The Build up. Conocer el amor es apostar por la vida que hay en la muerte. Por Andrea Ceardi

por La Nueva Mirada

Incluida dentro del disco Riot on a Empty Street de Kings of Convenience (2004) la canción The Build up es una de mis favoritas. En lo personal es como si se nos invitara de espectadores a través de un vidrio oscuro a ver entre las sombras transitar los espejismos del pasado, esos que aparecen desfigurados en los desvelos o se asoman anónimos en el insomnio. Figuras de los amantes que como fantasmas acechan susurrándote al oído los futuros posibles que ya no fueron. 

Una especie de letanía frente al dolor inminente que provoca el péndulo que oscila entre el Chronos y el Kairos: lo que quizás duró demasiado.

The build-up lasted for days,

Lasted for weeks

Lasted too long 

En la voz templada de Erlend Oye se presenta al comienzo de la canción a una parte de esta pareja, un Él, que encarna a mi parecer, lo propio de la ambigüedad bajo el misterio. Esos labios cerrados de quién está cansado para el ejercicio de interpretar.   

Podríamos pensarlo sacrificado a su propia imagen que lo fija en las aguas de la inacción: el amante confrontado a dos caminos y ante la imposibilidad de elegir o renunciar a uno de ellos, opta por retirarse de ambos, desgastado en lo vagamente anunciado. Prefiere la errancia agónica, ese lugar pasajero, sin espera ni memoria: la muerte en vida. 

Our hero withdrew

When there was two

He could not choose one

So there was none

En ese lugar de muerte y veneración al pasado, no recordando en nombre propio quien fue ni a quien amó, las trompetas se dejan escuchar.

De este otro lado, no hay certidumbre de que sean trompetas, pero sí que son signos que evocan al sonido del tren. Aparece con ello el enigma y la apelación a lo descifrable. Ella, es quien va a ser de esta pareja, la que acoge los signos cómo designios en el cuerpo, la que sabe cuándo parar, y sabe cuándo bajarse. 

The spinning top made a sound like a train across the valley

Fading, oh so quiet, but constant ′til it passed

Over the ridge into the distances, written on your ticket

To remind you where to stop

And when to get off

La potencia sobrecogedora de la voz de Feist logra frente a la pasividad melancólica que interpreta Oye, confrontar su sentido especular y nostálgico, para hacer entrar a la vida en la muerte. La transformación nace con el corte, entre ellos, las escansiones al tiempo que se cristaliza y congela como momento eterno.

La voz de Feist representa el deseo, lo que resiste a ser desaparecido entre los desaparecidos, pudiendo así la palabra inaugurar un llamado, un llamado de libertad.  Ella se mueve por uno de los dos caminos, aunque este le lleve al mismo Hades. 

En lo personal, me parece estar siendo testigo de un viaje mítico como el de Eurídice o el de Psique al infierno, corriendo las antesalas de la desolación, de las ilusiones y de los arrepentimientos que otorga el riesgo de conocer el amor. En palabras de Anne Dufourmantelle «Eurídice conoció el infierno porque perdió su amor y porque ella misma se perdió en ese amor». Psique también se perdió en su amor, aunque su descenso al infierno es una forma ilusoria de recuperarlo, sin saber que en ese tránsito se recuperará a sí misma.

¿Por qué estas amantes se resisten a encontrar su lugar en el infierno, ese lugar dónde pueden liberarse de todo duelo, desechar la pena inútil y la espera ansiosa que las corroe? ¿Por qué estas amantes prefieren deambular sin morada, entre el mundo de los vivos y de los muertos? Mientras, por el contrario, Él, se nos aparece como alguien que encontró en el infierno su lugar, precisamente porque lo que caracteriza al infierno es su condición de tránsito, donde no existe un lugar definitivo para permanecer, donde querer y preferir no tienen ningún sentido, pues el tiempo no ofrece ningún socorro. Confirmando su desposesión en la completa calma de haber perdido el coraje al enfrentarse a cualquier anhelo de posesión.

Ella se mueve por uno de los dos caminos, aunque se vea obligada a estar entre los vivos y los muertos, afrontando la desolación del cuerpo vivo, del cuerpo amado, del cuerpo llamado… de los tránsitos de las que se resisten a «morir aún». Duda, se angustia, pero su curiosidad es más poderosamente subversiva: «hay algo mejor, un otro lugar”.

Aun cuando el infierno las despoje del cuerpo y de su melancolía mortal, estas amantes están lejos de encontrar su lugar en esos territorios donde no hay duelos, en los círculos de eternidad en que todo se repite y donde la esclavitud voluntaria es la ley que permite el retorno que tiene la calma del tiempo inmemorial, del pasado que no vuelve, de la seguridad que tienen los que no temen ser traicionados, porque no se promete nada.

Finalmente, Build-up, ya sea en su dimensión de crear algo o en su envés de acumulación de los futuros que soñamos y no transitamos, nos muestra la asimetría que se produce en el desamor; entre la urgencia de uno por el tiempo del otro, y la total falta de urgencia en el otro, y como esa brecha, una vez instalada y percibida como irreversible, obliga a reinventar la relación de uno con su propio tiempo.

Divagaciones entre Kings of Convenience y resonancias de la relectura innovadora que hace Florencia Abadi sobre ciertos mitos entre ellos Narciso y, Eros y Psique y de Anne Dufourmantelle en Elogio del Riesgo.

Dufourmantelle, Anne. Elogio del riesgo. Nocturna Editora, 2019.

Abadi, Florencia. El sacrificio de Narciso. Hecho Atómico, 2018.

Aportes fotográficos de Karina Fuentes C. y Andrés Gutiérrez

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