Por Frank Kotermann
El ministro Pérez es un rufián. Fue la primera frase del galeno Martínez al regresar de su turno hoy martes al atardecer. Tiene un primo transportista y está informado de la magnitud real del minoritario paro que solo convocó a un 10% de los camioneros organizados a lo largo del país. Los centenares de camioneros movilizados, bloqueando las carreteras en período de pandemia, impidiendo el paso de transportes clínicos como lo hizo presente el ministro Paris, con el pretexto de una condena a la violencia en la región de la Araucanía que la policía uniformada – pese al renovado equipamiento y personal formado en Colombia para combatir guerrilleros y presentado en la conflictiva región indígena con una ceremonia impresionante encabezada por Sebastián hace un par de años – sería incapaz de controlar como grave amenaza de pequeños grupos motivados a quemar los camiones que transportan la madera extraída de tierras ancestrales para la cosmovisión mapuche.
Según el doctor, el ministro Pérez, duro pinochetista hasta hoy, no tiene otra motivación que sacar las castañas con la mano del gato.Nos continúa explicando, con papel y lápiz. Escribo en plural porque en las tardes de tertulia participa nuestra joven profesora del segundo piso y su hermano estudiante universitario que levantada la cuarentena en su comuna de Ñuñoa se trasladó para acompañarla y pegarle en la pera, como dice bromeando el galeno al agudo alumno de Derecho que se incorpora a las conversaciones vespertinas. No pierde el tiempo y me impresiona la certeza con que nuestro doctor sostiene que este paro de una semana fue un show, una pequeña prueba para lo que podría servir más adelante en otro contexto político, donde el gran temor real de grupos de extrema derecha, que dirigen esas organizaciones, es un cambio constitucional que, entre otras cosas, pueda acoger las históricas demandas de los pueblos originarios.
Por todo aquello el galeno se enfurece con la complicidad descarada que observa en la conducta del ministro Pérez. Insiste en que se justificaba plenamente una acusación constitucional y sólo la intervención de Sebastián dándole agüita a su descarado jefe de gabinete impidió esa posibilidad al firmarse el acuerdo de “suspensión” del paro, sólo por ahora, dejando abierta la posibilidad de una aventura similar cuando parezca propicio.
Y ese rufián es el encargado de dar garantías para el plebiscito constitucional, grita el galeno. Y pasará piola añade el joven estudiante de derecho, en un lenguaje poco jurídico, como le observa su hermana, provocando sonrisas necesarias cuando irrumpía la rabia ambiente. Después de una oportuna y refrescante cerveza compartida vino la pausa para cambiar de tema abruptamente, hacia el clásico del fútbol programado para el domingo, que veremos acompañados de las sabrosas empanadas que vende la señora del tercer piso.
Y ese rufián es el encargado de dar garantías para el plebiscito constitucional, grita el galeno.
Funciona solo por un rato, porque el doctor nos dejó instalada bronca e interrogantes más que inquietantes para el plebiscito que se nos viene encima. El que pestañea pierde concluye nuestra amiga que, hasta el momento, había llamado la atención por su poco frecuente silencio.
Pensándolo bien la rabia es un ingrediente que cunde en muchos vecinos. Y este paro de camioneros protegidos por el gobierno de Sebastián suma una nueva cuota para lo que se nos viene en las próximas semanas. Claro, pasarán las fiestas patrias y esteremos encima del plebiscito. Vaya, vaya, qué añito este 2020.
Será hasta la próxima y cuídense porque al ministro Paris hace rato que no le hacen caso en La Moneda. Menos Pérez, insiste el galeno Martínez…
Frank Kotermann