Los trasnochadores lo vieron en directo. No es frecuente tal agitación en ese horario. El irónico cierre del conductor Fernando Paulsen no fue comprendido por un ya fuera de sus cabales Bernardo Fontaine, que recibía la desatinada ayuda del panelista Sebastián Izquierdo (homónimo del ultraderechista procesado por agresiones callejeras) denostando a la otra invitada, la abogada constitucionalista Bárbara Sepúlveda, a quién se vio obligado a pedir disculpas. Paula Escobar clamaba por la tolerancia, como predicando en el desierto…
Algo balbuceó Izquierdo cuando Bárbara cerró el programa con serena elocuencia, reparando que se había referido a ella como comunista y a Fontaine como economista (quizás porque las palabras riman dirá usted), aclarándole que ella era abogada constitucionalista y mucho más que reconocida militante comunista. Algo más que un “lapsus” del panelista. ¿Alguien se lo tragó?
¿Fiebre constitucional? ¿Crispación machista? ¿Impotencia argumental? ¿O todas las anteriores?
Que Bárbara Sepúlveda quitara relajadamente el piso a la propuesta de los 2/3 para aprobar el articulado de la nueva Constitución vigente hasta el 2026, había desarmado la batería argumental de Bernardo Fontaine, encaminándolo a una ráfaga de exabruptos y obligando a Paulsen a interrogantes provocadoras que se llevaba el viento. Mejor despedirse con una sonrisa.
Fontaine, cosas de familia, juega al simpático, tolerante y dialogante, hasta que choca con la dura realidad. El menor de los hijos varones de Arturo Fontaine Aldunate – otrora director de “El Mercurio”, hasta que su patrón Agustín Edwards lo mandó a cambiar – ha intentado ese perfil en los marcos plausibles del liberalismo conservador (¿lo ubica?). Algo no tan distante de lo practicado por sus hermanos mayores. Arturo, ilustrado hombre de letras (ex director del Cep) y Juan Andrés, ministro de Economía de Sebastián Piñera hasta que se hizo el chistoso con el precio del pasaje del metro (vaya ingenio) en el momento justo y a la hora exacta.
Fueron criados para ser influyentes. Leídos y locuaces, con buenos vínculos desde tiempos de gloria de los Chicago Boys. Bernardo, el menor y con menos brillo, emprendió temprano vuelo en el siempre familiar universo de grandes empresas- con tropiezos rápidamente borrados en Citicorp – como Falabella, La Polar, LAN y otras menos bulliciosas(Embonor y Place Vendome).
Poco se demoró en buscar la notoriedad pública de sus hermanos, apostando a la presencia en medios de comunicación amistosos que lo acogieron en sus empeños bien adornados por Triple, su agencia asesora de imagen.
El resto es historia conocida. Desde que se abrió el proceso constituyente tras el estallido social y en la tolerante trinchera del Rechazo, el Fontaine taquillero es el benjamín Bernardo. Electo con algo más del 4% de los votos en las comunas de la cota mil sigue apostando a un futuro tan alentador como el de sus hermanos mayores. Pantalla le ha sobrado y no sería extraño que tras este último bochorno en Tolerancia Cero la termine sacando gratis. Si hay algún plato roto lo puede pagar Sebastián Izquierdo. Si es que…¿Usted qué imagina?