Por Frank Kotermann
El doctor Martínez retorna a la clínica. No se asusten, aunque no me crean lo hace asumiendo turnos más pausados en su trabajo. Me advirtió que mientras pudiera física y psíquicamente no jubilaría, aunque ya cumple con los requisitos para hacerlo. Ello, paradojalmente, lo transforma en un privilegiado en el país que los pensionados viven las miserias que conocemos y mientras Sebastián maniobra desesperado para evitar la tablita de salvación del 10% de los fondos en las casi innombrables AFPs que ansía como único recurso a mano la mayoría de los afilados, como dice la juvenil y alentadora vecina del segundo piso.
La indolencia de la minoría de millonarios dueños del país ha transformado el pretendido retiro de esos fondos en un punto de quiebre, dividiendo aguas como nunca desde que se desató la pandemia con récords de errores no forzados por parte del equipo de Sebastián, ubicándonos en el top ten de los desastres a nivel planetario.
Si la pandemia terminó golpeando de manera poco predecible a los habitantes de nuestra larga franja de desiguales, el gobierno se aisló solito apostando, con indisimulable descaro, por la escasísima minoría de los poderosos, como lo han reflejado las encuestas.
Sebastián insiste en tomar la cadena nacional ante la menor provocación sin percibir que la población ya le tiró la cadena irreversiblemente. Por más pastillas que le controla Cecilia para su acentuado déficit atencional, se resiste a soltar la manija, obligando a sus ministros – especialmente al único bien evaluado en las encuestas, el chiquito Paris – a mencionarlo tarde día y noche como el inspirador de todo lo que se mueva por parte de sus subordinados. La excepción era su primo Chadwick y su par misterioso, temido y odiado Larroulet, dueño del Segundo Piso de palacio.
Molesto con los disidentes, incluido el locuaz Moreira que vive su minuto de fama raspando la olla de la popularidad en los matinales de la tele, compitiéndole minutos al omnipresente Lavín- también aborrecido en estos días en Palacio – Sebastián insiste en estirar el chicle para eludir el retiro del 10% de los fondos previsionales que más que exigen los acongojados cesantes que crecen junto con el hambre que multiplica las ollas comunes y la solidaridad ciertamente más presente en las comunas populares.
Sebastián, como especulador profesional desde sus primeros mangazos en el Banco de Talca hasta pasar, madurito, a la lista de los más ricos del Continente, intenta embolinar la perdiz, obligando al doctor Parisa entregar señales de recuperación del desastre por la pandemia que auguren un retorno a la extraña normalidad. Extraña también porque la crisis mayor, ¿terminal? de su coalición lo obliga a nuevos ajustes ministeriales entre un personal disponible más que gastado.
Todo parece predecir una nueva estafa de Sebastián. ¿Qué le hace el agua al pescado? me advertía anoche el galeno Martínez pensando en las piñerías posibles para eludir su aislamiento y soledad en tiempos de pandemia.
Mientras esperamos el curso de esta cruel historia para tantos, me consuelo con la alegría, no exenta de inquietud, por la recuperación de la salud del galeno Martínez.
El frío hace más dura la espera. En todo caso no me sorprenderá la nueva estafa que prepara Sebastián. La veo venir. Cuídense ustedes, los que puedan.
Ayudándolos a sentir. Hasta la próxima.
Frank Kotermann
1 comment
Por ser exiliado político en Puerto Madryn, provincia del Chubut República Argentina, me interesa mucho, su publicación, como estirar el cordón umbilical, con la política de mí país, ya que es difícil buscar la verdad, cuando se milita en la izquierda, creo que ustedes pueden satisfacer ese sentimiento.