Posiblemente el atormentado artista holandés nunca dimensionó el impacto que su destacada obra nocturna ha tenido en la gente a lo largo del tiempo. A su hermano menor Theo, marchante de arte, y quien lo mantuvo económicamente durante toda su vida, le confesó en una carta que pinturas como “Campo de trigo” y “La Huerta” eran mucho mejores.
Es extraño pensar en el pintor Vincent van Gogh (1853 – 1890) y no reparar en uno de sus cuadros más famosos “La noche estrellada”. Su colorido nocturno, tonos azulados, pinceladas ondulantes y sus amarillos brillantes forman parte de un particular universo que no puede dejar indiferente a nadie. Pintada en junio de 1889, la obra representa la vista sin barrotes desde la ventana orientada al este de su habitación del asilo Saint Paul de Mausole, justo antes del amanecer, al que también le agregó una aldea imaginaria.
Todo esto sucedió después de que el pintor se cortara una oreja y el mismo decidiera ingresar de manera voluntaria al asilo ubicado en un antiguo monasterio y destinado a la sanación de gente adinerada. Como el lugar estaba semi vacío, Van Gogh pudo ocupar su habitación en el segundo piso y tener otro cuarto como estudio que le prestaron como taller. Desde su ventana abarrotada hizo muchos bocetos a tinta y a carboncillo para luego concretar los trazos de su cuadro definitivo. La obra manifiesta una tremenda fuerza postimpresionista y a través de ella se pueden ver las montañas Alpilles, los cipreses y un cielo estrellado que parece explotar en soles nocturnos y océanos ondulantes. La fuerza del movimiento ubicada en la parte superior del cuadro es la que le da la energía al cuadro y le entrega el ímpetu sobre el que navega la naturaleza, el dolor, el grito destemplado del controvertido artista, la divagación, la tristeza. Existen varias teorías que aseguran que “La noche estrellada” tiene una simbología relacionada con la muerte. Los cipreses están vinculados a los cementerios. Van Gogh interpretó lo siguiente sobre el cuadro:
“Mirar las estrellas siempre me pone a soñar. ¿Por qué, me pregunto, no deberían los puntos brillantes del cielo ser tan accesibles como los puntos negros del mapa de Francia? Así como tomamos el tren para llegar a Tarascon o Rouen, tomamos la muerte para llegar a una estrella”.
Antes de su famosa “La noche estrellada” pintó “La noche estrellada sobre el Ródano” y “Terraza de café por la noche”. Estos fueron los antecedentes directos del artista, quien nunca quedó conforme con la obra. A su hermano menor Theo, marchante de arte y quien lo mantuvo económicamente durante toda su vida, le confesó en una carta que pinturas como “Campo de trigo” y “La huerta”, eran mucho mejores. Nunca pensó el impacto que “La noche estrellada” podría causar posteriormente en la gente y convertirse en una de sus obras más destacadas y recordadas.
Van Gogh, sin realmente darse cuenta, pintó el planeta Venus en su cuadro. Fue Albert Boime, un historiador del arte estadounidense que falleció en 2008, quien comparó la pintura con un mapa del cielo de la fecha en que fue pintada “La noche estrellada”. El investigador se dio cuenta del detalle. “La estrella del amanecer” que menciona con tanta devoción en sus cartas a Theo era el planeta Venus.
Cuando estuvo vivo, el artista holandés solo vendió dos de sus obras. Ninguna de ellas fue “La noche estrellada”. Su cuadro “Viñedo Rojo” fue comprado por la coleccionista Anna Boch por la suma de 400 francos en 1890. También se sabe de una segunda obra desconocida vendida a un coleccionista británico. Después de su muerte provocada por un balazo -algunos historiadores dicen que fue suicidio, aunque ahora último se especula que el artista fue asesinado por dos cazadores furtivos- la cuñada de Van Gogh, Johanna Gezina van Gogh-Bonger, mujer de Theo, quedó como propietaria de “La noche estrellada” y del resto de sus obras. Fue ella la que, tras la muerte de su marido, en 1891, comenzó a manejar la correspondencia y publicidad de los cuadros, promocionando el arte de Van Gogh hasta que se hizo mundialmente famoso. Desde entonces el movimiento y desesperanza de “La noche estrellada” tuvo un singular periplo por el mundo del arte. Primero fue vendida en 1900 al poeta francés Julien Leclerq, quien se la vendió al artista postimpresionista Émile Schuffenecker. Seis años después, Johanna Gezina la recuperó para entregarla a la Galería Oldenzeel, en Rotterdam. Actualmente el cuadro se encuentra, desde 1941, en el MoMa de Nueva York.
Incluso Woody Allen lo usó para ilustrar la parte superior de los poster promocionales de su película “Medianoche en París” (2011). Quizás qué habría pensado Van Gogh de todo este éxito y revuelo por un cuadro que nunca fue parte de sus preferidos, pero que dejó un testimonio vivo, hermoso y perdurable de su estadía en el asilo de Saint Paul de Mausole.