Violencia democrática. Por Psiquiatra Sergio Canals L

por La Nueva Mirada

“La violencia es una forma de estupidez humana “(Pessoa). La violencia deshumaniza.

Esta vez comienzo con una frase final de columna anterior:

Quienes pretenden pacificar una sociedad no deben olvidar que la inequidad y falta de desarrollo integral no permiten general paz. Sin igualdad de oportunidades, las formas de agresión y de guerra, tarde o temprano, provocarán su explosión.  Cuando la sociedad abandona en la periferia a una parte de sí misma, (“descartados”, segregados, “residuos”, marginados, pobres, débiles y vulnerables), no habrá programas políticos, recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad (y la paz). Si hay que volver a empezar, siempre será desde los últimos” (Papa Francisco).

La violencia ya es parte de nuestra vida cotidiana democrática. No hay vuelta atrás. La democracia cambió, la violencia cambió. Evolucionan. Una ha pasado a ser parte de la otra de forma híbrida como el dios Jano. Miran a la paz y a la violencia a la vez, con una sola cabeza, en una época que agoniza llena de violentos estertores, horrorizada frente a su propia muerte.

La violencia ya es parte de nuestra vida cotidiana democrática. No hay vuelta atrás. La democracia cambió, la violencia cambió. E

La democracia, donde la representación y participación ya no son articuladas por una política, hoy se despoja de un sentido que se fragmenta en jirones bajo el viento de la violencia. Hoy emerge fundida a espacios de cemento yermos, como en una tierra hermosa llena de bosques centenarios. Cristaliza en las calles y las esquinas, sucia y limpia, turbulenta y volátil, llena de incertidumbre y perturbaciones. Bebe de una política con una fuerte tendencia límite al desorden y al caos, movilizada por los jóvenes en medio de su deber y rol histórico de catalizadores enzimáticos para el cambio y las transformaciones. Sumergidos y respirando en las redes digitales como parte de ellas, impulsados por chapoteos y una acción práctica con mucho de revolución permanente.

Hanna Arendt parece tener razón cuando vemos un Estado (avasallado por la economía de mercado neoliberal) organizado como “fáctico poseedor de una violencia (que manipula), dejando ya de lado si el fin perseguido es la vida o la libertad”. Una libertad que se mantiene restringida, situación de excepción, que en los inicios estuvo dirigida a preservar la seguridad pero que hoy, frente al plebiscito en contexto pandémico, “amenaza la vida y la libertad” con fines políticos que parecen poco claros y crípticos, con algunas reminiscencias y prácticas de fuerte aroma que pareciera nacer de nuestro terrible pasado próximo.

Hanna Arendt parece tener razón cuando vemos un Estado (avasallado por la economía de mercado neoliberal) organizado como “fáctico poseedor de una violencia (que manipula), dejando ya de lado si el fin perseguido es la vida o la libertad”.

La memoria de la violencia no es enemiga de la paz. Es parte vivida y recordada de la paz.

Uno de cada tres estudiantes de octavos básicos – en el estudio de la Agencia de La Calidad de la Educación del 2018 – mencionaron que la violencia sirve para lograr lo que uno quiere, aunque la mayoría creía en el diálogo y la negociación. El 65% refirió que cualquier medio se justifica para lograr lo que uno quiere. El 66% estaba de acuerdo en que la ciudadanía castigue a los criminales con sus propias manos. Además, opinaron que los poderosos consiguen más cosas que los que negocian. Un tercio opinó que la democracia no era la mejor forma política de Gobierno.

La violencia crece porque la violencia social crece. La educación es el reflejo de la cultura general y regionales (también comunales) dominantes. Educación para ser empleados, técnicos, emprendedores y gerentes. Educación para seguir siendo pobladores, pobres excluidos y marginales. Educación que cierre las brechas de oportunidades. Educación para poetas y artistas. Educación para ciudadanos y no sólo para consumidores.

El mal de la sociedad. La admiración por los poderosos y el desprecio por los débiles.

En el último congreso de la Sociedad de Psiquiatría Infantil y juvenil, un trabajo realizado en niños jóvenes en sectores de riesgo y vulnerables en poblaciones pobres en marzo de este año sobre la revolución social de octubre del año pasado, mostró que los niños “juegan a las marchas con mensajes sobre las desigualdades y los precios altos. La violencia les genera miedo, y las marchas y cacerolazos pacíficas les generan “alegría”.  Mientras que en los adolescentes la valoración de participación en estas manifestaciones es positiva, la de la represión que se ejerce es negativa generándoles temor las acciones violentas de control. (“Exijo que no maten a los que protestan”). Enojo les produce en general la desigualdad social, la violencia, la represión policial. El ejercicio de autoridad fue valorado negativamente en general. La violencia represiva y vulneración de derechos fue negativa y traumática.

Respecto a las autoridades, fueron valorados positivamente bomberos y organismos de D.D.H.H. Respecto al Presidente la valoración fue negativa, responsabilizándolo del mal manejo y de no asegurar las condiciones de vida de la población. (Algunos manifestaron que “se debería ir o desaparecer”).

Los niños y jóvenes manifestaron una valoración y juicios reflexivos, de acorde a su edad, de la crisis social, mostrándose implicados y participativos. Reprodujeron discursos sociales dominantes y hegemónicos de adultos y medios. Deben ser considerados como sujetos ciudadanos políticos.

La violencia es una forma de subjetivación histórica, psicosocial, cultural, educativa, económica y mediática con formas de expresión situacionales temporales, regionales y situacionales.

No es lo mismo, siendo siempre un acto de violencia imposible e indigna contra personas -y aún contra símbolos, lugares, animales y naturaleza-, estafar corruptamente a una gran población ciudadana, pintar una estatua, botar un poste, quemar casas o un supermercado, un bus o un camión, poner una barricada, golpear a alguien, dejar ciego a otro, mutilar, torturar, violar o matar.

Hoy desaparecen las diferencias, y todas estas formas se confunden desapareciendo su necesaria valoración. Más aún, parece ser que todo es violento y si todo es violento nada es violento.

La violencia es falta de paz.

Especialmente destructor, es violentar a alguien no nacido (aunque entiendo otras miradas), a un niño o una niña, a un joven o una joven, a una mujer, a alguien de la tercera edad, o a alguien en general, debido a sus diferencias de cualquiera índole. 

No es lo mismo la violencia ejercida por organismos del estado, que la violencia ciudadana. No es lo mismo la violencia terrorista, ya sea fascista o revolucionaria de izquierda, con la violencia sólo política.

No son lo mismo la violencia urbana, y la violencia rural.

Hay distintas formas, vectores, fuerzas, figuras e intensidades en el campo dinámico de la violencia.

La violencia genocida sistemática, es una forma de violencia absoluta.

El mal corresponde a una violencia pura, metafísica y religiosa.

Hoy escuchamos a cada momento un slogan:

“Nos jugamos en este mes de octubre una disyuntiva entre violencia y democracia”.

Error. No hay una disyuntiva entre violencia y democracia, salvo cuando la violencia está dirigida directamente a destruir el orden democrático y reemplazarlo por uno totalitario o dictatorial.

Error. No hay una disyuntiva entre violencia y democracia, salvo cuando la violencia está dirigida directamente a destruir el orden democrático y reemplazarlo por uno totalitario o dictatorial.

Si uno revisa la historia reciente de países con sistemas democráticos fuertemente robustos, como el de Estados Unidos, Inglaterra, España, Francia y otros europeos -cuna de la democracia occidental-, asoma plagada de situaciones y actos muy violentos que no han impedido la mantención de su condición democrática. En Latinoamérica, en cambio, sí la violencia intensa y frecuente (golpes de estado y guerrillas), ha estado dirigida muchas veces a suprimir o cambiar de forma no democrática y revolucionaria el gobierno imperante, terminando en terribles dictaduras deshumanizadoras.

“La sociedad se erige sobre prohibiciones, y la sociedad democrática cuenta con una: la prohibición de la violencia”. Es decir, la prohibición de qué a través de la propia forma democrática, organice su propia destrucción. Un suicidio democrático.

También esta aseveración se equivoca, en parte. Su planteamiento es correcto sólo en una dimensión. La prohibición de la violencia, normada y regulada por la justicia y las normas políticas democráticas. Pero esto es válido y necesario para todas las formas de vida y relaciones humanas. Es una forma cultural destinada a favorecer la supervivencia y el desarrollo de la vida, las personas y el medio natural, modulando nuestra historia y condición de animales por naturaleza evolutiva, agresivos. Este comportamiento biológico, es dotado de significado y sentido en relatos a través del constructo de la “violencia”, en medio de diferentes campos semánticos históricos culturales.

La agresividad está asociada al miedo, la ira, la frustración y el dolor. Es un mecanismo evolutivo de defensa y ataque destructor.

Desde pequeño se educa a no dañar ni hacer sufrir a los otros de forma directa o indirecta. A ser pacíficos y a no mentir cómo forma ética y moral. Aunque también se puede dejar y enseñar la violencia y la mentira como forma de vida.

Wolfang Sofsky, asevera de forma pesimista, que “la violencia absoluta, no es una regresión a un estado primitivo del alma o a una recaída de la barbarie. Es ella misma producto de la cultura humana. La violencia siempre opera en el nivel alcanzado por las fuerzas destructivas. Los hombres siempre se han destruido y asesinado como si fuese algo normal”.

“La violencia (de manera “muy amplia”) se presenta cuando la gente está influida de tal modo que su desarrollo somático y espiritual actual es mayor que su desarrollo potencial”, según Galtung.

No es igual la violencia al ejercicio del poder. El poder del amor verdadero (gratuito), por su naturaleza esencial, nunca es violento.

En la violencia, siempre hay sufrimiento y daño ejercido sobre otro. Lo convierte en víctima dolorosa de alguien que la ejerció de forma directa explícita o simbólica sobre él, lo que incorpora una dimensión estrictamente subjetiva que escapa a la intencionalidad de una actitud, de lo hecho o lo dicho, o a veces, del propio silencio. La frase de: “sentí que fuiste violento conmigo”, con la respuesta -siempre que sea honesta- de “lo siento, no me di cuenta, no pensé que fuera así para ti”, lo prueba desde el sentido común.

Los empresarios hablan hoy sobre la necesidad del orden para “reactivar económicamente el país”. Hacen un símil con el orden y la democracia.

Pero la democracia como sistema, incorpora un grado de desorden violento, propio de su transformación evolutiva. Nunca en equilibrio perfecto, ya que condicionaría su muerte. Tampoco con un grado de desorden que la lleve más allá de sus mecanismos de adaptación evolutivas, los que la llevaría a un punto de bifurcación catastrófica conduciéndola a un estado totalitario dictatorial donde se violenta la propia condición humana individual y comunitaria en un estado predemocrático.

La violencia no desaparece, sólo se transforma.

Byung-Chul Han, se refiere extensamente a la violencia en su libro “Topología de la Violencia”

“La violencia es proteica. Su forma de aparición varía según la constelación social. En la actualidad, muta de visible en invisible, de frontal en viral. De directa en mediada, de real en virtual, de física en psíquica, de negativa en positiva, y se retira a espacios subcutáneos, sub comunicativos, capilares y neuronales, de manera que puede dar la impresión de qué ha desaparecido”. “En el momento que coincide con su contra figura, es decir la libertad, se hace del todo invisible”.

“Hoy en día, la violencia material deja lugar a una violencia anónima, des subjetivada y sistémica, que se oculta como tal porque coincide con nuestra propia sociedad”.

“La situación que tiene lugar en un acto violento a menudo tiene su origen en el sistema, en la estructura sistémica en que se integra (…) que el orden de dominación establece y estabiliza, pero que sin embargo escapan a la visibilidad”

“La violencia estructural” de Galtung, se funda “en estructuras establecidas en el sistema social se ocupan de la persistencia de las condiciones de injusticia” (…) con relaciones de poder injustas (…) diferencias de oportunidades injustas sin manifestarse como tales”.

“Su invisibilidad hace que las víctimas de la violencia no tomen conciencia directa de la relación de dominación. De ahí su eficiencia”.

Hoy se hizo visible.

Además, distingue una violencia frente a lo distinto (miedo a lo distinto) negativa, y otra más destructora, que llama positiva, que está dada por el exceso

forzado de lo igual, de lo positivo, donde desparece la relación del otro desde sus características personales propias y sus diferencias, hecho asociado a una autoexigencia personal que es competitiva, individualista, competitiva, y destructora, propia del sistema de mercado neoliberal, finalmente narcisista. Uno sería patrón y esclavo de uno mismo a la vez, pero paradojalmente percibiéndose más libre.

autoexigencia personal que es competitiva, individualista, competitiva, y destructora, propia del sistema de mercado neoliberal, finalmente narcisista. Uno sería patrón y esclavo de uno mismo a la vez, pero paradojalmente percibiéndose más libre.

Por su parte, Levinas, habla del origen de una violencia esencial que nace en el no reconocer en el rostro y la alteridad del otro, siempre una posición ética moral anterior a uno. Su fundamento, es la presencia en el otro, del absoluto (Dios para él). Sentido puro, que dice en silencio al que puede ver y oír: “No me matarás” “Eres responsable de mi vida”. “Eres el guardián de tu hermano”.

El 2019 se afirmó en Chile: “Ciertamente hay una forma organizada de violencia”.

Error. La ira de los manifestantes nace de las frustraciones de la vida cotidiana (…) La sociedad chilena vive en disparidades económicas extraordinarias (…) la distribución del ingreso antes de impuesto es muy desigual (…) pero es el gobierno de Chile quien hace menos para reducir la desigualdad económica a través de impuestos o transferencias de riquezas (…) porque es el que tiene el nivel más alto de desigualdad de ingresos después de impuestos de la OCDE” (NYT. 23/ 10 /2019).

Error. La ira de los manifestantes nace de las frustraciones de la vida cotidiana (…) La sociedad chilena vive en disparidades económicas extraordinarias (…) la distribución del ingreso antes de impuesto es muy desigual (…) pero es el gobierno de Chile quien hace menos para reducir la desigualdad económica a través de impuestos o transferencias de riquezas (…) porque es el que tiene el nivel más alto de desigualdad de ingresos después de impuestos de la OCDE” (NYT. 23/ 10 /2019).

Chile ¿está aprendiendo? el precio de la desigualdad.

Desde Zizek, cuando la protesta popular ( de los que algunos llaman “los poetas de la violencia”) huelgas, manifestaciones de masas, boicots, una turba furiosa ( sin control racional y una pérdida de sentido) atacando y quemando edificios , buses , bienes públicos , autos, linchando gente, atacando y siendo atacados por las fuerzas de represión, control y orden, disparando a la gente en relación a sus motivaciones específicas ( “mejores pensiones, “Metro más barato”, suspender el CAE, no más AFP”, no más injusticias”) , se politizan, la reivindicación puntual comienza a funcionar como una condensación metafórica de una oposición universal al gobierno, al estado y a todo lo que simbolice el poder económico y político, a los que mandan sindicados como la causa de la injusticia, desigualdades y opresión. Se produce un desplazamiento simbólico. Se quema el supermercado como un símbolo universal. Observar el fuego en acción, fascina al ser humano.

Se quema el supermercado como un símbolo universal. Observar el fuego en acción, fascina al ser humano.

El quemar termina como un ritual sacrificial violento de purificación hacia la muerte y la nada: “Sólo quedaron cenizas y restos irreconocibles”. “Acabar con todo”.

¿Y la represión descontrolada y también irracional donde se puede llegar a matar a una persona?

Con un arma en la mano y entrenado en uso en contextos de violencia, confrontación y lucha, se produce una placentera sensación de goce (una erotización) por el poder, asociada al sentimiento de “adioforesis” constituida por la acción y el efecto, donde el sentido de estas se vuelven irrelevantes o fuera del discernimiento ético. El otro puede devenir sólo un objeto a destruir.

(Recordar la tendencia a la desregulación emocional omnipotente y narcisista y la acción grupal de los jóvenes, donde se difuminan la identidad individual y las responsabilidades de forma emocional e impulsiva).

La actual democracia es post pragmática, post política y post violenta. Fragmentada, despolitizada, y violenta de forma “rizómatica”. Entre los intersticios de las mallas y redes de las relaciones personales fragmentarias ciudadanas y micro locales, emergen y se cristaliza la violencia interpersonal, grupal y volátil, asociada a la ira por una liberación viral del deseo con una frustración asociada, pero sin fundamento alguno esencial. Finalmente, vacía y desfundada del ser, como una subjetivación del no ser que conduce tarde o temprano al vacío sin alcanzar un sentido.

Nuevamente Zizek, desde la “postpolítica”, nos advierte que cuando la política “pretende mantener las demandas específicas y legítimas en el ámbito de los problemas y soluciones prácticas despolitizadas perpetuándolas, genera crisis y explosiones violentas e irracionales”.

No queda más que intentar mantener un control y prevención de índole ético

No queda más que intentar mantener un control y prevención de índole ético, pacífica, y ciudadana espiritual y en el diálogo de la violencia, desmantelando sus factores de riesgo a niveles personales, psicosociales, grupales, comunitarios, y económicos, lo que no impedirá su eliminación, pero que sí permitirá formas de vida más humanizadoras.

Al igual que el narcotráfico y consumo, la prostitución y la venta de armas son necesarias y parte de nuestra condición humana.

Al igual que el narcotráfico y consumo, la prostitución y la venta de armas son necesarias y parte de nuestra condición humana.

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