Qatar no involucraba riesgo alguno para su seguridad personal. Sebastián llegó más que protegido de malas sorpresas al paraíso fiscal y sede del multimillonario mundial con infraestructura de lujo construida durante una década de explotación criminal a trabajadores provenientes de India, Pakistán, Nepal, Kenia y Sudán (más de 15 mil muertos según Amnistía Internacional). Llegó y, para variar, apostó a perdedor…
Se maravilló con los siete lujosos estadios, donde nunca más se jugará al fútbol una vez terminado el fastuoso negocio. El aire acondiconado ya había congelado los cuestionamientos del mandamás de la Fifa. Gianni Infantino se lavó las manos, resaltando los trigos sucios de occidente en tiempos pretéritos y dejando para el bronce su conmovedora confesión: “Tengo unos sentimientos fuertes, hoy me siento catarí, hoy me siento árabe, hoy me siento africano, hoy me siento gay, hoy me siento discapacitado, hoy me siento un trabajador emigrante”. Ahí le mató el punto a cualquiera– incluso al atrevido Sebastián – y cerró el capítulo: Soy hijo de trabajadores emigrantes, mis padres trabajaron muy duro en condiciones muy difíciles. No en Qatar, sino en Suiza. Recuerdo perfectamente dónde estaban los emigrantes en Suiza, dónde vivían, los derechos que tenían (…)«. De allí en más, con el emir Sheikh Tamim bin Hamad al Thani, todo sería miel sobre hojuelas. Infantino disfrutó el aire acondicionado con impecables zapatillas blancas y su cara de palo lució en cada pantallazo de la televisión oficial.
Fascinante espectáculo de guante blanco, imposible de resistir para Sebastián. Se fotografió con Andrónico Luksic, dichoso tras el tercer lugar de Croacia, y con su excolega trasandino Mauricio Macri, de larga trayectoria en aventuras futboleras. Corto de genio no ha sido nunca y a la hora del sueño mundialero su ya conocido Emmanuel Macron –emocionado y más que conmovido por la cuasi hazaña de Kylian Mbappé – posaba con quien se le cruzara. Y Sebastián inmortalizó el encuentro, imaginando un momento de gloria, aquella tan esquiva compañera desde noviembre de 2019, después de su declaración de guerra contra un enemigo poderoso e implacable (…).
Craso error, la foto no se puede borrar y sus arrugas quedaron para la inmortalidad. Con todo, para Sebastián nunca ha existido la primera sin segunda…Sobran pruebas al canto.
Próximo estaba Elon Musk, que se viene luciendo con su avasalladora gestion – sin dios ni ley – en el fastuoso negocio de Twitter, reincorporando gustoso a Donald Trump a la red de la que fue marginado por sus flagrantes delitos. Otro emprendedor fascinante e imperdible. Poco importaba que sus andanzas le hayan significado enemistad abierta y confrontacional con The Washington Post, CNN o la Unión Estadounidense de Libertades civiles. Además recordó Sebastián su histórica fotografía con Trump – sentido del ridículo tampoco es lo suyo – entonces tema siempre habría. Para su desgracia existen fanfarrones mayores que él, como el insufrible Musk, quien miró de reojo al arrugado ex mandatario chileno y lo dejó marcando ocupado.
Sebastián erró nuevamente el cálculo. La sintonía fina nunca ha sido lo suyo. ¿O alguién cree que podría soportar una reacción como la de Lionel Messi, mirando a los ojos a un impertinente y lanzándole su histórico “Y vos que mirás bobo”?