Venezuela | Juan Guadió: Entre la gloria y la cárcel

por La Nueva Mirada

Juan Gerardo Guadió Márquez es un joven diputado (35 años) que pertenece al partido Voluntad Popular, fundado por Leopoldo López. Uno de los líderes de la oposición que vive un prolongado arresto domiciliario, luego de permanecer en prisión por más de dos años, acusado de incitar a las protestas masivas y violencia por el régimen de Maduro.

Juan Gaudió  asumió la presidencia de la Asamblea Nacional, el parlamento venezolano  en enero de este año, invocando la actual Constitución de su país, con la decisión de asumir en forma interina la presidencia de Venezuela, desconociendo el viciado proceso eleccionario que sustentó la reelección de Maduro.

Sin lugar a dudas una apuesta riesgosa, como lo demuestra el confuso incidente de su breve detención el pasado fin de semana por parte de efectivos de los servicios de seguridad. Una detención, confusamente desautorizada por las autoridades de gobierno, afirmando que dichos efectivos habrían actuado por cuenta propia, procediendo a removerlos de sus funciones, dando pié a especulaciones respecto de nuevas fisuras en el oficialismo.

Sin embargo aún resuenan las amenazantes declaraciones de la ministra de Servicios Penitenciarios, Iris Varela, el pasado viernes, cuando sostuvo: “Ya te acomodé la celda, con tu uniforme, espero que nombres rápidamente a tu gabinete para saber quiénes te van a acompañar”.

Sin embargo aún resuenan las amenazantes declaraciones de la ministra de Servicios Penitenciarios, Iris Varela, el pasado viernes, cuando sostuvo: “Ya te acomodé la celda, con tu uniforme, espero que nombres rápidamente a tu gabinete para saber quiénes te van a acompañar”.

Es más que evidente que el régimen de Maduro no puede aceptar que un diputado de la Asamblea Nacional (a la que ha despojado de todas sus facultades, sosteniendo que ha caído en desacato y deslegitimidad, reemplazándola por una Asamblea Constituyente integrada exclusivamente por sus partidarios), se asuma como Presidente interino de Venezuela.

Sobre todo luego que diversos gobiernos latinoamericanos que integran el llamado grupo de Lima – con excepción de México – decidieran no reconocer la reelección de Maduro, mientras el Departamento de Estado norteamericano, el nuevo gobierno de Bolsonaro y el propio Secretario General de la OEA reconocieran a la Asamblea Nacional como el único poder legítimo en Venezuela, respaldando así que el parlamentario opositor  asuma como presidente interino.

Es más que evidente que el régimen de Maduro no puede aceptar que un diputado de la Asamblea Nacional (a la que ha despojado de todas sus facultades, sosteniendo que ha caído en desacato y deslegitimidad, reemplazándola por una Asamblea Constituyente integrada exclusivamente por sus partidarios), se asuma como Presidente interino de Venezuela.

Pero tal como lo afirmara William Brownfield- ex embajador de EE.UU. en Venezuela- “hay momentos en los cuales un argumento legal (constitucional) tiene que enfrentarse con el mundo real”. Resulta evidente que Nicolás Maduro aún ejerce el poder, con el respaldo de las FF.AA.  y del chavismo pese a la enorme y prolongada  crisis económica, social y política (también humanitaria) que vive el país, aferrándose a él, recurriendo a la fuerza y la represión de sus opositores, saltándose incluso su propia legalidad.

Pese a la enorme presión internacional que se ejerce en contra de su régimen, liderada por el gobierno de Trump, sumándose 13 países latinoamericanos y la Unión Europea, Maduro ha logrado el apoyo de Rusia, China y Turquía, además de los países que integraran el ALBA (Cuba, Bolivia y Nicaragua), con la notable excepción de Ecuador.

En estricto rigor, el nuevo gobierno mexicano, presidido por Andrés Manuel López Obrador si bien se abstuvo de suscribir la declaración del grupo de Lima en base a su tradicional política de no injerencia en los asuntos de terceros países (que no siempre mantuvo), no puede sumarse al pequeños grupo de países que respaldan a Maduro, por más que muchos opositores critiquen su política de no intervención y que el gobierno venezolano se esfuerce en sumarlo como aliado.

A estas alturas perece evidente que Maduro se mantendrá en el poder mientras cuente con el respaldo de las FF.AA. que hoy constituyen su principal apoyo, ocupando altas responsabilidades gubernamentales en ministerios, servicios y empresas públicas y cuyos mandos han adherido formalmente al proceso revolucionario desde los tiempos de Hugo Chávez.

La oposición, que alcanzara su máximo nivel de unidad y capacidad de movilización en la llamada Mesa de Unidad Democrática, hoy se encuentra dividida y atomizada, con una sensible pérdida de iniciativa, varios de sus líderes en el exilio, otros cumpliendo condenas o procesados, luego de fracasar diversos intentos de diálogo y negociación  para una salida pactada con el gobierno, que tan sólo buscó ganar tiempo sin ninguna voluntad de alcanzar una salida política a la crisis.

La oposición, que alcanzara su máximo nivel de unidad y capacidad de movilización en la llamada Mesa de Unidad Democrática, hoy se encuentra dividida y atomizada, con una sensible pérdida de iniciativa, varios de sus líderes en el exilio, otros cumpliendo condenas o procesados, luego de fracasar diversos intentos de diálogo y negociación  para una salida pactada con el gobierno, que tan sólo buscó ganar tiempo sin ninguna voluntad de alcanzar una salida política a la crisis.

No hay mal que dure cien años, ni venezolanos que lo resistan

La pregunta es hasta donde puede resistir un gobierno acosado por la crisis económica que no tan sólo tiene al país al borde del default (en estricto rigor en default), con una inflación que podría llegar a 10.000.000 % este año, la industria petrolera en quiebra, desabastecimiento generalizado, crisis humanitaria y una emigración que ya supera los tres millones de venezolanos. Una corrupción rampante que compromete a civiles y militares y extrema violencia.

La pregunta clave es hasta donde puede resistir el pueblo venezolano esta situación extrema que se deteriora día a día, poniendo a prueba la capacidad de sobrevivencia de las familias que deben procurarse alimentación, remedios, vestuario o productos esenciales en los desabastecidos  mercados y farmacias, a precios irrisorios, que aumentan de la noche a la mañana.

La pregunta clave es hasta donde puede resistir el pueblo venezolano esta situación extrema que se deteriora día a día, poniendo a prueba la capacidad de sobrevivencia de las familias que deben procurarse alimentación, remedios, vestuario o productos esenciales en los desabastecidos  mercados y farmacias, a precios irrisorios, que aumentan de la noche a la mañana.

Y aún podría plantearse la incógnita acerca de hasta adonde podría llegar la lealtad de las FF.AA. venezolanas con un gobierno tan desacreditado y aislado internacionalmente como el actual. Es más que evidente que los actuales mandos, en su inmensa mayoría están comprometidos con el régimen, con roles protagónicos, gozando de privilegios y prebendas y muchos de ellos involucrados en casos de corrupción. Incluso en el narcotráfico, con la famoso cartel de los soles (en referencia a los soles que ostentan los generales en sus charreteras).

Pero es igualmente evidente que las FF.AA. son leales hasta el momento en que dejan de serlo. Y ese es un problema que no deja de preocupar a los jerarcas del gobierno. Sobre todo luego de algunas asonadas protagonizadas por oficiales de baja graduación y acusaciones de conspiraciones que involucrarían altos mandos.

En el pasado reciente se sostenía que ningún  general resistía un cañonazo de un millón de dólares (para referirse a intentos de desestabilización de gobiernos progresistas desde el exterior). En el caso de Venezuela, visto el involucramiento de las propias FF.AA, en la corrupción, se requeriría un cañonazo bastante más potente y la eventualidad de que puedan hacerse efectivas responsabilidades por actos de corrupción o violaciones a los derechos humanos, actúa como un poderoso disuasivo hacia los actuales altos mandos de las FF.AA.

En el pasado reciente se sostenía que ningún  general resistía un cañonazo de un millón de dólares (para referirse a intentos de desestabilización de gobiernos progresistas desde el exterior). En el caso de Venezuela, visto el involucramiento de las propias FF.AA, en la corrupción, se requeriría un cañonazo bastante más potente y la eventualidad de que puedan hacerse efectivas responsabilidades por actos de corrupción o violaciones a los derechos humanos, actúa como un poderoso disuasivo hacia los actuales altos mandos de las FF.AA.

En este complejo escenario, en donde Nicolás Maduro transita por el filo de la navaja, el intento del diputado Juan Guadió por asumir la presidencia interina de su país, lo puede convertir en un héroe pero, de manera mucho más probable, en una nueva víctima del polarizado y tensionado escenario político venezolano. Hace tiempo el gobierno  sobrepasó su línea de no retorno, sobreviviendo mediante la fuerza y los escasos apoyos internacionales que pueda conseguir. Sólo podría ser derrocado por sus propios grupos de apoyo.

La intervención armada del exterior no parece una alternativa viable en los tiempos que corren, aunque Trump declare estar dispuesto. Maduro acusa a EE.UU. agregando al gobierno de Iván Duque en Colombia y más recientemente a Jair Bolsonaro  en Brasil, de orquestar una agresión en contra de su país.

Sin discusión, el desconocimiento internacional a su reelección, así como el reconocimiento de la Asamblea Nacional que preside Guadió como único poder legítimo en Venezuela, expresa injerencia de la comunidad internacional en los asuntos internos de ese país. Con todo, no es suficiente para derrocar un  gobierno y sustituirlo por uno nuevo.

Ello sigue dependiendo de la capacidad de los venezolanos de unirse y movilizarse en contra de un gobierno que ha perdido su legitimidad en el ejercicio del poder y no ha logrado revalidarla en el remedo de elecciones que buena parte de la comunidad internacional ha resuelto desconocer. Y de las propias FF.AA, que deberían asumir que, más allá de la lealtad a un gobierno que ha sobrepasado su propia legalidad, su principal deber es servir los intereses del país y de quienes viven en él.

En este complejo escenario, en donde Nicolás Maduro transita por el filo de la navaja, el intento del diputado Juan Guadió por asumir la presidencia interina de su país, lo puede convertir en un héroe pero, de manera mucho más probable, en una nueva víctima del polarizado y tensionado escenario político venezolano.

El régimen chavista ha desechado buscar una solución política a la profunda crisis que sacude al país optando por atrincherarse en el poder, apelando al recurso de la fuerza y la represión. Un recurso de última instancia que podría volverse en su contra. Esa parece ser la deriva que hoy enfrenta Venezuela.

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