La frágil memoria histórica, las reacciones políticas más viscerales que racionales y la desfachatez de los negacionistas parecen haberse coludido para victimizar al excomandante en jefe de la Armada, ex edecán del dictador Pinochet y militante de la UDI, Jorge Arancibia, hoy flamante constituyente electo por quienes se opusieron de partida a una nueva Constitución democrática para reemplazar la impuesta por el régimen cívico militar.
Arancibia renunció sorpresivamente a la comandancia en jefe de la Armada (2001) para postularse como candidato a senador de la UDI por la V Región. Han pasado dos décadas, suficientes para que la frágil memoria estimulada por los medios oficiales deje en el olvido la evidente actividad política del uniformado durante el ejercicio de su responsabilidad institucional. Habían pasado entonces otras dos décadas de protagonismo de Arancibia en tareas uniformadas, incluida su temprana designación como edecán naval del dictador.
Lo que hoy se pretende simular como una mera responsabilidad institucional y de obediencia al mando superior de Augusto José Ramón, marcó una íntima relación que Pinochet siempre agradeció al marino en ascenso, leal en las duras y maduras con el criminal de lesa humanidad que escondió sus responsabilidades y fechorías en una oportuna demencia senil.
Ya con aspecto de buen abuelo y respetuoso constituyente, electo democráticamente, Arancibia apostó a un protagonismo singular, incorporándose a la comisión de Derechos Humanos de la convención. Incluidos varios dirigentes de la derecha, un muy amplio espectro de sus debutantes colegas lo consideró inconveniente, osado, provocador o irritante, atendiendo a su historia personal e institucional.
Lo que devino con posterioridad es más que conocido. Arancibia, nada de estúpido, tiene experiencia acumulada en una extensa trayectoria de simulaciones efectistas. Consumada la provocación esperó sus calculables efectos. Así se viene escribiendo una secuencia de réplicas y contra réplicas que le han concedido un protagonismo con los esperables reconocimientos y defensas a sus derechos ciudadanos y constituyentes. Los mismos que él contribuyó a atropellar y pisotear en su lealtad férrea con la dictadura. Ésa que para quienes rasgan vestiduras por su “honra atropellada” es parte de un pasado convenientemente silenciado.
Arancibia ha conseguido su objetivo. Ha distraído convenientemente la atención, contando con la ingenuidad de constituyentes que han caído en su calculada trampa. Se acumulan los desafíos para que la mayoría convencional cumpla el objetivo esencial de instalar las bases del nuevo orden democrático que supere la herencia del régimen, que continúa representando victimizado y dolido por la incomprensión el hoy bonachón ex uniformado, leal a sus silencios y los crímenes de la dictadura.
A otra cosa. Adiós General, Adiós Almirante. Basta de lloriqueos y cinismo.
Atentamente,
Frank Kotermann