Por Frank Kotermann
Recuerdo que aquella noche conversada en tu última visita con Cecilia a New York, cuando rechazaste el buen whisky que te ofrecí, bromeaste con aquella canción que refiere a la orquesta que está borracha (no pudiste cantarla sin equivocar la letra).
La imagen se me vino al mate este martes por varias razones. Empezando por el majestuoso desconcierto provocado por el cada vez más irresistible despacho diario de tu protegido Mañalich acerca del desarrollo de la pandemia y sus víctimas. Con una explicación que injustamente y, con ignorancia, un reportero quiso asociar con Confucio – que fue un genio inspirador y más que respetable – cuando tu confusión gubernamental es más que elemental y, derechamente, más cercana a una borrachera o diarrea mental, como la definió hace un tiempo el galeno Martínez (que podría regresar de la clínica, con suerte, el fin de semana. Como están las noticias, cruzo dedos y ver para creer. Mientras, ya me acostumbro a la oración diario de nuestra vecindad del edificio).
¿Quién puede entender tamañas confusiones y desaciertos Sebastián? Así como la lenta entrega de la modesta canasta es objeto de burla e irritación de ciudadanos, especialmente de los que deben arriesgar salud y libertad diariamente por salir a buscar una mínima alimentación de sobrevivencia, ahora se suma la contradictoria cuenta de los fallecidos por el maldito virus. La cara de palo de Mañalich se pretende cubrir con en el aporte científico del ministro Couve, mientras la subsecretaria Daza se mantiene en la cuarentena que eludió confusamente el subsecretario Castillo.
Y como si el despelote oficial no fuera suficiente la ministra de la Mujer, Maca Santelices, duró poco más de la cuenta para ser retornada a la farándula de Olmué que ya instalaba graciosamente en su gabinete. Para mantener el cuoteo partidario que había sido recién ajustado, con costos supuestos para el hoy flamante presidente de Banco Estado, la reemplazante de la buenamoza Macarena que se mantuvo algo más que Mauricio, El Breve, (descabezado con méritos en hoja de vida del poeta Raúl Zurita) es la hasta hoy siempre segunda línea (buena para la pantalla como su pillín hermano Pablo) Mónica Zalaquett.
la ministra de la Mujer, Maca Santelices, duró poco más de la cuenta para ser retornada a la farándula de Olmué que ya instalaba graciosamente en su gabinete.
Sebastián es entendible tu estrés – así lo dice siempre el querido doctor Martínez – aunque respirarás algo más relajado porque Cueto te devolvió esos milloncitos de dólares que te quitaban el sueño y hacían crecer tus apreciables ojeras. Pero aquello no obsta para decirte que volviste a errar con las mujeres, algo que antes no te gustaba.
La flamante Zalaquette, buena para acomodarse en las fotos, carece de cualquiera de los méritos de una ministra en esa cartera que, como dice mi joven e inspiradora vecina del segundo piso, tienes “para la chacota”.
Reacia a las mejoras del postnatal y a la legislación sobre el aborto en tres causales, contará con tantas simpatías entre las organizaciones feministas – que te aborrecen, aunque ahora te instales con Cecilia al lado para fotos y ceremonias, pagando pecados – como la defenestrada Macarena.
Sí Sebastián, tu orquesta está borracha…
Agradeciendo los cientos de saludos recibidos con cariños al galeno Martínez.
Será hasta la próxima.
Sigan cuidándose. Mañalich anda suelto.
Afectuosamente,
Frank Kotermann