Por Frank Kotermann
Al doctor Martínez no se lo cuentan. Fue testigo presencial del lanzamiento al río del joven Anthony. El horno no está para bollos ni chistes de mal gusto que solo retratan miseria humana como la que exhibe en redes sociales la locuaz fascista Tere Marinovic. ¿Cabe sorprenderse de la brutalidad policial en las calles? Para nada, se apresura en responder nuestro galeno, Carabineros de Chile es una institución en demolición hace años y lo que hoy se manifiesta es el toque final aplicado por Sebastián para sepultarla desde el último cambio de mando en que puso a su improvisado ex edecán Rozas a cargo de una muerte anunciada de la antes prestigiada policía uniformada.
El desbarajuste institucional lleva el sello de Sebastián en tiempos de exigencia mayor a un rigor policial que fue reemplazado por el descontrol represivo, con resultados tan funestos como el récord mundial de ciegos y tuertos, producto de la alta puntería de la policía uniformada extendida en las calles como respuesta política militar al mal llamado estallido social. No será excusa que haya coincidido con el desbarajuste mental de Sebastián, que puso a cargo del orden interno a Pérez, el feo, un experto en políticas represivas aprendidas en su extensa trayectoria de responsabilidades políticas en tiempos de dictadura, cuando los derechos ciudadanos valían callampa, como dice nuestra joven profesora del segundo piso.
El descrédito de Rozas – vaya apellido para estos tiempos – es más que evidente en las propias filas policiales, esencialmente desde suboficiales y carabineros, activa carne de cañón full time, durante un año perdido para una policía super abastecida de equipamiento represivo.
Un cuerpo de generales, sin calle, como repiten sus subordinados, ha sido el resultado de errores y horrores acumulados durante las últimas décadas, sin olvidar aquel escándalo financiero mayor que mantiene procesados a cientos de funcionarios que se hicieron el pino con el descontrol – extendido en el conjunto de las fuerzas armadas – financiero de los miles de millones de pesos provenientes de la bacteria de los gastos reservados por ventas del cobre chileno.
José Miguel Insulza no se guardó nada, como ex ministro del Interior, al asegurar que las huestes policiales se mandaban solas. Pérez, el feo, intentadesesperadamentedar señales de una urgente y tardía ocupación por una reforma institucional de Carabineros, convocando a publicitados encuentros, en los mismos momentos que hace frente a una acusación constitucional por sus méritos acumulados en la torpe conducción del orden interno del país, en el que la desgraciada agresión criminal al joven Anthony aparece solo como la guinda de la torta del descalabro policial.
Así las cosas, la búsqueda urgente para un eventual reemplazo del ahora soberbio Rozas, regalón de Sebastián, se transforma en un rompecabezas de difícil solución cuando las habilidades policiales más profesionales ya están en retiro o se encuentran en oficiales de menor antigüedad y, principalmente, en el cuerpo de suboficiales, hoy más que contrariado e inquieto por una crisis que tocó fondo en tiempos exigentes para la convivencia democrática del país.
Así no hay semana en que no surja una nueva guinda en la muy desgraciada conducción del segundo y cadavérico gobierno de Sebastián. El que pasará a la historia precisamente por lo muy opuesto a los sueños de grandeza con que terminó agotando hasta a su leal Cecilia.
Cada día puede ser peor. Un desafío mayor para el próximo plebiscito en que se agradecerá una respetable distancia de Carabineros.
¡Que no panda el cúnico! Los buenos continuarán siendo mayoría.
Hasta la próxima,
Frank Kotermann