Por Frank Kotermann
Aunque el doctor Martínez insistía esta noche en retomar la conversación, brindis incluido, por la renuncia algo vergonzante y apresurada de Pérez “El feo”, sin duda un hecho trascendente en el transcurrir de la caída en picada del extraviado Sebastián, reconozco mi desmesura al interrumpirlo marcado por la rabia contra el inconmensurable bandido de Trump. Asumiendo que como ciudadano del país del norte ejercí, debida y correctamente, mi derecho a voto no estoy dispuesto a que el forajido que transformó la Casa Blanca en su guarida personal intente robarse una elección que, a todas luces, ha perdido. Cuando narré la semana pasada al galeno y los jóvenes vecinos del segundo piso los detalles del antiquísimo sistema electoral de Estados Unidos no les cupo en la cabeza que yo profetizara al extremo que debería llegar el tramposo burro que irrumpió como el mandamás de los ya más que suficientes bandidos vestidos de mandatarios en el planeta, ahora castigado por una pandemia que no termina de matar, con récords precisamente en el gran país del Norte y Brasil, potencias gobernadas por un par de rufianes.
el forajido que transformó la Casa Blanca en su guarida personal intente robarse una elección que, a todas luces, ha perdido.
Sin límites para mentir y maniobrar groseramente desde el poder, rompiendo todos los precedentes delictivos – que ¡los Ay caray! – en la historia de esa gigante federación mayor que me vio crecer y donde viví grandes momentos de mi ya prolongada existencia, resultaba predecible la grosera maniobra del delincuente mayor del imperio para patear el tablero tempranamente y resistirse, sin medir las consecuencias (los bandidos suelen apostar a ello) de su resistencia a entregar el poder perdido en las urnas electorales.
Esa apuesta de Trump les resultaba difícil de creer a mis contertulios, pese a que en Chile hubo un largo período en que otro burro apoyado por ricos empresarios – incluidos varios de familias con intereses en Estados Unidos y monitoreados por el forajido de Nixon – clausuraron las elecciones democráticas a punta de cañones y crímenes durante 17 años. Con todo, entiendo la dificultad para cuadrar el círculo del bandidaje extremo de Trump con el apoyo no menor de millones que- con, y sin intereses económicos la mayoría de ellos – lo siguen en sus andanzas sin reparar en los riesgos mayores que involucra su osadía de pretender quedarse en el poder del que la mayoría lo ha sacado con el voto democrático.
La ira que me domina exigía de esta explicación no sólo a mis siempre leales y fraternales vecinos sino también a ustedes que soportan mis salidas de madre cada semana. Creo y quiero creer que asimismo entenderán que Trump, el estúpido, está jugando con fuego y nada bueno promete su aventura. No quiero presagiar lo peor pero los ojos del mundo lo podrán ver.
Trump, el estúpido, está jugando con fuego y nada bueno promete su aventura. No quiero presagiar lo peor pero los ojos del mundo lo podrán ver.
Discúlpenme el exabrupto y no haberme ocupado del nuevo tropiezo de Sebastián, brindar por la salida del bandido (no es un exabrupto) de Pérez “El feo” y su reemplazo por el ahora ex alcalde de Estación Central. Otro “bueno” al sacrificio. Delgado a jefe de gabinete de un gobierno en el despeñadero…donde los que parecían distintos terminan como…Paris.
Con enojo en el cuerpo me despido hasta la próxima…
Frank Kotermann