Por Frank Kotermann
Se repite que el mandamás empresarial Juan Sutil es un ministro sin cartera de Sebastián. Cecilia me dice que entre ambos empresarios existe una natural sintonía, forma algo eufemística de confirmar la cercanía estrecha entre ellos.
Llama a confusión en algunos analistas la cercanía atendiendo a los vaivenes en los asertos del líder empresarial. Pero precisamante aquello reafirma una similitud con los dichos cada vez más erráticos del vapuleado Sebastián, evidenciando aquella dependencia de las pastillas que anima su descalabro político y le permite el control de sus crecientes utulidades empresariales, sacando ventajas en medio del descalabro provocado por la pandemia en los mercados, con excepción para avesados especuladores, una lista en que Sutil se incorpora con habilidades singulares como la ya demostrada en su tramposa exportación de frambuesas.
Hace algunos días Sutil se lució en el programa de Checho Hirane que nadie entiende en su pretendida combinación de farándula con “invitados serios” que termina siendo una franca payasada. Distinto fue en “Mentiras Verdaderas” de la misma estación televisiva cuando el empresario marcó ocupado reiteradamante quejándose de la incomprensión al tremendo aporte empresarial, que nadie mejor que él puede representar en momentos de crisis como la actual, pandemia mediante.
Allí fue donde, nada de sutil, contó los altísimos salarios que ganarían sus trabajadores recolectando frutas y terminó contrariando las cifras oficiales sobre el sueldo promedio de los chilenos. Algo así como el notables aserto de Nicanor Parra “Hay dos panes. Usted se come dos, yo ninguno:Consumo promedio Un pan por persona”. Un genio Sutil, pero él no se ríe como lo hacía Nicanor. Mantiene su cara de palo y pontifica sobre las virtudes de un modelo que hace agua aquí y en la quebrada del ají.
Así Sutil llega atrasado a las imbatibles “piñericosas” de su amigo, que para no perder la costumbre apareció difariando en la despedida de los restos del policía de Investigaciones ultimado en la Araucanía, tras el frustrado hiperoperativo que apostó a la ausencia de comuneros asistentes al fallo judicial que dictó sentencia, ese mismo día, al asesino de Camilo Catrillanca. Sebastián habló del narcotráfico y la delicuencia enquistada entre las comunidades, sin nada que certificar más allá de unas plantaciones de mariguana que se pueden encontrar a lo largo del país, como ocurre con connotadas familias que vernanean en Cachagua. Nada supo decir del militante de la UDI, Orwall Casanova, muerto en extrañas circunstancias, por bala de un francotirador en la misma zona y el mismo día. Pareciera que el único que escuchó del caso fue su ministro del Interior que pagó los platos rotos al ser denostado y humillado por los fervientes amigos de la víctima, un ferviente enemigo de la comunidad de Temucuicui.
En definitiva sabemos que el amigo cercano de Sebastián, siendo aún un aprendiz, la lleva como un aliado pretencioso que, sin mucha sutileza, imagina que un hombre de negocios, sin escrúpulos y audaz podría repetir la historia de su amigo, como líder que se podría rascar con sus propias uñas para escalar poder. Lo más probable es que termine con la misma receta psiquiátrica de Sebastián.
Habrán percibido que el doctor Martinez goza de merecidas vacaciones.
Será hasta la próxima. Cumplan con la cuarentena. No imiten a Sebastián ni a los chacoteros de Cachagua. No es tiempo para sutilezas…
Frank Kotermann