La transición ha sido traída y llevada desde hace mucho. Habría que recordar que en 1970 se inició la “transición al socialismo” y que la dictadura apenas instalada declaró que se iniciaba “la transición hacia la democracia”.
Pero Pablo Longueira ha corrido aún más los límites al afirmar que “me encantaría que este Plebiscito fuera un Plebiscito en que cerramos la transición chilena, eso es lo que yo quiero: cerremos la transición chilena, hagamos una nueva Constitución para los tiempos que vienen”. O sea, con el agregado de Longueira, llevamos como medio siglo en “transiciones”.
En su momento, Enríquez-Ominami diría que “políticamente Chile hoy es otro y puedo responsablemente partir este mensaje dando por concluida nuestra larga transición a la democracia. No porque yo esté aquí, sino porque ustedes están aquí”.( El Mercurio, 25-1-2009).
Cabe recordar, a su vez, que Piñera estrenaba este concepto sosteniendo que Chile ha enfrentado dos transiciones, la de un gobierno autoritario a uno democrático, pero que esa ya pertenece al pasado, y la segunda transición, la nueva, la joven, que pertenece al futuro (en El Mercurio, 9-08-2009) y que, obviamente, él encabezaba.
La pretensión de Piñera de protagonizar una suerte de transición y la afirmación de MEO de dar por concluida la que Piñera dice que “ya pertenece al pasado”, son sólo construcciones ideológicas que procuran dar la sensación a sus partidarios de estar en una empresa con cierto toque épico. Decir como MEO que concluye la transición “no porque yo esté aquí, sino porque ustedes están aquí”, es nada más que una frase publicitaria que carece de toda lógica y que sólo busca alagar a los que “están allí”.
Transición es el cambio de un estado a otro que, eventualmente, puede alcanzar un período relativamente prolongado, pero en general en política, a lo menos, bien se puede decir que no hay “transición” que dure décadas ni cuerpo (social) que la aguante.
En este sentido, es dable sostener que el tránsito de la dictadura a un sistema democrático se inicia con la victoria del 5 de octubre de 1988, porque allí se constituye una mayoría nacional que expresa su voluntad de poner fin al régimen dictatorial y concluye en marzo de 1990 con la asunción de Patricio Aylwin.
Aquí se inaugura un “nuevo orden de cosas”, que no necesariamente es sinónimo de cambio sustantivo en el sistema económico, el cambio del “orden de cosas” puede ir desde una dictadura hacia un sistema democrático, como de hecho ocurre a partir del plebiscito-1988.
Ahora, lo que está planteado a las fuerzas progresistas es retomar el proceso de democratización de la sociedad chilena, en todos los ámbitos, con vista a mejorar las condiciones de vida de las mayorías. A fin de cuentas, se trata de que los chilenos de a pie vivan mejor.