Por Frank Kotermann
No es momento para fantasear con especulaciones clínicas. Menos en tiempos de pandemia al galope. Mi apreciado galeno Martínez lo había anticipado. Nada garantiza la imposibilidad de una recaída con el coronavirus. La evidencia científica – concepto con que hacía gárgaras cotidianas el tristemente célebre ministro Mañalich – tiene mucho que recorrer para concluir en certezas que permitan desligarse del acecho del maldito virus mientras la vacuna no sea una realidad. En intertanto, ensayo y error, especulaciones y recetas mágicas pueden anticipar nuevas desgracias.
ensayo y error, especulaciones y recetas mágicas pueden anticipar nuevas desgracias.
El doctor Martínez cumplió su cuarentena post pandemia, continúa con una terapia de recuperación y difícilmente volverá a sus actividades en el corto plazo. Nos comunicamos con todas las protecciones que él exige, aunque el último examen certifica que el virus ya no está. Ya conversa sin problemas de respiración lo que garantiza el agrado de escucharlo con ese tono más reposado que le surgió después de la traumática experiencia en la clínica.
Yo le insisto – algo deslenguado como me lo agradece paciente y sabiamente – en que todo cambia cuando un médico se transforma en paciente crítico. Y debo reconocer que ese aprendizaje traumático, en el filo del más allá, le aportó a este experimentado maestro que sobrepasó hace una década su posible jubilación, una experiencia que enriqueció su sabiduría como ser humano, más allá de aquella admirada capacidad científica.
Nada será igual cuando la amenaza desaparezca y sabemos que la miopía de las autoridades médicas en que confió Sebastián no sólo tiene ya a más de 9 mil familias llorando a los que partieron sin la despedida de sus cercanos sino a centenares de miles pasándolo pésimo por mala salud, frío y hambre.
No quiero volver al grosero contraste con la ya comentada despedida de su tío Bernardino. ¿Quién podría olvidarla? Incluidos los que justifican la grosera explicación oficial, de la que tomó distancia el afectivo y cuidadoso ministro Paris, jaqueado por las estupideces acumuladas de su insuperable jefe, que el fin de semana volvió a superar su propio récord visitando la Vinoteca….
Si algo podía acrecentar las interrogantes – en todo caso presentes por numerosos ejemplos más allá de nuestras fronteras – conocimos la recaída del senador Ossandón, con alta médica certificada de coronavirus. Tantas palabras que se lleva el viento, tanta porfía para reconocer los malos pasos en las cuentas diarias con números enredosos y sin sentido para las propias autoridades. Qué duda cabe que con Sebastián de piloto está garantizado el desvarío y las bienvenidas buenas señales del doctor Paris se las puede llevar el viento que ya llegó junto con la lluvia que inunda siempre lo que no debería.
Con él, aunque falte tanto para las ya casi canceladas fiestas patrias, siempre estará garantizado que no hay primera sin segunda.
Pero, como insiste el galeno Martínez, cada día puede ser peor en estos tiempos mejores de Sebastián. Con él, aunque falte tanto para las ya casi canceladas fiestas patrias, siempre estará garantizado que no hay primera sin segunda.
Cuídense. Ya debemos saber que nadie lo hará por nosotros. Las buenas ondas también se las puede llevar el viento.
Hasta la próxima, si no se nos cruza el virus
Afectuosamente,
Frank Kotermann