“Todo texto es la propuesta de un autor,
que es terminado de construir por un receptor.”
Hans Robert Jauss.
(Teoría de la recepción)
El año 1893, el artista noruego Edvard Munch terminó de pintar su serie “El grito” y el año 1895 realizó una litografía con ese nombre. El ejemplar más importante de esta serie está desde entonces en Galería Nacional de Oslo y, a decir de los historiadores del arte, presenta y representa una figura ambigua que muestra su angustia con expresividad y fuerza psicológica. Sus colores enuncian un sentimiento de zozobra y desesperación las que se ven, vivamente reflejadas, en la intensidad de su gesto.
La obra ha despertado diversas opiniones en sus más de 100 años de existencia. Mientras algunos insisten en que el personaje está emitiendo un grito, el resto asegura que lo está oyendo.
¿Quién dice la verdad?
Todos y ninguno.
Cada espectador establecerá una relación personal con la obra. En esta correspondencia se insertarán las particularidades del momento por el que pasa dicho receptor. La obra de Munch – a decir del lingüista H.R. Jauss – es sólo una propuesta que es terminada de escribir por quien la observa.
Frente a las posibilidades que nos entrega esta tela – y otras obras de la historia de la humanidad – habrá que recordar al cineasta ruso Sergei Einsestein cuando dice: “el arte no representa la historia, sino la sugiere”
Entonces conviene preguntarse ¿qué nos está sugiriendo Munch con su obra?

El contexto histórico en que esta obra se produce es una época marcada por la presencia de Nietzsche, Marx y Freud, los filósofos de la sospecha. En este período, además, se está urdiendo la 1era Guerra Mundial.
Edvard Munch, se transforma en el primer artista plástico que refleja, en sus lienzos, la desesperación extrema del hombre en un punto de mayor tensión. Basado en la soledad y el sufrimiento pinta un ser de la vida normal que respira, siente, ama, sufre, se enferma y muere.
Desde esos años, el mundo no ha cambiado tanto, sólo ha variado su anécdota. ¿Cuál es la fábula que nos haría gritar hoy? El Covid 19, la Guerra de Ucrania, los millones de migrantes en el mundo o la crisis económica, etc.
Cada uno y todos a la vez.
Circunscribiendo el problema en nuestra situación, debemos constatar que, en un país de más de diecisiete millones de personas, tenemos, como mínimo, diecisiete millones de gritos. No niego que muchos de ellos pueden coincidir; sin embargo, el grito que cada uno emite no es siempre el mismo.
Una mañana el vecino puede gritar porque su hijo hace días que no aparece y en la noche puede hacerlo porque apareció muerto.
En tiempos de pandemia y estallidos sociales se van diversificando las razones de los gritos, sin embargo, debemos imbricar esas conciencias y transformarlas en un grito comunitario. No en un solo grito, sino en uno múltiple que nos involucre a todos.
Gastón Soublette, en su texto “Manifiesto” (Ediciones UC. Santiago de Chile 2021) insiste en la necesidad de dejar el individualismo:
“…frente a la megacrisis que afecta al mundo es de capital importancia, aunque no lo parezca, la necesidad de cambiarlo todo, lo cual es inconcebible si no se realiza en comunidades de familia y otras formas minoritarias de asociación” (Pág. 60)

Necesitamos gritar juntos, un grito coral. No intentemos inventar un solo grito que predique sobre una unidad inexistente, que trate de juntar a Montescos y Capuletos. Se trata de provocar un alarido que emerja desde distintas voces. Como dice el mismo Soublette, citando al historiador norteamericano Morris Berman (1944), se debe producir un cambio de paradigma cultural y/o modelo de sociedad que llame a proponer una cultura alternativa.
No se trata de producir un cambio social que mantenga un ordenamiento, sino que lo que hay que cambiar es el ordenamiento, el tipo de relación. La idea no es, como hace 60 años, que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan y los ricos Mierda, Mierda, sino que ocurra algo similar a lo que provocó el grito emitido y escuchado por Munch.

El pintor, antecede el cuadro con la siguiente reflexión: “Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho (…) Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado y la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza«
1 comment
Interesante reflexión y propuesta,hay grupos que sí estarían por «gritar» por un bien común,hay que insistir desde la esperanza.
Felicitaciones,amigo!