Por F.Kotermann
Lo vine anticipando como inquietud mayor en mis envíos anteriores. Más allá de aquella perversión que me han adjudicado, como respuesta algo inquietante, algunos de los lectores, debo decir que me veo urgido a reforzar lo ya previsto. Parto de la base que los editores de este medio no arrugarán– como suele decir el doctor Santibañez respecto del periodismo nacional – y me publicarán estas líneas, sin cortes de “edición”.
Primero lo hizo hace pocos días en conversación grabada con el medio español Cadena Ser causando espanto, cuando Sebastián se refirió a la ola de violencia desatada el 18 de octubre “que nunca voy a olvidar”, “sistémica, profesional, organizada, con tecnología de punta, para destruirlo todo. Querían incendiar el país”. Se refería el Presidente (primera vez, no sé si última, en que mencionaré así a quién se declaraba mi amigo) a esa tarde en que los escolares irrumpieron en estaciones del Metro y Carabineros desapareció de escena por largas horas.
La periodista española lo interrumpió ¿instigados por quién?, refiriéndose a los causantes de tamaña tropelía. ”Está en estudios por nuestros servicios de inteligencia que, claro, no estuvieron a la altura,….pero se desató una ola de violencia brutal, de pequeños grupos, sin Dios ni Ley, quemaban todo, para destruir el Sistema”, respondió sin vacilar Sebastián.
Me libero de aquello al escuchar a Sebastián, responsable directo del terror que transmitió la primera dama en aquella conversación telefónica que trascendió fatalmente para su escarnio público, originado indudablemente en la pérdida de razón de su cónyuge.
Debo interrumpir aquí el relato secuencial para volver atrás, a lo escrito la semana pasada cuando me declaré algo responsable de haber estimulado a Cecilia para ver películas de alienígenas. Me libero de aquello al escuchar a Sebastián, responsable directo del terror que transmitió la primera dama en aquella conversación telefónica que trascendió fatalmente para su escarnio público, originado indudablemente en la pérdida de razón de su cónyuge.
Si alguna duda quedaba, el reciente lunes él mismo se encargó de despejarla. Al día siguiente de la masiva participación ciudadana en la consulta convocada- con cero apoyo oficial y silencio mediático – por un considerable número de municipios respecto de la disyuntiva constitucional y prioridades para futuras políticas sociales, Sebastián, ignorándolo por completo, convocó a la prensa para anunciar un proyecto de ley para castigar dura y ejemplarmente a los “vándalos” que se toman las calles y agreden a la policía uniformada y civil.
Para no quedar corto, poco rato después se reunió con periodistas de radios, reiterando sus adivinables aseveraciones y obsesiones, que lo han enceguecido y ensordecido durante dos meses para ver y escuchar lo que el resto del país percibe mayoritariamente de la crisis en curso, que ha desordenado a nuestra copia feliz del edén, a la vista sorprendida del planeta. Allí cansó a los profesionales de las emisoras con su cantinela adivinable y cuando se lo hicieron presente, con alguna elegancia, respondió lamentando la incomprensión de un país que no reconoce sus esfuerzos y lo castiga despiadadamente en las encuestas, como ha vuelto a reiterarse en estos días.
Su lamentable elocuencia se manifestaba a la misma hora que sendos estudios profesionales señalaban el empleo de la peligrosa soda cautica en carros lanza aguas de Carabineros contra manifestantes, algo ciertamente desmentido, tal como lo hiciera antes respecto del contenido de los balines que enceguecieron a centenares de manifestantes, por el ex edecán de Sebastián y hoy lamentable director general de la policía uniformada.
Todos sabrán que los alcaldes tuvieron que apersonarse el día martes en Palacio para informarle al despistado Sebastián que el domingo hubo un evento ciudadano de la mayor importancia.
Todos sabrán que los alcaldes tuvieron que apersonarse el día martes en Palacio para informarle al despistado Sebastián que el domingo hubo un evento ciudadano de la mayor importancia para quienes se sintieron convocados y participaron entusiastamente, pese a las trancas y descrédito alimentado por los que se niegan a reconocer que el cielo ya no está azulado y con escasas brizas.
Concluyo convencido que no es a Cecilia a quién debí aconsejarle una terapia sanadora de visiones alienígenas. Eres tú, Sebastián, el que tiene que hacerse ver y con urgencia.
Concluyo convencido que no es a Cecilia a quién debí aconsejarle una terapia sanadora de visiones alienígenas. Eres tú, Sebastián, el que tiene que hacerse ver y con urgencia. Lo que te estaría restando como habitante de La Moneda es demasiado tiempo. Principalmente para los que tendrán que seguir soportándote, incluida mi apreciada Ceci.