Vienen los chilenos (Basado en un hecho real ocurrido en Codpa durante la Guerra del Pacífico) Por Gerardo Cáceres Perea

por La Nueva Mirada

Junto al sol de mediodía llegaron los chilenos. Bajaron corriendo la quebrada de Codpa. Las madres gritaron, sobre todo a las niñas, que se escondieran, venían los pantalones rojos, los violadores.  Ya era sabido que los chilenos avanzaban sobre los pueblos con el corvo entre los dientes, enloquecidos por el aguardiente y la pólvora. No respetaban ni a las viejas. Se robaban las joyas de la iglesia, los dientes de oro de los muertos. Pero algo ocurrió con estos que no patearon las puertas, que no rasgaron las enaguas ni destriparon los hombres. Los chilenos se quedaron al otro lado de la hondonada seca. Por las rendijas de las ventanas se alcanzaban a ver sus gorras azules asomadas junto a los cañones de sus fusiles. Ellos también tenían miedo.

Pasó una hora, o dos, Natalia no lo sabía. Era su padre quién tenía reloj y ahora él andaba por Campanane canjeando fruta y alfalfa por carne de llamo. Se salvó mi padre, pensó Natalia, pero yo no. Ahora van a venir sobre nosotros. ¿A quién montarán primero? ¿A mi madre o a mí? A una burra del pueblo se la montó un potro y de allí salió un animal de orejas largas y trote de caballo que su madre llamaba macho. ¿Que saldría si ella tuviese un hijo de un chileno?

Cuando el sol daba de golpe sobre el pueblo, nadie se atrevía a salir. Los domingos por la tarde su padre, con su vaso de pintatani en la mano, la mandaba a buscar fruta al huerto y cuando regresaba, su madre se estaba lavando las piernas y el pecho. Natalia creía que era el calor, así que ella también se mojaba la cara.

Los chilenos no aguantaron más ese mismo calor, que golpeaba al pueblo en el verano, y se asomaron con un trapo blanco y sucio amarrado a un fusil. Pasaron junto a la casa de Natalia. No parecían tan malos sobre todo uno que se acercó a la ventana y susurró “Agua”. Ese año el puqio estaba seco. Si no les damos agua por la buena, se la tomarán por la mala, pensó Natalia. Los mismo debe haber creído doña Graciela. Ella fue la primera que salió a la plaza con su cántaro. Natalia entonces corrió, a pesar de los gritos de su madre, con el jarro de agua fresca que había bajo la destiladera.

Vio que los hombres, arrodillados, esperaban que la vecina les sirviera. Natalia empezó del otro extremo de la fila. Mientras ella vertía el agua con el jarro bajo su brazo, los chilenos iban abriendo la boca, igual como hacían los feligreses en la iglesia cuando el cura los obligaba a comulgar cada vez que venía al pueblo.

De pronto, Natalia soltó el jarro. El agua se extendió como un manto fresco que por instantes humedeció la tierra. Un soldado le había tomado la mano. Doña Graciela y el resto de los soldados sólo miraron la escena. “Gracias, mamita, gracias” dijo el sediento a la sorprendida niña. El hombre besó varias veces las palmas de Natalia. Ella sintió sobre su piel sus labios partidos, pero ahora húmedos. En vez de asustarse, Natalia se río. La barba del chileno le picaba las manos y los pelos gruesos se le clavaban como espinas de tunas, de esas que cuesta sacar, que no se olvidan.

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3 comments

Federico Gana Johnson junio 14, 2021 - 11:34 pm

En este cuento e Gerardo Cáceres como que no sucede nada, más allá de los preámbulos respecto de algo terrible qur va a ocurrir. Aún así, sin llegar a lo anunciado como central, se llega a una profunda realidad derivada de detalles. La tremenda humanidad qeu se advierte en cda línea es fundamental. Además, reflejar tanto en tan breves párrafos es otro ejemplo de buena literatura.

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Juan Antonio Massone junio 18, 2021 - 3:39 pm

Tu cuento mantiene la tensión y la expectativa ante lo previsible. La narración está guiada por el peligro que se cierne sobre esa población inerme. Pero sucede lo imprevisto. Natalia es valorada o vista como esa indulgencia femenina, que alienta vida. Entonces, la encarnizada furia del soldado chileno se transforma en humanidad. Muy bueno.

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Susana Quiroz junio 21, 2021 - 10:00 pm

Muchas gracias Gerardo, por tan bella narración, logré transportarme bajo la piel de Natalia y el sentir de aquellas personas en aquella época, lo más valioso y mágico que puede transmitir/lograr una historia. Me dan ganas de saber y aprender más 😉

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