El doctor Sanhueza, que además es prestigiado ginecólogo (por si hay algún(a) lector(a) interesado(a) en su prolija atención) me viene insistiendo en que tomar vacaciones es una necesidad biológica y psíquica más que urgente en contextos de alta tensión como el chileno, especialmente en períodos de elevadas temperaturas como los últimos meses en la capital y buena parte del territorio. Aunque le insisto que yo me siento bien ha resuelto quitarme el saludo si no me borro de Santiago en febrero y, aunque porfiado soy, partiré al sur extremo que no visito desde décadas. Quizás todo este preludio, algo estúpido, es resultado de la misma temperatura que, de paso les cuento, en la Plaza de la Dignidad se siente más que agobiante. Más allá de los lesionados por los más que acalorados y rabiosos de verde, pienso en los deshidratados de las últimas semanas a los que de poco les ayuda el agua contaminada del guanaco.
Quizás todo este preludio, algo estúpido, es resultado de la misma temperatura que, de paso les cuento, en la Plaza de la Dignidad se siente más que agobiante.
Tal vez la temperatura tenga que ver con tanta estupidez ambiente y conste que cumpliré con no mencionar al innombrable mandatario cuyos nuevos asesores de imagen se pasean con cierta soberbia por Palacio después de asumir como un gran logro que su empleador no haya bajado en la encuesta de Cadem, sino avanzado dos míseros puntos por cumplir con guardar silencio varios días seguidos. Algo por lo que no habría tenido que pagar tanto si sólo le hacía caso a Cecilia, que le viene diciendo lo mismo hace meses, junto con que deje de mencionarla como un mamón para recuperar los puntos que viene perdiendo en su propia familia, prisionera de sus desvaríos tras lo apabullador que ha sido su descrédito internacional que, dicho sea de paso, continúa en ascenso golpeando el ego presidencial y le duele como pocos imaginan.
Como pueden apreciar mi desvarío pareciera demostrar lo certero del diagnóstico de Sanhueza que, por cierto, también lo descubro en lo reiterativo que se ha puesto el galeno en los últimos días. Bien le hará el mar nortino del que me insiste en hablar pese a que lo conozco más que el mismo. Cosas de la temperatura y de la edad, agrego yo.
Vacaciones también necesitan con urgencia el bocón diputado Gutiérrez, los jovencitos diputados del Frente Amplio que se equivocan en bobadas parlamentarias, la señora Jiles o giles como Motuda, que no dan pie en bola y no hacen más que sumar fundamentos para el descrédito que anotan las encuestas, algo así como pesadillas, incluso para el que las puntea, el obsesivo Joaquín Lavín. Me resistiré a la tentación de volver al matrimonio del terror – Allamand – Cubillos – pese a que sumaron dividendos durante esta semana, pero ya me bastó con los comentarios cruzados que recibí en respuesta por lo escrito en estas mismas páginas el jueves pasado. Aparte agrego que llevo una carpeta dedicada al ministro Mañalich. Me parece digno de tratamiento especial y de laboratorio. Ya conversaremos de ese doctorcito del que Sanhueza me ha aportado demasiadas referencias, todas verificadas.
Cuando le mencioné a mi vecina linda (me pidió que no repitiera su nombre y reservado soy) lo de las vacaciones me aconsejó no leer diarios ni ver noticiarios de televisión en febrero, salvo que hubiese algún desastre natural, porque el descalabro mayor lo provocan en febrero los voceros suplentes de todo color, aunque me advirtió que el récord siempre lo batirá el UDI evangélico Iván Moreira. Por curiosidad le pedí que me avisara por celular si surgía alguna joyita imperdible.
el descalabro mayor lo provocan en febrero los voceros suplentes de todo color, aunque me advirtió que el récord siempre lo batirá el UDI evangélico Iván Moreira.
Espero disfruten mi ausencia. Descansen y no me olviden muy rápido (lo mismo le dije a los editores que me miran con cara de cansados)
Un abrazo
Frank Kotermann