Una mujer por los caminos de España. María O. Lejárraga, la mujer que no quiso ser. Por Cristina Wormull Chiorrini

por La Nueva Mirada

“Y María, tres veces amapola, María,
agua y lira tres veces, la que llevó al poeta
como un niño a través de estos parques de llanto,
tendrá una rosa o un oro en vez de aquel violeta
del corazón florido que la quería tanto”.
(poema de Juan Ramón Jiménez a María de la O Lejárraga)


Nos volvemos a concentrar en la indagación de historias quizás poco conocidas, evadiendo los temores y ansiedad provocados por una pandemia incontrolada, sin vislumbrar aún algo parecido una nueva normalidad. Las mascarillas y la distancia social parecen haberse entronizado en nuestras vidas y se han convertido en lo cotidiano al más puro estilo de esas películas apocalípticas que de tanto en vez nos anunciaban pestes de todas layas que nos parecían difíciles de aceptar.

Y en ese transitar por la historia encontré a María O. Lejárraga, la sorprendente y notable escritora española que no quiso firmar con su nombre sus escritos, una polímata de las letras, extraordinariamente versátil ya que no solo escribió novelas, sino que incursionó con éxito en el teatro, en los libretos musicales, el cuento y el activismo político y feminista siendo fundadora de varias asociaciones de mujeres y propagandista del partido socialista español.

María de la O. Lejárraga García, más conocida como María Martínez Sierra, pseudónimo que adoptó a partir de los apellidos de su marido, Gregorio Martínez. Sierra, ejerció como maestra, pero desde la adolescencia, sus inquietudes literarias chocaron con la sociedad en la que le tocó crecer, totalmente cerrada a la idea de que las mujeres se dedicaran a las artes y ciencias.

Escribió en silencio, en soledad entre cuatro paredes, lejos de los aplausos por las obras de teatro que salían de su pluma. Su nombre es una ausencia, una sombra, un vacío y una historia dolorosa

Ya en 1899 publicó su primera obra, la única que firmó con su nombre: Cuentos breves, que fue acogida por su familia con frialdad.  Se especula que ese frío, por no decir hostil recibimiento, unido al hecho de ser maestra, la llevaron a ocultar su nombre bajo el de su marido, con el que se casó en 1900. Al casarse con Gregorio Martínez Sierra, ella decidió esconderse tras su nombre. Gregorio era quien se llevaba la gloria en los estrenos de sus obras. María aceptó ese papel de sombra. Gregorio llevaba la parte visible de la sociedad, ella era quien escribía. Todo el mundo sabía que Lejárraga era la «negra» de su exitoso marido. Hasta tal extremo llegó esta situación que Gregorio pronunciaba discursos feministas que escribía su mujer.

La historia de Lejárraga tiene un momento especialmente doloroso. Su marido se enamoró de la famosa actriz Catalina Bárcena con quien tuvo una hija. El matrimonio se rompió, pero Lejárraga siguió colaborando con su marido y escribiendo los libros que él continuó firmando.

Gran amiga de Juan Ramón Jiménez fundó junto a Gregorio, la revista del modernismo poético Helios (1903-1904), que muchos achacan a Jiménez.  En Helios, que solo editó 11 números, publicaron, entre otros, Emilia Pardo Bazán, Antonio Machado, Jacinto Benavente y los hermanos Quintero. Luego crearon la revista Renacimiento, de más corta duración, pero estas colaboraciones cimentaron una profunda amistad entre Lejárraga y Juan Ramón Jiménez quien le dedicó, entre otros,  el poema que da inicio a este artículo.

María de la O dejó su labor docente y pidió la excedencia en 1908 para dedicarse de lleno a la literatura. Su obra Canción de cuna, estrenada en 1911, recibió el premio de la Real Academia Española como la mejor obra de la temporada teatral 1910-1911. De las obras escenificadas en Madrid entre 1929 a 1931, al menos veinte fueron suyas.

María de la O. colaboró con literatos como Eduardo Marquina en El pavo real y con Carlos Arniches en La chica del gato que fue llevada al cine.  Ella también realizó el libreto de Margot, drama lírico en tres actos, con música de Joaquín Turina.  Colaboró en varios proyectos con Manuel de Falla, entre otros El amor brujo que combinaba la música y danza compuestas por él y libreto de Lejárraga.  En esta obra donde querían expresar el alma de la raza gitana, Falla tocaba fragmentos de la partitura y Lejárraga describía el tono emotivo del pasaje.

Pese a la ocultación del nombre de María de la O., en 1930 Gregorio, su marido, firmó un escrito en el que reconocía la coautoría de su mujer, pero él reclamaba estos derechos para sí. Incluso se ha reconocido que obras de otros autores, como fue el caso de El pavo real de Eduardo Marquina, fueron también escritas por María Lejárraga y que Marquina contribuyó exclusivamente a su versificación.​

María Rodrigo y Pura Maortúa

​Promovió, junto a Pura Maortúa y María Rodrigo, la Asociación Femenina de Educación Cívica.  Veinte amigas se reunieron para lograr que esta Asociación no solo fuera instrumento de reivindicación feminista sino también hogar espiritual y material para las trabajadoras, sobre todo de clase media. Para ello desarrollaron espacios, conferencias, cursos y talleres. En seis meses lograron 600 socias. Propugnaron la alianza entre las asociaciones feministas y participaron activamente en la revista Cultura integral y femenina, con gran éxito y en la creación del Club Anfístora, dirigido por Pura Maortúa y Federico García Lorca.

Fue elegida diputada al Congreso de la República por Granada y fue designada vicepresidenta de la Comisión de Instrucción Pública y ocupó la representación de la República Española en Suiza como Agregada Comercial del Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio. También fue, junto a Dolores Ibárruri, que lo presidía, fundadora y miembro del Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo.

En su libro de memorias, Gregorio y yo, ella afirma que, tras el estreno de El ama de la casa, decidió abandonar sus actividades como maestra y dedicarse exclusivamente a la literatura.  Reconoce que siempre fue animada por su esposo para hacerlo y de esta forma pudo escribir sus obras más comprometidas y experimentales, en muchas de las cuales se sugiere que el amor romántico es un engaño.  Ya separada de su marido, colaboraba plenamente en la labor de apartar a las mujeres de los valores tradicionales que las mantenían ignorantes y dependientes. Por esa razón sus obras de teatro son críticas con la idealización del amor. Varias de estas obras tienen como eje un triángulo amoroso. Así Mujer (1925), La hora del diablo (1926) Triángulo (1929) y Sortilegio (1930) texto inédito que nunca se estrenó en España. Esta última es la única tragedia de María de la O.  y sorprende porque el triángulo está compuesto por un hombre y una mujer que compiten por el amor de otro hombre. Incluye, además, el tema del suicidio. Fue la última obra de María de la O. estrenada y firmada por Gregorio. En 1931 él se estableció en Hollywood con Catalina Bárcenas y Lejárraga volvió a España donde colaboró activamente con la República y abandonó su producción dramática hasta el exilio en Argentina.

«La enviamos a Walt Disney, la tuvo un par de meses y la devolvió diciendo que no admitían más que las obras que habían encargado. Después, hizo una película, La dama y el vagabundo, que era la misma historia, sin más cambio que haber convertido la gata en perra elegante.”

La escritora y Gregorio, el marido que ponía la firma

En el año 1948, tras una complicada operación de cataratas y un año después de la muerte de su marido, empezó a firmar con el nombre de María Martínez Sierra y tuvo que reclamar legalmente la autoría de su obra para poder cobrar los derechos de autor que habían pasado a la hija de éste con su amante. Así, comienza a publicar con este nuevo seudónimo, obras como. Una mujer por los caminos de España (1949) y Gregorio y yo, medio siglo de colaboración (1953). En este último opúsculo, María de la O da cuenta de aquel documento firmado en 1930 por Gregorio Martínez Sierra, en presencia de testigos, en el que declara que las obras son compartidas, a los efectos legales. Además, en su legado, centenares de cartas y telegramas confirman que las novelas las escribía Lejárraga.

Tras el término de la Guerra Civil María de la O inició un largo exilio, por Francia, México y Argentina, donde finalmente falleció en 1974.​ Durante este largo periplo, en 1950 viajó a Nueva York y más tarde a California, para entrevistarse con productores de Hollywood. Con uno de sus cuentos, Lejárraga sufrió otra decepción. La autora, a través de su traductora, envió en 1951 a Walt Disney el manuscrito de Merlín y Viviana, donde contaba la historia de un perro que se enamora de una gata coqueta, por si le interesaba para alguna película. Sin embargo, a los dos meses Disney se lo devolvió. En 1955 se estrenó La dama y el vagabundo con la que se podrían encontrar similitudes. En una carta a su traductora habla del supuesto plagio: «La enviamos a Walt Disney, la tuvo un par de meses y la devolvió diciendo que no admitían más que las obras que habían encargado. Después, hizo una película, La dama y el vagabundo, que era la misma historia, sin más cambio que haber convertido la gata en perra elegante. Esta vez no quise protestar, ¿para qué?«.

​A partir de la primera década de este siglo, se publican novelas que cuentan la vida de María de la O.:   Palabras insensatas que tú comprenderás, de Salvador Compán y Cándida, de Isabel Lizarraga. Luego, en 2015, la Universidad de La Rioja publica el libro De literatura y música. Estudios sobre María Martínez Sierra, que aborda las relaciones profesionales y creativas que mantuvo con algunos de los compositores más importantes de su época. En una seguidilla de obras que rescatan su figura, se estrena Firmado Lejárraga en el teatro Valle Inclán de Madrid, obra dirigida por Miguel Ángel Lamata que reivindica su figura y en 2020, la editorial Renacimiento publica Luz ajena. El enigma de María Lejárraga, escrito por Isabel Lizarraga, una novela que intenta descifrar los motivos que empujaron a la autora a firmar con el nombre de su marido y que explora, desde sus primeras obras hasta sus últimos años en Buenos Aires, los interrogantes de su vida.

Escribió en silencio, en soledad entre cuatro paredes, lejos de los aplausos por las obras de teatro que salían de su pluma. Su nombre es una ausencia, una sombra, un vacío y una historia dolorosa. María de la O Lejárraga atravesó todo un siglo (murió pocos días antes de cumplir los 100 años) y fue una de esas mujeres más brillantes y pioneras de la Edad de Plata de la literatura española, que abarcó desde 1900 hasta la Guerra Civil. Novelista, dramaturga, ensayista, traductora, feminista y, sin embargo, ausente de las portadas de sus libros. El nombre que leemos es el de su marido: Gregorio Martínez Sierra, quien recibía elogios en los estrenos de Canción de Cuna o El amor brujo y El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, mientras la notable autora y libretista esperaba en casa.

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3 comments

Ricardo Ulloa López junio 10, 2021 - 12:51 pm

Gracias Querida Cristina. Notable artículo de esta talentosa y prolífica escritora. Que trasciende todos los márgenes de la creatividad y explora el mundo para transmitirlo con esa verdad que sólo tienen las y los adelantados. Agradecido y felicitaciones por tu enorme aporte escritural.

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Bernardita Wormull junio 10, 2021 - 1:04 pm

Buenísimo, nuevamente uno se entera de estos personajes q son desconocidos para la gran mayoría. Felicitaciones

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Maria del Pilar Clemente junio 10, 2021 - 2:00 pm

Excelente, triste y admirable historia. Un marido que anima y ayuda, semi-confiesa la autoría de su esposa, peto no puede escapar a vestirse de éxito ajeno. Gracias por darla a conocer.

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