Páginas Marcadas de Antonio Ostornol. Miradas esperanzadoras

por La Nueva Mirada

Una mirada desprejuiciada a las luces y sombras de los proyectos y gobiernos progresistas de la centroizquierda en Chile. Carolina Tohá y Óscar Landerretche, desde ángulos diferentes, hablan sin tapujos de su sector político. Desde mi perspectiva, son miradas esperanzadoras.

 La semana pasada tuve oportunidad de cruzarme con dos miradas que me hicieron pensar que volverse “viudo de la política” no era necesariamente una fatalidad. Vi una entrevista de Carolina Tohá en CNN Chile (Influyentes) y continué mi lectura del libro de Óscar Landerretche Hacia un nuevo pacto (Planeta, 2021), lo que no es poco dado que se trata de un texto de economía. En ambos casos se aborda la situación de la llamada “centro izquierda”. Carolina Tohá lo hace a partir de los resultados de las recientes elecciones, y Landerretche, desde los procesos políticos y sociales desencadenados después del estallido social. A ellos no los conozco personalmente, aunque sus trayectorias son de sobra conocidas. Ambos fueron activos partícipes de los gobiernos concertacionistas. Incluso, me parece, eran figuras prometedoras de los nuevos liderazgos del sector, aunque no podría afirmarlo; es solo una impresión. Hoy se encuentran algo relegados a la academia, lo que posiblemente les posibilita tomar distancia suficiente para proponer una reflexión que se instala más en el horizonte que en la contingencia. Por lo mismo, sus opiniones habría que ponerlas sobre la mesa para enriquecer la necesaria discusión que debe realizar este sector político. Sería una forma, como lo escribí hace una semana, de evitar transformarnos en viudos de la política.

En el libro Hacia un nuevo pacto, se argumenta con mucho fundamento empírico, la realidad o mito de los logros de los gobiernos de la centroizquierda. Hay varios datos que me resultaron esclarecedores. Cuando analiza el tema de la desigualdad, pone en cuestión afirmaciones que hoy las aceptamos como si fueran la verdad misma. Por ejemplo, que la desigualdad se resuelve sola si hay más crecimiento económico. Y al parecer no es así, porque tenemos desigualdades históricas que se mantienen y períodos largos de políticas económicas que las han aumentado. De hecho, en las últimas tres décadas, los indicadores de desigualdad de ingresos descendieron de 58 puntos (al finalizar la dictadura), a 44 puntos, al término del segundo gobierno de Michelle Bachelet. Un indicador equivalente en la historia solo se puede encontrar durante el último año del gobierno de Allende. Dicho en otras palabras: los gobiernos concertacionistas, en treinta años, recuperaron los niveles de desigualdad que el país tenía con la Unidad Popular. No es poca cosa, admitámoslo. Entonces, mientras gobernó la derecha en Chile sin contrapeso de ningún tipo (Pinochet), el índice de desigualdad pasó de 45 a 58 puntos; después de los gobiernos de centro izquierda, el mismo indicador volvió a los 44 puntos. Las políticas públicas de uno y otro hacen la diferencia. Sin embargo, en países que hace algunas décadas atrás eran comparables a Chile y tuvieron crecimientos similares a los nuestros, la disminución de las desigualdades fue mucho más marcada y drástica (Portugal, Irlanda, por ejemplo). Entonces, afirma Landerretche (si lo entendí bien), las políticas que fueron capaces de revertir la desigualdad de ingresos generada durante la dictadura y reducir en forma significativa la pobreza, no pudieron avanzar en la desarticulación de los nudos estructurales de la desigualdad en Chile (cultural, de trato, de oportunidades), básicamente porque no se han podido implementar políticas contributivas que hagan a los sectores más ricos aportar al bienestar del conjunto de la sociedad.

Tenemos, entonces, una mirada que, por una parte, pone en valor el aporte que la centroizquierda hizo a la disminución de la desigualdad en Chile y, por otra, reconoce los espacios de conservación estructural de la misma, y que los mismos gobiernos no pudieron modificar. Traducido a la discusión actual, demuestra que quienes afirman que estos últimos treinta años fueron una absoluta intensificación de la desigualdad en Chile o están equivocado, o sostienen ese aserto como una mera consigna de posicionamiento político. Difícilmente podremos imaginar un futuro de mayor equidad y dignidad si arrancamos de una tergiversación de la realidad. Pero también es verdad que, posiblemente, esos gobiernos podrían haber hecho más.

En este sentido, me parece muy lúcida la aproximación de Carolina Tohá cuando en su entrevista afirma que parte de la situación en que se encuentra actualmente el socialismo democrático, socialdemocracia o como quiera llamarse, tiene que ver con el procesamiento en profundidad de lo que fueron estas décadas, con sus luces y sus sombras. Ninguna de ellas ocurre porque sí. De las luces hay que hacerse cargo y tener el orgullo de haber sido parte de una gesta que le cambió el rostro a nuestro país, profundizando la libertad y la democracia. Y también hay que hacerse cargo de las sombras. Carolina Tohá dice que el sector necesita hacer un balance de su trayectoria, pero un balance en primera persona, asumiendo las responsabilidades de todo aquello inconcluso, insuficiente o francamente desacertado, pero asumiendo con toda dignidad una obra política y cultural de envergadura. A muchos les gusta decir que todo aquello ya es pasado y eso les sirve para sustentar su crítica los partidos y propuestas de centro izquierda, proclamando su obsolescencia. Las banderas que hoy se aceptan como rectoras de la transformación cultural en curso y del necesario cambio social, son las banderas históricas del socialismo democrático: más libertad, más equidad, más democracia. Y, por consiguiente, menos autoritarismo, menos exclusiones, menos discursos iluminados. Y, en definitiva, más construcción de proyectos de transformación realmente inclusivos de la diversidad que se ha gestado, en buena medida, a las condiciones de posibilidad desarrollados por los sucesivos gobiernos de la centroizquierda. Tohá lo dice de una manera trágica: las banderas históricas del socialismo democrático inspiran los anhelos de cambio hoy en Chile, pero a sus partidos no se les considera e, incluso diría yo, se les desprecia. Sin embargo, como ella sugiere, este escenario representa una gran oportunidad para los partidos del sector: si en vez de la premura por acuerdos electorales rápidos, se ponen los temas de fondo asociados a qué país queremos construir junto a esas mayorías ricas y diversas que, entre otras cosas, se han puesto de manifiesto en la conformación de nuestra Convención constitucional, hay un camino a recorrer. Pero para lograrlo, un buen ejercicio es pensar el futuro sin ideas pre hechas ni anteojeras.

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1 comment

Ricardo Patricio Ihle Koerner junio 11, 2021 - 5:55 am

Esa es la manera lúcida de ver la realidad chilena,pero desgraciadamente la masa crítica en Chile es ínfima.
Frente Amplio y P.C son nulo aprendizaje de lo que se vive en Chile.

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