Por Frank Kotermann
El ejercicio cotidiano para desintoxicarnos del ambiente pandémico ha venido dando resultados en las funciones vespertinas con el doctor Martínez. Altamente recomendable transitar por buenas series y films de ayer y hoy. Algunas sesiones escogidas a partir de acontecimientos ineludibles en la conversación como ocurrió con la partida del gran maestro Ennio Morricone.
Privilegio de mayores haber disfrutado el estreno de “El bueno, el malo y el feo” hace más de medio siglo y tentarnos con una seguidilla de spaghetti westerns con las bandas sonoras compuestas por Morricone. Se transformó así en un tema algo obsesivo en los días posteriores a su partida a través de conversaciones que nos llevaron a esos años pretéritos, cuyos entretelones muy vivenciales entusiasmaron a nuestra joven maestra del segundo piso que se incorporó a las tertulias del fin de semana con sus agudos contrapuntos entre el séptimo arte del siglo aquél con el suyo, 21 absolutamente.
Imposible eludir el trastorno mayor que continúa provocando el curso de la pandemia y lo que la rodea. Más allá de las ya comentadas apreciaciones de nuestro querido galeno respecto del manejo de la crisis sanitaria, donde se continúan manipulando las cifras ya verificables evitando reconocer lo más de 10 mil fallecidos, torpemente según Martínez, para respaldar el retorno “cuidadoso” a la incierta “normalidad”, el tema central de todas las conversaciones ronda acerca del inédito exabrupto parlamentario que terminó alertando al poder económico por la amenaza de un retiro del 10% de los fondos previsionales que, todos deben reconocerlo, están lejos de pertenecer efectivamente a cotizantes que sólo están condenados a recibir las precarias y miserables pensiones tras el juego financiero y comercial que ha alimentado, nutre y hace engordar a sus privilegiados administradores.
El sismo ha sido de altísimo grado y pande el cúnico – dice el galeno – mientras la elite rasga vestiduras para reinventar una fórmula que haga desparecer esta feroz amenaza, multiplicada mediáticamente por los propios accionistas y altos ejecutivos que adelantan una catástrofe mayor si aquel exabrupto parlamentario no es congelado cueste lo que cueste.
El gobierno de Sebastián – más extraviado cada día – no da pie con bola, el gabinete parece una montonera de estudiantes en práctica y la inmensa mayoría de la población busca desesperadamente los recursos básicos mezquinados por el Estado en esta catástrofe mayor. Así que la defensa angustiosa del sistema de AFP, consiguiente campañita del terror mediante, no encuentra eco en la población que ya tiene suficiente información acerca de las miserables pensiones que un día – en plena dictadura – vendió como gran pomada del engaño el hermano más antipático de Sebastián (lo que no es poco decir).
La farsa está en curso dice el galeno, sin hacer pronóstico del resultado. La chica del segundo piso, obligada a cotizar, quiere pensar que con el resultado del plebiscito de octubre se podrán desarmar ataduras, como la que la condenaría desde jovencita profesional a un futuro miserable cuando mayor.
Lo que queda claro es que en 2020 el malo y el feo de esta ordinaria opereta chilensis nos han jodido, en algo, el placer de gozar con la música de Ennio Morricone. Sólo en algo, porque ayer la volvimos a disfrutar y el maestro dejó huella para rato.
Ustedes sigan cuidándose porque los que tienen la manija son capaces de cualquier piñería por unos dólares más.
Atentamente
Frank Kotermann