Por F Kotermann
No te lo digo porque no me hayas visto hoy (tampoco Cecilia) en la ceremonia de conmemoración de 3 décadas de la asunción de Patricio Aylwin al gobierno. No lo digo sólo porque tú y la inmensa mayoría de “personalidades” (excluyo a Belisario Velasco, que se habrá sentido como pollo en corral ajeno) asistentes apoyaron entonces a Hernán Büchi y -salvo ustedes, tú y Cecilia – antes votaron en el Plebiscito para que el dictador Pinochet (te cuesta pronunciar esa palabra) permaneciera 8 años más en La Moneda. Te digo tuerto porque ya no ves lo que está a tu lado ni percibes que tus contradictorias palabras de hoy estaban condenadas al vacío, incluso para los obligados concurrentes de los partidos oficialistas, inquietos e incómodos y con la ansiedad de volver a sus ingratas funciones de estos últimos cuatro meses.
Como te conozco, sentí transparencia en dos temas: la crisis financiera mundial, reforzada por el coronavirus (tus inversiones fuera de Chile no viven un buen momento) y la reiterada obsesión por una agenda represiva contra el malestar ciudadano lejos de aquietarse.
Para ser sincero, mis respetos para esos esforzados funcionarios premiados tan modestamente, como parte de tan lamentable show matinal. En lo personal, la experiencia de ingresar tan fácilmente a un palacio de gobierno cuesta bajo en la rodada, estuvo lejos de cualquier modesta expectativa, salvo por mi infantil objetivo de volver a mirarte de cerca con Cecilia, tal como ocurría en tus visitas optimistas y algo soberbias en tiempos de bonanza durante los años vividos en Estados Unidos.
Ahora, cuando difícilmente puedes pensar en viajes cómodos por un mundo infectado por el coronavirus – aunque te diste el pretencioso gusto de ofrecer visita de médicos chilenos a China – y tus riesgos judiciales, intentas, con el apoyo clínico algo más controlado de antidepresivos, imaginar el largo camino de 2 años más en La Moneda. ¿Placer o castigo? que pareciera insoportablemente infinito.
Nunca imaginaste que la obsesión por el Poder podría transformarse en tortura cotidiana cuando las encuestas preferidas, que tanto te gustaban antes, deben suspenderse para que no desparezcas en la tendencia a cero. Y, por lo visto, no tienes remedio, estás definitivamente tuerto. Predicas como “Gatica”. Hablas y te repites, mientras Carabineros reprime con brutalidad a la mayoría contestataria y protege a un grupúsculo de fascistas armados que intenta aterrorizar población y agrede brutalmente con la asesoría de uniformados en retiro. Hasta Lavín está asustado de esos facinerosos y tú mantienes a ineptos e irresponsables a cargo de la policía uniformada.
Ciertamente no me hizo bien ingresar a La Moneda. No resultó una aventura como la imaginé. Es hoy una fotografía de la decadencia. Por lo mismo me ayudó encontrarme, en la cercanía del Parque Forestal, con el doctor Martínez, otro galeno reflexivo y sabio, conversar de la vida que continúa y escuchar los cantos de jóvenes secundarios, sin capucha, que, ciertamente, nada tienen que celebrar un día como hoy.
Buena semana para ustedes
Frank Kotermann