Me llamó por fono un joven a quien no conocía. Con la introducción, me hizo sentir bien. Es sobre su última columna en La Mirada Semanal, anunció, para propinarme de inmediato un gancho izquierdo a las costillas. Ustedes los viejitos, incluidos genios como Turing, tienen la cabeza llena de caca. Los obsesiona si la inteligencia artificial podrá imitar a la humana, como si esta fuera la máxima expresión posible, sin darse cuenta de que lo verdaderamente radical es el descubrimiento de una manera de pensar que no es humana. El directo al plexo solar me mandó a las cuerdas.
Basta con organizar redes de microprocesadores de cierta manera, para producir este maravilloso corrector de redacción, gramática y ortografía que tanto aprecio personalmente, el traductor bastante decente de Google, gran ayuda para traductoras profesionales, estos dispositivos que obedecen instrucciones habladas con notable destreza, y máquinas conductoras de automóviles, bastante hábiles. Obviamente piensan, me obligó a reconocer mi joven interlocutor. La gran diferencia con el pensamiento humano es que no tienen subjetividad. Porque no entiendes eso, tu columna termina tan mal, agregó.
El uppercut me hace tambalear. Con indolencia juvenil, continúa con la demolición. Más importante que darte cuenta de que la esperanza emerge cuando no hay salida, es cacharse que la apertura no viene de afuera, sino que existe de antemano en la cerrazón. Pero hay que saber verla, y el problema es que ustedes, los de antes, son ciegos en el país de los ciegos. En tu columna fantaseabas imaginando la posibilidad de una nueva manera histórica de pensar y actuar, cuando ya está aquí. El pensar-actuar sin sujeto, que piensa sin pensar que piensa, impermeable a los deseos y la autoconsciencia. Te quejabas de que el subjetivismo de los seres humanos actuales les impide hacerse cargo de la naturaleza, porque al final solo saben enfocarse en ellos mismos. Y ahí está la salida, vivita y coleando ante tus propios ojos.
Me tiene sin aire. Lanzo un par de golpes errantes: Es difícil de imaginar, ¿A dónde llevará todo esto? No se amilana. Un pensar con una capacidad ilimitada en términos de los factores que puede considerar simultáneamente y la gran velocidad, convertirá a quienes lo posean en los nuevos poderosos. El comportamiento de los demás podrá ser anticipado, permitiéndoles ensimismar con civilidad a masas enormes de sujetos en el ejercicio de la desafiante libertad de elegir y de votar, mientras la tierra es ayudada a hacer sus ajustes indiferentes. O bien, puede ocurrir que aprendamos todas a superar la subjetividad. Que dejemos atrás el sujeto que piensa, sin necesariamente negarlo. Al fin y al cabo, fuimos entrenados en la subjetividad, ¿no? El Sermón del Monte, el yo pensador, el yo creyente, el utilitarismo, el liberalismo, la vanguardia consciente, la psicología… Es cosa de superar esos programas de training. Y quedarán en algún extraño lugar, dominadas, medicadas o arrasadas por la tierra, quienes no den el paso. En todo caso, gritó, nadie puede pretender respuestas a preguntas futurísticas como esa. ¡Hay que ser huevón! Y me cortó, lanzándome a la lona con un cruzado a la cabeza.
¡Insolente el cabrito!