Sin pena y tampoco gloria. Por Luis Marcó

por La Nueva Mirada

“Nos hemos vuelto lúcidos. Hemos reemplazado el diálogo por el comunicado. ‘Esa es la verdad, decimos, puede seguir discutiéndola; eso no nos interesa. Pero dentro de unos años vendrá la Policía y le demostrará que tenemos razón’.”
Albert Camus. La Caída

Es imposible analizar el momento de anomia política sin considerar el devenir que ha tenido el gobierno de Sebastián Piñera en este segundo mandato. En retrospectiva el gobierno ha pagado altos costos de haber iniciado con un gabinete que, en la línea de lo señalado por Albert Camus, tendía al comunicado y no al diálogo. Para peor, la mayoría de estas notificaciones iban en directo perjuicio de buena parte de la población y siempre con la excusa de la mala herencia del gobierno anterior. Un largo primer año en que distintos ministros recomendaban comprar flores porque iban a la baja en el último IPC, aprovechar de hacer vida social en las largas esperas en los hospitales públicos o resignarse a las alzas de la bencina porque al final “el chileno paga”.

Para peor, la mayoría de estas notificaciones iban en directo perjuicio de buena parte de la población y siempre con la excusa de la mala herencia del gobierno anterior.

La burbuja inicial del gobierno, cuya impronta fue la soberbia y la vanidad, minimizó dos factores muy relevantes: carecer de mayorías parlamentarias, acomodándose a gobernar a pie forzado mediante acuerdos puntuales con la Democracia Cristiana e Independientes, y una crisis policial de proporciones que ya estaba presente con el destape del denominado “pacogate” pero a la que se fueron sumando serias falencias operativas. Poco antes de asumir el actual gobierno se había desfondado la inteligencia de carabineros con la “operación Huracán”, luego perdió todo margen de acción legítima en el conflicto en la Araucanía con el asesinato de Camilo Catrillanca y, posteriormente, no pudo contener o encauzar el Orden Público con conflictos incluso acotados como el del Instituto Nacional. En materia operativa la situación se fue agravando por un denominador común, como es el recurrente intento de encubrir irregularidades o delitos.

En materia operativa la situación se fue agravando por un denominador común, como es el recurrente intento de encubrir irregularidades o delitos.

En la discusión política, incluso supuestamente informada, se tiende a caer en ciertos lugares comunes. Así, por ejemplo, se ha hablado del “necesario control civil” sobre carabineros, apuntando a un interventor que asuma como Director de la Institución; cuestión que se refuerza con la tesis que, a lo largo de todo este ciclo democrático, se han mandado prácticamente solos. Lo cierto es que fue en este gobierno que colapsó y se deslegitimó la función policial en materia de orden público y de la peor manera debido a la violación sistemática a los derechos humanos. Tampoco se considera que hubo cambios en el gobierno que han ido a peor, como la salida de Rubilar por Vergara en la Intendencia de la Región Metropolitana. De este modo, quienes exigen un interventor civil en Carabineros desconocen que el gobierno podría designar perfectamente a un halcón tipo Ubilla.

Lo cierto es que fue en este gobierno que colapsó y se deslegitimó la función policial en materia de orden público y de la peor manera debido a la violación sistemática a los derechos humanos.

quienes exigen un interventor civil en Carabineros desconocen que el gobierno podría designar perfectamente a un halcón tipo Ubilla.

A contrario sensu, diversos subsecretarios de Interior y ministros del área a lo largo de estos años mantuvieron una preocupación preferente sobre que podía hacer o no la policía frente a sucesos o actos masivos. Así, por ejemplo, el ex ministro del Interior Belisario Velasco estuvo muy atento cuando se implementó el Transantiago, con el objeto de minimizar los problemas y desconfiando de las garantías técnicas que algunos defendían desde el área de Transportes y el Ministerio de Hacienda. No se equivocó y el caos de esos días logró encauzarse con muchas dificultades y contratiempos.

En el último gobierno de Michelle Bachelet, con Aleuy como subsecretario de Interior, las exigencias en materia de orden público eran una verdadera ingeniería de detalle: recorrido de las marchas, negocios que podían ser afectados, riesgos de saqueos, coordinación con los comerciantes, cajeros automáticos vulnerables, sistemas de cámaras, drones, despliegue policial, número de efectivos, tiempos de respuesta, puntos críticos y un sinnúmero de otras variables coordinadas tanto con las policías, como las autoridades sectoriales y regionales pertinentes. Nadie dudaba que Aleuy mandaba. Posteriormente, para fortalecer futuras planificaciones el mismo Subsecretario encabezaba reuniones de evaluación cuyo objetivo era disminuir improvisaciones, discrecionalidades o abusos policiales.

En contraste, un signo muy elocuente de la desprolijidad del actual gobierno en materia policial fue momentos previos al estallido social cuando “alguien” consideró aceptable que carabineros dispusiera fuerzas especiales dentro de diversas estaciones de Metro para enfrentar allí a los estudiantes. Una decisión táctica que no sirvió para impedir el salto a los torniquetes de los jóvenes ni los llamados a evasión pero que, sin duda, contribuyó a que el tren urbano fuese una zona de disputa a lo largo de todo el estallido social. Un error garrafal del que nadie se hizo responsable, resultando más rentable endosar el problema a una supuesta intervención extranjera.

Un error garrafal del que nadie se hizo responsable, resultando más rentable endosar el problema a una supuesta intervención extranjera.

Así llegamos hasta hoy, en tiempos extraños de pandemia, al ritmo de las decisiones sanitarias y excepciones constitucionales. Nada de esto evitó la salida del general Rozas, desenlace que además pasó sin pena ni gloria, excepto por el discurso presidencial que tuvo más tono de funeral vikingo que un ajuste real en el rumbo de la institución policial. Valiosos y preciados servicios del destituido general, porque la relación del gobierno con la policía debe ser cuidada…después de todo, como bien indica Albert Camus, es la instancia que hace a los demás entrar en razón. Así que es obvio que las cosas no cambiarán mayormente ni en los procedimientos ni en los episodios desafortunados. Rozas dejó instalado su nuevo alto mando y entregó el puesto a su segundo. ¿Qué es entonces lo único importante después del defenestrado general?: que a partir de ahora el gobierno no tiene nada más que entregar. En consecuencia, lo que queda es que cualquier suceso funesto recaerá directamente en el propio Presidente.

Así llegamos hasta hoy, en tiempos extraños de pandemia, al ritmo de las decisiones sanitarias y excepciones constitucionales. Nada de esto evitó la salida del general Rozas, desenlace que además pasó sin pena ni gloria, excepto por el discurso presidencial que tuvo más tono de funeral vikingo que un ajuste real en el rumbo de la institución policial.

a partir de ahora el gobierno no tiene nada más que entregar. En consecuencia, lo que queda es que cualquier suceso funesto recaerá directamente en el propio Presidente.

La oposición parece estar muy cómoda en que se cumplirá el itinerario institucional, que habrá un gobierno capaz de “administrar” lo básico y cerrar uno de los períodos más pobremente gestionados de nuestra historia. Esa visión también la sostiene, en parte, Hugo Herrera, el analista de moda de la derecha, que piensa que el gobierno podría cobijarse en dar garantías a los procesos eleccionarios y administrar la pandemia. Pero quien sabe, las crisis se suceden y La Moneda va de tumbo en tumbo.

Por último, está el peso judicial y como afecta las agendas personales. Con generales de carabineros investigados por Derechos Humanos la cosa no está fácil; tampoco para los decisores políticos porque no por casualidad Víctor Pérez trató de endosarle el control policial a Defensa apelando al estado de Excepción. Hay mucha cara de un salvase quien pueda. Como bien indica el monólogo de “La caída”, “…lo esencial es ser inocente…Y se lo dije: se trata de parar el juicio. Y como eso es difícil, y resulta delicado admirar y excusar al mismo tiempo su naturaleza, tratan de hacerse ricos. ¿Por qué? ¿Se ha preguntado usted alguna vez? Por el poder, desde luego. Pero sobre todo porque la riqueza sustrae al juicio inmediato…”.  Poder, feble poder, y riqueza para algunos…¿será suficiente para sostener el año y medio que queda por delante?

Hay mucha cara de un salvase quien pueda. Como bien indica el monólogo de “La caída”,

Poder, feble poder, y riqueza para algunos…¿será suficiente para sostener el año y medio que queda por delante?

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