Nuestra conversación con Manuel Piñeiro Losada se produjo a través de un antiguo teléfono negro, empotrado en la pared de una habitación del sexto piso del añoso Hotel Deauville; pero lo interesante de este diálogo, no está relacionado con las circunstancias físicas en que se desarrolló nuestra charla, sino más bien, con una fatídica casualidad, porque producto de esa llamada, me convertí en uno de los últimos fotógrafos que trató de hacerle una nota antes de su desafortunada muerte.
Manuel volvía desde una recepción en la embajada de México, cuando su automóvil se estrelló contra un poste en una calle del barrio de Miramar, en la ciudad de La Habana. De esa tragedia me enteré dos semanas después de que hablé con él. Yo estaba en la localidad de Oaxaca y mi sorpresa fue tal al ver la noticia en la tapa de la revista Milenio, que inevitablemente recordé los días que estuve en la capital cubana tratando de establecer contacto con el comandante Piñeiro. Las innumerables llamadas que hice al comité central del Partido Comunista dieron paso a un largo interrogatorio por parte del funcionario de turno
¿Sobre qué temas quieres hablar con Manuel?
Y la lista era larga…
Su entrañable amistad con el Che Guevara, la internación ilegal de armas en Carrizal Bajo, las andanzas del departamento de América en Nicaragua, solo por nombrar algunos temas…
Lo cierto es que el funcionario – cuyo nombre no recuerdo – me dijo que esta petición debía ser evaluada por sus superiores ya que Manuel – en su condición de comandante retirado – no tenía la facultad de hablar a título personal sobre temas que atañen a la política exterior cubana de los últimos 30 años.
Y eso me lo hizo saber el propio Barbarroja cuando me pude comunicar con él. “Usted pertenece a esa casta de jóvenes lindos, pero entenderá que no puedo esgrimir detalles sobre el funcionamiento de la G2 y menos sobre las acciones del departamento de América. Sin embargo, lo invito a que conversemos off the record sobre lo que estime pertinente; siempre y cuando, usted se encuentre en la isla a la vuelta de mi viaje por Santiago de Cuba, puesto que debo asistir a la conmemoración de los 40 años de la creación del II Frente Oriental Frank País y mi agenda hace imposible que nos reunamos en otra fecha “
Lamentablemente, yo tenía un vuelo a Ciudad de México que no podía ser aplazado y después de despedirnos con cordialidad, dejamos el encuentro para una ocasión venidera.
Cuando el avión despegó desde el aeropuerto José Martí, me quedé con una sensación extraña, no la puedo explicar. Había recorrido gran parte del territorio cubano, empapándome de la realidad del país, sobre todo de la generosidad de sus habitantes, así como también de las carencias que involucra el bloqueo. Fotografié a un sinnúmero de personas, me detuve a conversar un café con cada cubano que accedió a dialogar, caminé prolongados trayectos a lo largo y ancho de varias ciudades, tratando de aglutinar experiencias que me condujeran a entender esa sensación que percibía en la piel…
Un espacio detenido en el tiempo que, lleno de magia y aroma revolucionario me confrontaban con innumerables preguntas. Mi delgada estatura era un cúmulo de interrogantes y estaba ávido de respuestas por parte de uno de sus protagonistas.
Yo hablé con Barbarroja.
No nos vimos nunca, pero ya no podrá responder.
Gabriel Pérez Mardones
Abril -1998