pero como el camino al infierno también está tapizado de buenas intenciones, ocurre que fue el periodismo el que terminó contaminándose con el circo matinal y cuando un oficio se contamina lo que resulta de allí es el mal ejercicio del mismo.
Aterrizo finalmente en el punto que me indigna. El de los periodistas secuestrados por los matinales.
Periodistas que han sido abducidos por los matinales probablemente con la pretensión de abrir espacios de “seriedad” en el segmento de entretención de la mañana. Pero como el camino al infierno también está tapizado de buenas intenciones, ocurre que fue el periodismo el que terminó contaminándose con el circo matinal y cuando un oficio se contamina lo que resulta de allí es el mal ejercicio del mismo.
El buen Periodismo no es el que juzga y una entrevista no es un interrogatorio. Esa es mi humilde máxima en el ejercicio de este digno oficio.
El buen Periodismo no es el que juzga y una entrevista no es un interrogatorio. Esa es mi humilde máxima en el ejercicio de este digno oficio.
Nuestro rol en la sociedad no es ser jueces. Una entrevista periodística nunca será un «interrogatorio» y si lo es, hemos perdido el rumbo. El buen periodista logra su cometido preguntando y contra preguntando, citando fuentes – documentos o testimonios- para que su entrevistado responda. Y cuando el buen periodismo se desvía de ese propósito lo que consigue es producir «ruido» comunicacional que no es otra cosa que confundir a la audiencia, a la población.
Quienes piensan que su rol es similar al de un interrogatorio de la PDI o a la misión de un fiscal, está en un error grave. No olvidemos nunca el caso de Alejandro Guillier que por dárselas de paladín de la justicia le arruinó la vida a una persona, el juez Calvo, y de paso no colaboró en lo más mínimo al esclarecimiento del caso que el magistrado estaba investigando.
Quienes piensan que su rol es similar al de un interrogatorio de la PDI o a la misión de un fiscal, está en un error grave. No olvidemos nunca el caso de Alejandro Guillier que por dárselas de paladín de la justicia le arruinó la vida a una persona, el juez Calvo, y de paso no colaboró en lo más mínimo al esclarecimiento del caso que el magistrado estaba investigando.
En estos días donde los matinales se han convertido en un referente, nos guste o no, porque son miles los chilenos confinados en sus hogares con la televisión prendida por las mañanas, he visto en innumerables oportunidades a los panelistas que son periodistas (porque no mediré con la misma vara a quienes no tienen esa formación) acorralando entrevistados al punto de generar polémicas ficticias que son completamente perniciosas en estos momentos. Como país ya estamos lo suficientemente golpeados y estresados.
Este lunes 10 de agosto a eso de las 10 de la mañana en el matinal de Mega, Mucho Gusto, se trató el estremecedor caso de Ámbar Cornejo. Se invitó a un magistrado representante del gremio de los jueces chilenos. Su presencia se justificaba toda vez que hay todo un país conmovido y con justa razón con muy poca capacidad de atender argumentos técnicos que puedan enmarcar el procedimiento que llevó a otorgar la libertad condicional al asesino. Pues bien, durante más de 20 minutos el panel completo cuadriculado en la pantalla del zoom, liderado por una sola periodista, adoptó un rol inquisidor que no sirvió absolutamente para nada.
Este lunes 10 de agosto a eso de las 10 de la mañana en el matinal de Mega, Mucho Gusto, se trató el estremecedor caso de Ámbar Cornejo. Se invitó a un magistrado representante del gremio de los jueces chilenos. Su presencia se justificaba toda vez que hay todo un país conmovido y con justa razón con muy poca capacidad de atender argumentos técnicos que puedan enmarcar el procedimiento que llevó a otorgar la libertad condicional al asesino.
El juez estaba allí no para autoflagelarse. Fue convocado para entregar los elementos de carácter técnicos propios de la judicatura, con todas las complejidades que nosotros – la población – desconocemos del proceso que opera al momento de decidir las libertades condicionales.
Llevados por sus sentimientos los panelistas abandonaron su rol y se convirtieron en juez del juez. A toda costa empujaban para que el magistrado hiciera en nombre del gremio de los jueces un «mea culpa».
Llevados por sus sentimientos los panelistas abandonaron su rol y se convirtieron en juez del juez. A toda costa empujaban para que el magistrado hiciera en nombre del gremio de los jueces un «mea culpa».
» Mea culpa » significa literalmente ‘por mi culpa’, es decir, es algo que debe nacer de quien lo siente. Los mea culpa conllevan detrás una reflexión profunda asociada a un arrepentimiento. Lo sabemos bien todos en una sociedad donde muchas instituciones han hecho su mea culpa por violaciones a los derechos humanos, por encubrir a pedófilos, por fingir demencia o repentinos ataques de Alzheimer.
Si los jueces hacen o no hacen un mea culpa por el caso de Ámbar Cornejo, es su territorio. Un periodista que quiere ser juez termina por abandonar sus funciones, funciones muchísimo más valiosas que andar apuntando con el dedo.
Si los jueces hacen o no hacen un mea culpa por el caso de Ámbar Cornejo, es su territorio. Un periodista que quiere ser juez termina por abandonar sus funciones, funciones muchísimo más valiosas que andar apuntando con el dedo.
La misión de facilitar la información a la población para que ésta saque sus conclusiones. La gracia es que como periodista habremos cumplido nuestro rol dejando instalada en la comunidad la información que le permita hacer su análisis.
La misión de facilitar la información a la población para que ésta saque sus conclusiones.
Lo otro no es buen periodismo. Lo otro, lo que vi esa mañana de lunes, fue el circo del matinal con una periodista con trayectoria que por las noches lee noticias y por la mañana me parece que ha sido (lamentablemente) secuestrada por el formato matinal.
Por Verónica Neumann
Periodista