Un grupo de parlamentarios de oposición ha presentado un proyecto para adelantar las elecciones presidenciales y parlamentarias para el próximo mes de abril, haciéndolas coincidir con las elecciones municipales, de gobernadores regionales, Cores y miembros de la convención constituyente. No son los únicos o los primeros que piensan que este es un gobierno prematuramente agotado y que Sebastián Piñera no reúne las condiciones para enfrentar la crisis política, económica y social en los largos 18 meses que le restan de mandato.
Ni el más fervoroso de sus partidarios piensa que Sebastián Piñera es un estadista.
Ni el más fervoroso de sus partidarios piensa que Sebastián Piñera es un estadista. Es más que evidente que el estallido social lo dejó sin interpretación, agenda ni conducta, y que la crisis sanitaria, económica y social que vive el país simplemente lo superó con creces. Carece de diseño para enfrentar la crisis y sus prioridades parecen trastocadas.
Carece de diseño para enfrentar la crisis y sus prioridades parecen trastocadas.
Dirigentes de su propia coalición han cuestionado en público y privado la errática conducción política del mandatario. También lo hacen parte de la cúpula empresarial y las organizaciones sociales, en tanto que los partidos de oposición acentúan sus críticas.
Durante el estallido social, muchas de las consignas y rayados apuntaban a la renuncia de Piñera. Incluso algunos parlamentarios habían impulsado una acusación constitucional en contra del Presidente. Ahora el referido grupo de parlamentarios propone adelantar la elección de un nuevo mandatario
El riesgo de un vacío mayor
Es más que evidente que una salida de este tenor afectaría gravemente la tradición democrática e institucional del país generando un precedente para acentuar crisis de gobernabilidad como las que viven algunos países vecinos.
Pero es igualmente evidente que hoy existe un vacío de poder y un déficit de conducción, que representan riesgos similares, así como reproducir tensiones mayores como las que se registraran durante el estallido social y se han esbozado en las últimas semanas. No tan sólo en la Araucanía sino también en diversas regiones del país. Es como el dilema del cuchillo “Si me lo sacan me mata, si me lo dejan me muero”.
Tras aventurados como fracasados intentos, Sebastián Piñera no ha logrado ordenar a su coalición, atravesada por profundas diferencias y una fuerte disputa por los liderazgos, que hoy acentúan una creciente desafección con el gobierno que contribuyeron a elegir.
Un gobierno refractario al diálogo y la búsqueda de acuerdos llega a destiempo a los problemas mayores originados por la pandemia y la mayoría de las veces de manera errática, como lo desnudó el primer retiro de los fondos previsionales, en donde se abstuvo de recurrir al Tribunal Constitucional o ejercer su derecho a veto, como sí lo hace ahora ante una situación similar.
En su esfuerzo por rescatar algún protagonismo, ha buscado levantar un proyecto alternativo para permitir un segundo retiro más restrictivo y regulado de los fondos previsionales que en el transcurso de su tramitación, en el intento de alinear a sus partidarios, termina siendo mortalmente parecido al proyecto aprobado por la Cámara de Diputados, que el Senado debe tramitar en segunda instancia. ¿Quién entiende?
Piñera ha denunciado un supuesto “parlamentarismo de facto”, que transgrede sus competencias y potestades. Sin embargo, es preciso reconocer que los parlamentarios, incluidos no pocos oficialistas, han abordado problemas reales ante los cuales el gobierno desnuda sus vacíos.
Con todo, la oposición no está en condiciones de llenar ese vacío de conducción. Fragmentada y dividida como está, no ha levantado una agenda que responda a las principales demandas ciudadanas, como no sea el retiro de los ahorros previsionales de los propios trabajadores, cuando aún no es evidente que sea capaz de enfrentar unida el proceso constituyente ni levantar una alternativa de mayorías para enfrentar a la derecha en el terreno electoral.
La propuesta de adelantar las elecciones parlamentarias y presidenciales no genera consenso en la oposición y bien puede constituirse en un distractivo que genere mayores diferencias en su interior y la aparte de sus desafíos programáticos con derivadas en lo político, social y también electoral.
La propuesta de adelantar las elecciones parlamentarias y presidenciales no genera consenso en la oposición y bien puede constituirse en un distractivo que genere mayores diferencias en su interior y la aparte de sus desafíos programáticos con derivadas en lo político, social y también electoral.
Así pareciera imponerse un escenario de gran inestabilidad política y fuertes tensiones sociales para el próximo año y medio que le resta de mandato al actual gobierno. Mientras se aproxima un nuevo desafío constitucional, donde no parece potenciarse la contundente adhesión popular que se manifestó el pasado 25 de octubre – hace justo un mes – a un cambio esencial que dejó en desnudo la precariedad de los sectores más conservadores que han apoyado el gobierno hoy en crisis mayor.