Sin solidaridad el futuro será un infierno. Por Mario Valdivia V.

por La Nueva Mirada

Lo sostiene Adriana Valdés, directora de la Academia de La Lengua y presidenta del Instituto de Chile, una de las intelectuales más relevantes del país, en un diario hace algunas semanas. No sabemos qué nos traerá el futuro, dice, pero sin solidaridad…. Habla de la elaboración de la nueva constitución, por supuesto.

No sabemos qué nos traerá el futuro, dice, pero sin solidaridad…. Habla de la elaboración de la nueva constitución, por supuesto.

Encuentro que es una fórmula luminosa. La constitución contribuirá a articular un nosotros en el plano legal, y ayudará a su vez a cultivar ese nosotras. Lo que supone que el proceso constituyente se funda en una voluntad solidaria. Nos proponemos elaborar nuestra constitución.

¿De dónde partir, si no? Podríamos imaginar un fundamento individualista o bien gremial, y entender el proceso constituyente en términos contractuales. Cada uno y cada una con su santa y su santo, con sus conveniencias, puntos de vista, ideas y obsesiones, procurando sacar el máximo partido personal o grupal que sea posible. Suena razonable en el papel. Sin embargo, se nos impone de antemano la necesidad de decidir qué hacemos en este particular proceso constituyente en Chile, que no sea debido a razones exclusivamente contingentes. Aceptamos de hecho que hay un nosotros del cual ya somos parte al proponernos elaborar una nueva constitución. No somos una colección de individualidades o grupos estructurados que ocurre que nos encontramos aquí y ahora metidos en un proceso constituyente por una ironía histórica.

La invitación que me evoca Adriana Valdés es partir aceptando el nosotras del que formo parte, que se propone reconstituirse. Lo que significa participar en el proceso constituyente cuidando el nosotros como lo más relevante, y no preocupado exclusivamente de mí mismo.

La invitación que me evoca Adriana Valdés es partir aceptando el nosotras del que formo parte, que se propone reconstituirse. Lo que significa participar en el proceso constituyente cuidando el nosotros como lo más relevante, y no preocupado exclusivamente de mí mismo.

Y también siento que me encarga la hermosa tarea de cruzar las fronteras que mis narrativas, interpretaciones y juicios formados estructuran quien somos, y refrescar mi interpretación de las voces, clases e identidades que constituyen el nosotros de Chile.

Me siento desafiado a cultivar un ánimo participativo abierto y respetuoso. A escuchar la polifonía que somos quienes nos reconstituimos, y convertir el proceso en una ocasión única para conocernos mejor y articular con más sensibilidad quienes somos; como queremos tratarnos mutuamente en al plano jurídico. A cultivar un ánimo de respeto a las demás personas, fundado en la valoración afectiva y respetuosa al nosotros que somos, para crear una constitución que respetemos. 

La ley se impondrá así con naturalidad y se cuidará por sí misma.  Podremos con vivir.

De lo contrario, la ley será una imposición externa. La obedeceremos por obligación, en apariencias y de mala fe. En su nombre, guerrearemos unas con otros. Habrá que imponerla a garrote. Imagino el infierno.

De lo contrario, la ley será una imposición externa. La obedeceremos por obligación, en apariencias y de mala fe. En su nombre, guerrearemos unas con otros. Habrá que imponerla a garrote. Imagino el infierno.

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