Por Frank Kotermann
¿Se acuerdan cuando se decía que Chile era la Suiza de América latina? Hasta no hace tanto connotados empresarios y dirigentes de ellos, cercanos a Sebastián, incluso en encuentros con visitas europeas se sentían distinguidos y reconocidos por esa mítica aseveración. Lejana para la gran mayoría de los chilenos desde siempre. Para los mayores, desde la década del sesenta del siglo pasado cuando nuestra selección de fútbol, con 2 goles de Leonel Sánchez y uno de Jaime Ramírez, le hizo boleta a la educada selección suiza en su debut en el Estadio Nacional en el Mundial del 62.
El dicho pasó definitivamente a la papelera empresarial con el estallido social del año pasado, que llegó para quedarse y desordenar los restos que aún sobrevivían del programa de demolición de reformas sociales en que se empeñaba el obsesivo Sebastián desde su fatal retorno a La Moneda. Cómo se fue todo a la mierda en tan poco tiempo, me dijo, aún anonadada, Cecilia en aquella visita que les he ido contando, muy en titulares por el compromiso de lealtad que aún mantengo con ella.
Si algo faltaba para consolidar el destrozo de la fachada que los Luksic, Angelini, Matte, Solari, Saieh, Yarur, entre otros pocos clanes, instalaron en el imaginario internacional de los grandes negocios, como dice el doctor Martínez, llegó la pandemia que, de un pencazo brutal, nos pasó a instalar ahora en el Top Ten de los más vapuleados por víctimas fatales y contagiados por el malparido coronavirus sin vacuna a la vista para nosotros los mortales del último rincón del planeta.
Cuando los tropiezos y la fatal huella de la pandemia se conseguía ocultar en algo por los esfuerzos de abnegados cuerpos médicos, enfermera(o)s y auxiliares empleando eficazmente la infraestructura en equipos – único logro de la autoridad sanitaria – quedando en el congelador de muchos el tristemente célebre amigo de Sebastián, que ofició de gran patán a cargo de la Salud Nacional en el destape descontrolado del coronavirus, (el desafortunado Mañolich instalado en el inconsciente colectivo) para los más de 10 millones que han debido soportar en pésimas condiciones el desastroso y mezquino manejo de la crisis por parte del maltrecho y dañado presidente en sus habilidades esenciales para mantenerse en La Moneda, se han vuelto a manifestar las debilidades del equipo de gobierno acentuando los riesgos sanitarios para quienes agotan su fatigada paciencia.
Para la vergüenza nacional han quedado los estúpidos dichos de Sebastián rogándole al bicho que se vaya del país (¡Cecilia no lo puedes dejar sólo ni un minuto!) contagiando a su nuevo equipo ministerial, obligando a su juvenil vocero a enmendarle la plana al agotado Doctor Paris respecto de la cantidad de gente que podrá reunirse y contagiarse los días de fiestas patrias.
Así las cosas, mucho antes de cualquier brindis dieciochero, antes incluso de los tragos amargos del nuevo 11 por llegar, la orquesta presidencial ya está borracha, en un mareo que amenaza con prolongarse durante la campaña por el plebiscito, con la cooperación garantizada del peligroso descerebrado de Pablo Longueira, sin las pastillas de rigor que aconseja (siempre que pague la consulta) el galeno Martínez, quién insiste en la posibilidad cierta de nuevos desvaríos. Además, bastaría darse una vuelta por La Moneda para confirmar los riesgos.
Ustedes no aflojen. No sigan las instrucciones oficiales para las reuniones dieciocheras y sobrevivan para el próximo plebiscito. Hasta la próxima será…
Frank Kotermann