Por Frank Kotermann
Con el galeno Martínez, la chica del segundo piso y su hermano vivimos el 18 de octubre hasta el último ruido de Carabineros y funcionarios municipales reponiendo la presentación de la Plaza de la Dignidad en la madrugada del lunes 19. Como toda la vecindad que pudo apreciar la multitud que circuló desde las 10 AM, renovándose en sus perfiles y características a lo largo del caluroso domingo. Se repitió el escenario humano y plural de las manifestaciones del período pre – pandemia. Con su mixtura humana en todo lo diverso y contradictorio que es la sociedad chilena, excluyendo a esos pocos que marchan protegidos por Carabineros desde el entorno de la Escuela Militar.
No exagero su digo que el doctor Martínez, a eso de las 16:00 horas, adelantó lo que ocurriría en horas posteriores, cuando después de un paseo largo por el entorno de la multitud que se multiplicaba nos advirtió al observar la presencia-ausencia de las fuerzas policiales: Esto terminará en un tremendo incendio…Reconozco que, por el calor, el hambre y la sed que nos urgía, no le di mayor sentido y relevancia, hasta que me lo repitió cuando el sol iniciaba su despedida y la multitud circulaba infinitamente en medio de música, baile, no pocos volados, estúpidos incluidos- como lo de las barras bravas- que disonaron con el jolgorio y entusiasmo que provoca integrar una gran multitud entusiasmada con cánticos y gritos que anticipaban una celebración del plebiscito del próximo domingo 25.
A eso de las 20:00 las llamas y explosiones provenientes de la emblemática y nunca bien protegida calle Carabineros de Chile comenzaban a cumplir la profecía de nuestro galeno. Reconozco que me impresioné y le dije lo obvio: más sabe el diablo por viejo que por diablo…Inevitablemente la conversación se transformó en inquietud, la misma que acompañaba el retiro de buena parte de la multitud hacia sus hogares. El cuento se repetía quizás con otros bemoles. Los muchachos encapuchados que habíamos visto en nuestra larga caminata se parecían a los de siempre, pero sin la presencia tan notoria e identificable de la llamada primera línea de movilizaciones anteriores, aquellos que se enfrentaban de igual a igual con las fuerzas especiales. Una curiosidad ciertamente.
Para el galeno fue una de las señales para su profecía…El ministro del Interior había estado durante todo el día soportando los reportes de una multitud no prevista y guardaba silencio. A la hora del fuego que terminó con el derrumbe del campanario de la iglesia de la Asunción – algo que no logra cualquier primerizo en vandalismo, como acotó el doctor – La Moneda se activó, el silenciado Sebastián no se resistió para llegar raudo a Palacio y lo programado se cumplió…Habló Pérez, con una pauta más que obvia, felicitando el despliegue policial que habría impedido un nuevo incendio del Metro..(estará dando ideas nuevas? apuntó sarcástico el doctor Martínez) y entregándole luego la palabra al exitoso general Rozas que tras condenar los hechos, felicitar a sus huestes callejeras(que tan poquito lo quieren) fue incapaz de precisar las pocas cifras que le consultaron en una de las dos preguntas aceptadas a los periodistas antes que Pérez señalara: “estamos listos”, retirándose hacia el despacho en que supuestamente – así lo diría después – recibía instrucciones de Sebastián.
Sebastián se mantuvo corto rato en Palacio, venía la hora de sus píldoras, y se retiró a su hogar donde Cecilia lo esperaba ansiosa de que no hubiese abierto la boca ante la prensa.
El ministro, con impecable pantalón veraniego de color blanco – en contraste con el desarreglo de su subsecretario – había terminado su tarea. Más extensa que lo imaginado por culpa de tanta multitud reunida. Pero el libreto se había cumplido y sus cuidadas palabras sólo estaban dirigidas a los incautos parlamentarios, horrorizados por lo que la televisión mostraba del vandalismo que no respeta ni Dios ni Ley. Lo único que incomodó a Pérez fue tener que responder, después, sobre nuevos uniformados detenidos por participación en actos delictivos y violentos entre los manifestantes. Algo incómodo para responder en la próxima sesión parlamentaria cuando deberá defender la acusación constitucional pendiente.
Eso será después del plebiscito del domingo 25 en que el mismo Pérez será el garante del orden público. Tráguense ésa de nuevo.
Como ven, nada nuevo bajo el sol. El pequeño Paris repitió las palabras de su jefe de gabinete, disparando como enano al vacío y sumándose al terror que alienta desde su propia carita dura Pérez.
Voten tranquilos el domingo, después celebramos y conversamos…Yo escucharé más atento al galeno Martínez. Él sí que sabe.
No pierdan de vista a Pérez…En esta vuelta Sebastián seguirá con las pastillas controladas por Cecilia.
Hasta la próxima,
Frank Kotermann