….resultaba bastante obvio que el gobierno tenía alguna chance de recuperar terreno, al menos entre su base electoral, aprovechando la menor intensidad política del verano y el favorable escenario que abría el inicio de vacunación en el país. Como sabemos eso no ocurrió.
Hace mucho tiempo que la actividad política viene deteriorándose en el país, al punto que la alternancia entre Bachelet y Piñera, lejos de mostrar una democracia saludable, indicaba la fatiga de propuestas y renovación del sistema político. Considerando también que ningún partido o actor pudo capitalizar el estallido social del 18/O, el marasmo del gobierno y el oficialismo ha terminado siendo más o menos compartido por las distintas oposiciones. Es un momento de anomia que algunos esperan pueda ser en parte compensada por la próxima Constituyente, una posibilidad que las matemáticas electorales anticipan improbable y, por otro lado, por la renovación de cargos electivos que siempre insufla vida a los partidos, veranito que cada vez dura menos.
En este cuadro resultaba bastante obvio que el gobierno tenía alguna chance de recuperar terreno, al menos entre su base electoral, aprovechando la menor intensidad política del verano y el favorable escenario que abría el inicio de vacunación en el país. Como sabemos eso no ocurrió. Los factores son varios: una crisis de seguridad que ha puesto el tema de la Araucanía y la denominada “macrozona” como un problema sin solución; un intento de “show” mediático con el tema de las vacunas; una crisis migratoria que provocó errores no forzados en el elenco gubernamental; nuevos episodios que profundizan la crisis en carabineros y un feroz retroceso en el manejo de la pandemia.
Si bien el conflicto mapuche ha sido un tema complejo para varios gobiernos, la posibilidad de llegar a un modus vivendi que contenga la escalada de violencia es muy remota, al menos en esta administración. Carente de la legitimidad para ejecutar un plan de desarrollo, abandonado por el impacto del caso Catrillanca, ni de disponer de una fuerza policial eficaz, el gobierno intenta explorar ahora una intervención militar. Dicha iniciativa iría supuestamente en “apoyo” a las policías…pero como ya se sabe, una vez puestos quizás en qué termina. Tanto es así que hasta los mismos militares tomaron distancia del tema y el senador Kenneth Pugh, ex almirante, rápidamente notificó a su propio gobierno que las Fuerzas Armadas están para otras cosas.
La militarización del conflicto mapuche es la manifestación más palpable del fracaso de esta administración en la macrozona. Sin piso político para ello, la administración Piñera ahora impulsa tipificar de delito las “tomas de tierras” como si eso pudiera cambiar en algo las dinámicas locales. Pero el estándar de este gobierno va en la línea de proyectos anti algo, como el “antibarricadas”, “antiencapuchados”. Habría que preguntarse cómo se ejecutaría esa nueva ley y, previamente, cuál será la posición de parlamentarios de oposición que, a poco andar de las anteriores leyes, se arrepintieron de haber votado a favor.
Un segundo elemento ha sido la vacunación, que tenía objetivamente el potencial de darle cierto segundo aire al gobierno. Considerando el rezago de estos procesos en el mundo, incluso en los países desarrollados. Un país pequeño como Chile enfrentaba un escenario más fácil y ventajoso en este punto. Y no es que el Presidente Piñera tenga dotes especiales de negociador para las vacunas, como livianamente varios analistas suponen, porque aquí se trata de una cuestión de precios o de algún tipo de acuerdo estatal bilateral. Dos casos muestran lo primero, uno es Israel que logró la cobertura nacional pagando a lo menos el triple por cada dosis y otro la Unión Europea que, pese a haber cofinanciado el desarrollo de algunas vacunas, hoy se topa con una tibia gratitud de los laboratorios y la aclaración lapidaria que la propiedad intelectual es totalmente privada. Chile ha tenido aportes de Pfizer, no sabemos a qué precio y, principalmente de China, cuya negociación no es precisamente con un privado. Por cierto, los uniformes de las Fuerzas Armadas chilenas podrían confeccionarse próximamente en el país asiático.
Pese a lo anterior, el gobierno tenía todo para que la instancia de vacunación fuese un factor de unidad del país, cosa harto necesaria. Lejos de eso, una vez más el Presidente no perdió ocasión de ir al aeropuerto a recibir los primeros y modestos embarques de Pfizer como si se tratara de un logro personal. Algo que terminaría siendo contraproducente y que solo se traduce en un alza de respaldo en la encuesta oficialista CADEM.
Para enredar la puesta en escena de la vacunación el proceso terminó compitiendo en los medios de comunicación con la crisis migratoria generada por la entrada ilegal de algunos miles de venezolanos desde Bolivia, y luego por la desafortunada intervención del Canciller Allamand homologando el “turismo de vacuna” a dicha crisis humanitaria, un desvarío más del ministro de Relaciones Exteriores. Lejos de superar rápidamente el tema, como lo hizo Colombia buscando una alternativa expedita de regularización, la administración Piñera se fue por el trato duro, expulsando algunos migrantes vestidos con overoles blancos. Una humillación pérfida después de la “invitación” que hizo Piñera en Cúcuta de que “vengan todos”. Algo de esto, no sé muy bien por qué, trae a la memoria una vieja canción de los setenta, cuyo estribillo decía: “…pobre tonto, ingenuo charlatán, que fui paloma por querer ser gavilán”….
La situación de Carabineros es quizás el tema pendiente más complejo para esta administración. Todo tiene costos, hacer o no hacer, un dilema shakespereano que, como tal, no puede terminar bien. Hasta aquí la línea de la administración Piñera ha sido formal; tal como declaró el mandatario a Human Right Watch durante el estallido…”hemos mandado todos los instructivos” respecto a cambiar procedimientos y, por supuesto varios proyectos de ley bastante inútiles. Lo relevante para Piñera es tomar distancia en la medida de lo posible, pero episodios como la muerte del malabarista en Panguipulli, el procesamiento de dos generales de carabineros activos y la reactivación de las protestas prometen enredar las cosas.
Algunos sectores de la izquierda frenteamplista e incluso socialistas han llegado a decir que no basta una reforma a la policía uniformada, sino que hay que disolver carabineros y crear otra cosa. Nadie ha dicho como se podría hacer eso y que efecto tendría en los delitos comunes. En el caso español, por ejemplo, no se disolvieron las policías de la época franquista, se reformaron a lo largo de los años y se crearon las policías autonómicas. Ese proceso, así como el cambio constitucional, ha sido muy tardío en Chile.
Por último, atravesamos la “segunda ola” de la epidemia con record de contagios, con el Covid-19 consolidado como la primera causa de muerte anual en el país y un volumen de hospitalización que tiene al sistema hospitalario al borde de la saturación. Para el ex Ministro de Salud, Jaime Manialich, las cosas no mejorarán pronto, incluso con vacuna. La llegada de nuevas cepas más agresivas del virus y la proximidad del invierno prevén, según el exministro, una “tercera ola”. Como decía un refrán que admite más de una interpretación: “hay que conservar el cirio que la procesión es larga”. En fin, estamos en un cuadro político sumido en su propio marasmo, con un gobierno que depende de la renovación del Estado de Emergencia para seguir aplicando medidas discrecionales. Con todo, siempre es posible encontrar un brote verde, una pequeña brizna para el optimismo, entre otras cosas el Presidente ya está vacunado…¿y ustedes?