Por Frank Kotermann
No tiene límites y cada día puede ser peor. A la hora de la cerveza helada para sortear el abrumante calor del miércoles vespertino, aquella frase inicial sin mencionar el sujeto provocó la hilaridad del doctor Martínez y nuestros juveniles vecinos del segundo piso, todos reunidos en la terraza del departamento del galeno. Cumpliendo con todos los resguardos sanitarios y en atención a los grados de temperatura resolvimos, por unanimidad, dar el bajo al congelado líquido antes de retomar las palabras con nuestras modernas máscaras transparentes que aportó el doctor recibiendo el merecido aplauso colectivo.
Las risas habían surgido a lo innecesario de mencionar el nombre de Sebastián para aludir a las chambonadas acumuladas al por mayor en los últimos días, partiendo por su desenmascarado paseo playero, las estúpidas explicaciones posteriores, la publicación de una nueva foto en la playa, ahora con máscara, solitario y sin los pantalones colorados de su primera incursión por los elegantes aires de Cachagua. Es curioso como desde la estupidez surgen espontáneamente una multiplicidad de chistes, antiguos y algunos nuevos. Así ocurrió con uno narrado con mucha gracia por el más joven de nuestros contertulios (lo reservo, porque repetido saldría podrido).
Fue imposible sostener una conversación seria a partir del traspaso de fronteras del criterio más básico en que se ha desatado el cerebro de Sebastián. Intentamos imaginar cuál sería su próxima estupidez en la convicción de que una vez más la realidad superaría nuestras fantasías que fueron varias, diversas y descabelladas. Ciertamente Sebastián supera sandeces internacionales develadas periódicamente, que son muchas y algunas escandalosas, desde Trump a Bolsonaro, pasando por el húngaro Orban, que ratificó que los más rudos suelen sorprender con delirios que negarían sin vergüenza alguna. Sorpresas trae la vida…la vida trae sorpresas, canturreó nuestra vecina, tentada a relatar una de aquellas acaecida en nuestro propio edificio.
Finalmente hubo seriedad para evaluar los datos aportados por el doctor Martínez que habrían justificado con bastante anterioridad las nuevas medidas restrictivas de movimiento en la capital que el naíf Paris (así lo califican los chicos del edificio) anunció luego que Sebastián, indiferente a la pandemia- como lo demuestran sus conductas personales y familiares – reaccionó mediáticamente tras su pintoresca e inédita autodenuncia – por gil debió decir, acotó la vecina – agregando casi inmediatamente, frente a la agria reacción de los comerciantes, que podría revisarse la restricción antes de navidad. En ese preciso momento nos mató el punto…tamaño anuncio contradictorio y absurdo no había estado en nuestra lista de sorpresas esperables de Sebastián.
Fue el momento en que la conversación fluyó tras la búsqueda de una calificación pertinente, científica, políticamente correcta y, por ello, desinfectada de las pasiones que el personaje provoca casi de manera natural. Tras tres rondas en que surgieron varias calificaciones inmediatamente rechazadas por traspasar nuestras propias normas, se produjo el consenso – notable ejercicio recomendable para nuestra terremoteada y dispersa oposición chilena – con la palabra PASMADO. Cuadró con todas las exigencias autoimpuestas, incluido su empleo histórico en diferentes latitudes y experiencias humanas, Así es, tenemos en Sebastián a un personaje resueltamente PASMADO.
Ustedes pueden opinar escribiendo a lamiradasemanal@gmail.com
Con afecto, será hasta la próxima…
Frank Kotermann